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Santa Claus en el Congreso

Como cada final de año, alcaldes de todo México hacen cola en la Cámara de Diputados, con la ilusión de que los legisladores doten de presupuesto sus proyectos de obra pública

Pablo Ferri

Llegamos, dicen todos, cuando "abren ventanilla". Esto es, en la última semana de noviembre o la primera de diciembre. Y llegan muchos, algunos cargados con cajas llenas de documentos, de proyectos para hacer rotondas, mercados, gimnasios, calles. Miles de planes para mejorar miles de pueblos, allí, a las puertas del Congreso de la Unión de los Estados Unidos Mexicanos. Y ellos, los alcaldes, sus secretarios particulares, los ingenieros, gestores, arquitectos, esperan bajo sol, de pie, a que los diputados les reciban.

Ocurre todos los años, a principio y final de sexenio, gobierne quien gobierne, comande el PRI, el PAN o Morena, como ahora. Sean tiempos de cambio, de mover a México, o de la incipiente Cuarta Transformación.

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Suena raro que en el Congreso, recipiente de la voluntad popular, espinazo del poder legislativo, se abra una ventanilla. Que se abra literalmente, como se abre la boletería en un recinto de conciertos, en un multicine, en la taquilla del Estadio Azteca. Pero se abre. Los alcaldes y sus séquitos llegan temprano y se registran. En la puerta del Congreso hay unas vallas y unos señores vestidos de negro -resguardo y seguridad-, que dan fichas. "Tu agarras ficha y esperas que te llamen", explica Alfredo Orozpe, secretario particular del alcalde electo de Temamatla, Juan Martín Orozpe. "Antes de venir, el diputado nos avisa", añade, como si aquello aclarara las cosas.

Alfredo explica que el alcalde electo y él no son familia. Que allá, en Temamatla, en el Estado de México, a 50 kilómetros de la Cámara de Diputados, el apellido Orozpe es tan común como Garza en Monterrey. Semanas antes de que el Congreso apruebe los presupuestos de la federación para el año siguiente, el diputado, su diputado, les llama. Les dice: "Ya van a abrir ventanilla". Y entonces cargan los proyectos en las cajas, las suben al coche y manejan hasta el Congreso, se registran, agarran ficha y esperan a que les reciba alguno de los integrantes de la Comisión de Presupuestos y Cuenta Pública. Que lo hagan, gestiones de su diputado mediante.

Para suerte de los Orozpe, su legislador, Vicente Onofre, del partido Encuentro Social, formación evangélica, el diputado de su distrito, forma parte de esa comisión. Ambos esperan que eso ayude a que su proyecto estrella, un gimnasio de 17 millones y medio de pesos, casi un millón de dólares, entre en el presupuesto de la federación para 2019. "Todos son importantes, todos los proyectos", dice Alfredo, "pero el más importante por el impacto es el del gimnasio".

La puerta del Congreso parece estos días el mercado de abastos, una estación de metro en hora pico, la cima de la pirámide del Sol en Teotihuacan durante el equinoccio de primavera. Todos quieren, todos esperan, todos levantan las manos esperando que los señores-de-resguardo-y-seguridad les vean, digan su nombre, les dejen pasar a cabildear, a hacer lobby. Detrás de un grupo de productores de pulque con el semblante grave, el ingeniero Aarón Morales cuenta que trae tres proyectos para Ayotoxco de Guerrero, en Puebla. "Son dos de concreto hidraúlico para dos calles y un proyecto de mercado municipal", dice. Porque no tienen, la gente se pone donde sea y necesitan un mercado, dice el ingeniero Morales. "Garantía no tienes, pero vienes. Sabes que el 15 de diciembre tienen que aprobar el presupuesto, así que vienes antes, cuando te avisan".

El ingeniero Enrique Solano, veterano de las ofertas de final de año, viene representando a Cuetzalan. Su caso es diferente porque no trabaja para el municipio. Prepara los proyectos y los presenta por ellos y luego, si entra en el presupuesto, acude a la licitación en el pueblo. (Aunque eso lo dice después, preguntado al respecto, porque uno asume que si hace todo eso, prepara el proyecto, viene a Ciudad de México, hace la cola, etcétera, la licitación está más que arreglada. El ingeniero Solano dice que no).

- Pero eso es trabajar mucho por demasiadas incógnitas, ¿no?

- La ventaja es que conocemos el proyecto para la licitación... (Piensa). Bueno, aunque cuando licitan la obra, el proyecto lo conoce todo el que se presenta.

- Sí... Es más bien un aprendizaje.

Resignado, sonriente, captor quizá de parte de la historia, de una parte que prefiere guardarse, Solano cuenta que hace dos años le hizo las gestiones a Chilchotla, otro municipio de Puebla. Nada de lo que presentó entró en el presupuesto.

Hasta el viernes, presidentes municipales de todo México llegarán a la puerta de la Cámara de Diputados. Algunos vendrán de muy lejos, de horas y horas de autobús de distancia. Junto a la entrada hay chavos y chavas que vencen dulces, refrescos, periódicos. Es extraño. Pensar que en todas esas cajas y bolsas hay plazas, kilómetros de concreto, mercados. Pensar que mucho de todo eso no se hará y que al año que viene ocurrirá igual y al otro igual. Y que a todos les parece normal.

El secretario particular del alcalde electo de Temamatla se despide. Dice: "Ya me tengo que ir, disculpa".

- Ya, ya, pero oye, ¿y todo esto no se puede hacer por correo electrónico?

"Sí estaría bien", lanza, mientras se va corriendo. El señor-de-resguardo-y-seguridad ha gritado su nombre.

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Sobre la firma

Pablo Ferri
Reportero en la oficina de Ciudad de México desde 2015. Cubre el área de interior, con atención a temas de violencia, seguridad, derechos humanos y justicia. También escribe de arqueología, antropología e historia. Ferri es autor de Narcoamérica (Tusquets, 2015) y La Tropa (Aguilar, 2019).

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