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DE MAR A MAR
Columna
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G20, otro partido que se juega en Buenos Aires

El objetivo de Macri es bien modesto: que la cumbre no fracase tras lo sucedido en la final de la Copa Libertadores

Carlos Pagni
Macri, durante un mensaje a Argentina.
Macri, durante un mensaje a Argentina. EFE

La final de la Copa Libertadores entre Boca y River no pudo jugarse porque las autoridades argentinas no lograron garantizar la seguridad de quienes asistían al partido. Ni siquiera de los jugadores. La vergüenza se cruza con la alarma. El próximo fin de semana se celebrará en Buenos Aires una nueva cumbre del Grupo de los 20. La número 13. Mauricio Macri cruza los dedos. Y las redes sociales desbordan de humor negro por la incapacidad de su Gobierno para mantener el orden.

El G20 es relevante por ser el único club en el que los principales líderes mundiales se ven las caras. Tuvo un papel estratégico durante la tormenta financiera de 2008-2009, estableciendo reglas que evitaron una guerra de monedas, que podría haber derivado en que la crisis fuera más larga y más profunda. A partir de entonces, su misión quedó desdibujada. Pero su existencia sigue siendo importante porque, ante cualquier emergencia, ofrece un mecanismo ágil de discusión de jefes de Estado decisivos.

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Más que por su temario específico, la reunión de Buenos Aires, que se extenderá entre el viernes y el sábado, interesará por su agenda paralela. Si bien el G20 fue diseñado por Estados Unidos, ahora es Donald Trump el que, enemigo de cualquier dinámica multilateral, pretende disecarlo. Él utilizará el viaje a la Argentina para llamar la atención sobre algunas de sus iniciativas comerciales.

Se da casi por seguro que Trump, el canadiense Justin Trudeau, y Enrique Peña Nieto, quien dedicará a la cumbre sus últimas horas en el poder, firmarían el viernes la versión renegociada del Nafta. El presidente norteamericano se entrevistará también con Vladímir Putin. En cambio, sobre el cotejo más esperado no hay confirmación alguna.

Es la conversación entre Trump y el chino Xi Jinping. El mundo entero, y sobre todo los agentes económicos, esperan una señal que indique si la guerra de tarifas entre los Estados Unidos y China encontrará una tregua o si, en cambio, se acelerará. Cualquier indicio es decisivo. Sobre todo desde que el vicepresidente estadounidense, Mike Pence, llamó a una cruzada contra los chinos. Una nueva Guerra Fría.

La tensión entre Estados Unidos y China pesó sobre las reuniones preparatorias de la cumbre, en particular sobre las de ministros de Finanzas y presidentes de Banco Centrales. La secuencia registró, en los últimos meses, un suave giro de los países europeos. De acercarse al Gobierno de Xi, pasaron a ocupar una equilibrada posición intermedia. A pesar de su estilo, Trump consiguió que en Europa se vaya extendiendo un consenso respecto de que la china, por el volumen de los subsidios que destina a las empresas paraestatales, no es una economía de mercado. Esa coincidencia transatlántica se debe también a la piratería intelectual y a la falta de transparencia de los créditos chinos para planes de infraestructura en África y América Latina. La probabilidad de un cese del fuego entre Trump y Xi es baja. Ni siquiera existe confianza en que la entrevista se realice.

A la sombra de la cumbre podría realizarse otro encuentro significativo. El del presidente turco Recep Tayyip Erdogan con el príncipe Mohamed Salman, de Arabia. La tenebrosa relación entre ellos dos viciará el aire de la reunión. Los medios de comunicación ligados al Gobierno turco han sido cada vez más explícitos en culpar a la monarquía saudí por el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, en el consulado árabe de Estambul. La casa real debió admitir la responsabilidad del gobierno en el crimen. Pero aclarando siempre que Salman no estaba en conocimiento de los hechos. La escena será incómoda también para Trump, acusado por sus opositores demócratas de ser demasiado contemplativo con el gobierno de Arabia. En rigor, no hay ocasión alguna en que Trump pueda relajarse. También se verá con Emmanuel Macron, con quien viene cruzándose en una ácida batalla retórica. Entre sus muchos desacuerdos, hay uno sobresaliente: la posición frente al cambio climático, que volverá a discutirse en la conferencia anual de las Naciones Unidas, convocada en la ciudad polaca de Katowice para el mes que viene.

De los latinoamericanos que integran el G20 sólo se destacará Mauricio Macri. Peña Nieto participará sólo un día, porque el sábado estará entregando el Gobierno de México a Andrés Manuel López Obrador. El brasileño Michel Temer también está de salida. Su polémico sucesor, Jair Bolsonaro, que había pensado asistir, debió quedarse en Río de Janeiro para una intervención quirúrgica que le harán en pocos días.

El objetivo de Macri es bien modesto. Que la cumbre no fracase. Y, de ser posible, que se emita un documento. Tres carillas. A la luz de lo ocurrido con la Copa Libertadores, la sola realización del partido es una hazaña.

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