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Estar sin estar
Tribuna
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Son milagros

Son del corazón y de todos los tiempos que van tatuando la piel de las lluvias de verano

De lejos, llegan las notas del son directamente al corazón del alma. Requinto de colibrí con piquito de azúcar y seis cuerdas de guitarra que se enredan con un tres cubano para que conste el Caribe; agregue usted un cinco zapotero, la segunda voz tipluda y una jarana de ocho cuerdas que se tocan con hueso de pollo. Que Fulano se encargue de la quijada de burro, que es ritmo y remolacha de semillas que fueron dientes. Salpicado de colores, de lejos llegan los milagros del son y si es conversos de Mardonio Sinta, mejor aún.

Alguien dijo que el son es dolor y llevaba razón, porque es saudade de melancolía y feliz tristeza. Es que te pido una lima y me avientas un limón, cuando lo único que pido es la llave de tú corazón o aquello de que tienes unos ojos tales que no merecen llorar, unos ojos que de tan bellos, más que bien que lloren por ellos. Y así se enreda el calor del planeta que incendia en los climas enrevesados, mirando de lejos el paisaje de todo lo que se ha quedado atrás, allá lejos tras los pliegues de una camisa bien planchada que llaman guayabera; allá por el cuello floreado de una blusa bordada y en la comisura de unos labios que se te quedan mirando quietos.

Milagros del son en cada página de la enciclopedia inédita que reúna en quiénsabecuántos volúmenes la geografía del alma que va del montuno al huasteco, del jalisciense al soconusco y de retro, por la surada. ¿Qué pajarillo es aquél que canta en aquella lima? Dile que no cante, que mi corazón lastima, dice en el margen de un pergamino gastado donde alguien va trazando la ruta del alma, los milagros del son como racimos de un rosario viviente donde las rimas son instantáneas y fugaces, nombres de las cosas y de los rostros que parecen cantarle a la soledad que llevabas encima cuando cruzaste el charco de ida o vuelta de una aventura que termina en el punto exacto del Sol mayor que Fulano jaranea para que entre un violín al paso viejito, cansado y bonito del calorón que te baña. Son del corazón y de todos los tiempos que van tatuando la piel de las lluvias de verano, el chubasco del tiempo y la canícula por venir; son del alma que es el milagro de poder levitar en México estando a miles de kilómetros de nubes y vientos suaves, marcados en la piel del sueño y la ilusión de todos los recuerdos que simple y sencillamente caben en un son.

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