Silencio y rabia en las aulas de Guadalajara por el asesinato de los estudiantes de cine
Los jóvenes saldrán a las calles este jueves por segunda ocasión para demandar justicia por los tres alumnos
Tres coronas fúnebres están en la fachada de la Universidad de Medios Audiovisuales a la que Salomón Aceves Gastélum, Marco García Ávalos y Daniel Díaz –los tres estudiantes de cine asesinados por el narco en Jalisco– acudían todos los días para echar a andar sus carreras profesionales. Un grupo de estudiantes conversan sobre sus proyectos finales del trimestre mientras esperan en la acera. Con la pesadumbre de las últimas noticias sobre el homicidio de sus compañeros a manos del Cartel Jalisco Nueva Generación se niegan a hablar del tema. Los profesores prefieren no recordar que los tres alumnos ya no caminarán por los pasillos de la escuela en los que cuelgan afiches de las películas que admiraban.
Los jóvenes de Guadalajara salieron a protestar el martes tras conocer la noticia y algunas instituciones educativas decidieron mandar ese mismo día las coronas al pequeño centro universitario. En la puerta hay un moño negro en señal de luto y un silencio profundo en una zona donde la actividad de los estudiantes suele animar al barrio Americana. Los padres de los estudiantes han conocido la investigación de la Fiscalía sobre la desaparición de sus hijos el 19 de marzo pero dudan de los resultados. “Los padres no tienen los dictámenes científicos que confirmen lo que declaró el fiscal y no dan por muertos a sus hijos”, asegura Jesús Medina, presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios de la Universidad de Guadalajara.
Medina ha acompañado a los familiares de los tres jóvenes y ha ayudado a organizar junto con estudiantes de otras universidades la segunda protesta en la capital de Jalisco, prevista para este jueves. Los jóvenes de Guadalajara están dispuestos a salir a las calles las veces que sean necesarias para demandar justicia por los tres alumnos y a respaldar a sus familias, que hasta ahora han optado por el silencio. “Más allá de ser una universidad pública o privada, la violencia es un problema que ya nos afecta a todos. El tema de la inseguridad no distingue estratos socioeconómicos”, explica Óscar Augusto, presidente de la asociación de alumnos del ITESO, la universidad privada más grande de la región.
Al caminar por las calles de Guadalajara no existe una amenaza evidente y lejos han quedado las escenas de enfrentamientos entre narcotraficantes que sus habitantes vivieron en 2011. Sin embargo, sus estudiantes reconocen que el peligro de la violencia está allí latente y viven con el miedo permanente a ser sus víctimas. “Cuando una camioneta se detiene junto a ti, no sabes si es de la Fiscalía o del crimen organizado o simplemente alguien que le puso cristales polarizados a su coche”, cuenta Augusto. Jalisco es el tercer Estado con el mayor número de denuncias por desaparición, con 3.000 casos, que se han hecho visibles hasta este lunes cuando la Fiscalía informó que los alumnos fueron secuestrados por narcotraficantes que disolvieron sus cuerpos en ácido.
Los estudiantes reconocen que están indefensos en un entorno que no ha sido controlado por las autoridades, a pesar de que el caso de los tres alumnos de cine se ha convertido en una historia que ha conmocionado a los mexicanos. Tras el secuestro de los jóvenes, cuenta Medina, las llamadas de auxilio fueron atendidas con tres horas de retraso y después la Fiscalía ha presentado una investigación con numerosos huecos que han dejado lugar a dudas sobre la muerte de las víctimas. La ciudad de Guadalajara está llena de publicidad electoral, los políticos locales han puesto en pausa por unos días la campaña en la región, y la gran duda de los estudiantes es qué van a hacer los que sean elegidos con su futuro: “¿Cómo le van a hacer para que jamás vuelvan a diluir a un joven en ácido o para que no desaparezcan personas?”, apunta Medina.
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