La frustración democrática crece en América Latina
La fundación alemana Bertelsmann Stiftung alerta de la amenaza de la desconfianza social en las instituciones de la región
La alarma saltó en el último Latinobarómetro: el apoyo a la democracia en la región lleva cinco años consecutivos de caídas y solo el 53% de los ciudadanos consultados se mostraba partidario de esta forma de Gobierno. Cinco meses después, el think tank alemán Bertelsmann Stiftung le pone letra y argumentos a los fríos datos. La problemática no se circunscribe solo a América Latina, sino que es global: en todo el mundo la evaluación de la calidad de la democracia, de la economía de mercado y, en general, de los Gobiernos están en mínimos desde que se empezaron a recabar datos, allá por 2006. Pero en el caso concreto de Latinoamérica las señales de alerta que envía el último Índice de Transformación de la fundación germana son especialmente preocupantes: “Hay signos en aumento de un síndrome por el que las élites políticas no logran ofrecer soluciones satisfactorias”.
Esta crisis de confianza, subrayan los especialistas de Bertelsmann Stiftung, está empezando a erosionar la propia legitimidad de los Ejecutivos regionales, cuyos niveles de aprobación están -salvo en contadas excepciones- en niveles históricamente bajos. “Más aún, hay una amenaza creciente sobre la legitimidad de la democracia en sí misma, que sigue perdiendo apoyo en la población. En Latinoamérica la insatisfacción con el funcionamiento de la democracia está amenazando con mutar en un descontento en la democracia como tal”.
El consenso en torno al modelo democrático sigue siendo la nota predominante en América Latina, pero su fuerza cada vez es menor. En su diagnóstico, los especialistas de la organización privada alemana detectan un bajo estado de ánimo social “alimentado por una creciente discrepancia entre las mayores demandas de los ciudadanos y la falta (real o percibida) de capacidad para resolver los problemas por parte de las élites políticas, cuya reputación se ha visto mermada por escándalos de corrupción en los últimos años”.
De los 21 países tomados como muestra en el estudio únicamente cinco -Uruguay, Chile, Costa Rica, Jamaica y Argentina- son considerados “democracias en consolidación”. Otros nueve -Brasil, El Salvador, Panamá, Bolivia, República Dominicana, Colombia, Perú, Paraguay y México- son catalogados como “democracias imperfectas” y tres más -Ecuador, Honduras y Guatemala-, como “democracias altamente imperfectas”. Las autocracias, por su parte, se dividen en dos: las “moderadas” -Nicaragua, el único Estado de la región que ha pasado a engrosar esta lista de dudoso honor desde 2006, y Haití- y las de “línea dura” -Venezuela y Cuba-.
De entre la pléyade de factores de esa desafección, los técnicos del think tank con sede en Gütersloh se detienen en uno: el estancamiento económico generalizado desde 2010 del que solamente ahora la región empieza a salir. “El auge económico que, desde el inicio del milenio, llevó a muchos latinoamericanos a la clase media baja es cosa del pasado”. En ese entorno de bajo crecimiento del ingreso per cápita, los “importantes” esfuerzos de apoyo público se han tornado en claramente insuficientes ante el frenazo en la creación de empleo formal.
El declive en el precio de las materias primas que acompañó la crisis económica de los países avanzados en la primera mitad de esta década no lastró la expansión económica de la región, golpeando con fuerza los cimientos de los países que habían girado al modelo que Hugo Chávez popularizó como “socialismo del siglo XXI” -Venezuela, Ecuador, Bolivia y la Argentina de los Kirchner, entre otros-, pero también pasando factura a las economías que han seguido los principios del libre mercado. “El modelo económico liberal está amenazado por el prolongado estancamiento de graves consecuencias sociales. Esto es así porque los principales problemas de América Latina siguen sin ser resueltos -dependencia de las exportaciones de materias primas, baja productividad y altos niveles de desigualdad- y se ven exacerbados por la disparidad educativa, que frena el desarrollo económico”.
A la economía se suma, en el diagnóstico de Bertelsmann Stiftung, las crecientes tasas de violencia en la región: los 21 países de Latinoamérica se encuentran entre las 25 naciones con mayor tasa de homicidios del mundo, una vez excluidas las zonas de guerra. Y 43 de las 50 ciudades más violentas del planeta también están en la región. “Hasta el momento, no se han puesto en marcha soluciones intrarregionales convincentes para encarar este desafío”, subraya el organismo. El único caso de éxito en este aspecto en la última década –“aunque no completo”-es, a su juicio, el acuerdo de paz en Colombia, “que marca un avance significativo” en el país sudamericano.
El resultado de estos factores es un declive “no dramático, pero sí continuo” en la salud democrática latinoamericana. A los casos más evidentes de erosión democrática, Venezuela y Nicaragua, la fundación germana suma el de Brasil, con el “dudoso” proceso de destitución de Dilma Rousseff que desembocó en la llegada a la presidencia de Michel Temer en mayo de 2016. También las maniobras para permitir la reelección directa de gobernantes en el poder en varios países de la región -República Dominicana, Honduras, Ecuador y el intento fallido en Paraguay-. “Incluso Argentina y Ecuador, dos países con perspectivas relativamente positivas de desarrollo democrático, ofrecen solo una perspectiva limitada de mayor consolidación de esta tendencia” en el futuro.
Este año será, siempre según Bertelsmann Stiftung, una “dura prueba” para la solidez de las democracias latinoamericanas. Para enero de 2019, cuando vea la luz su próximo Índice de Transformación, al menos 13 países habrán celebrado elecciones presidenciales. “No se puede descartar que el panorama político experimente un cambio mayor, especialmente teniendo en cuenta el estado de ánimo antiestablishment en algunos países. Esto aplica, especialmente, a dos pesos pesados: Brasil y México”.
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