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Las medidas proteccionistas de Trump complican aún más la renegociación del TLC

Los aranceles sobre el acero y el aluminio sientan como un jarro de agua fría en la Ciudad de México, donde se celebra la séptima ronda de conversaciones

Ignacio Fariza
El jefe negociador estadounidense, John Melle, en el hotel de la Ciudad de México en el que se celebra la séptima ronda de negociación del TLC.
El jefe negociador estadounidense, John Melle, en el hotel de la Ciudad de México en el que se celebra la séptima ronda de negociación del TLC.E. G. (REUTERS)

Trump maneja el calendario a su antojo. Eligió los días previos a la sexta ronda de negociaciones para la modernización del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), hace poco más de un mes, para anunciar la imposición de un arancel especial sobre paneles solares y lavadoras. Y ha elegido el punto central de la séptima ronda de encuentros entre los equipos negociadores para airear su hasta ahora mayor apuesta por el proteccionismo: la puesta en marcha de tarifas arancelarias sobre la importación de acero y el aluminio importado. La medida, salpimentada por unos tuits en los que el presidente de la primera potencia mundial alaba las guerras comerciales -que, afirma, son “fáciles de ganar”- ha sentado como un jarro de agua fría en el hotel de la capital mexicana en el que se celebran los encuentros trilaterales para destrabar el mayor acuerdo comercial del planeta, según han reconocido a EL PAÍS fuentes próximas a la negociación.

“Ya de por sí muy difícil negociar bajo la amenaza [de ruptura del TLC]”, apunta un asesor de la delegación mexicana en el proceso. “Pero si a eso le añades los aranceles...Se hace aún más complejo”. La tensión se ha disparado: sin avances en los asuntos más complejos de la negociación, la imposición de tarifas arancelarias y la puerta abierta a una guerra comercial se interpretan como sendos ataques sobre la línea de flotación de las conversaciones. Canadá es el principal damnificado por las medidas proteccionistas de Washington sobre el acero y el aluminio, que entrarán en vigor la semana que viene. México, por su parte, es el cuarto mayor exportador de acero a EE UU, tras la propia Canadá, Brasil y Corea del Sur.

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El desencanto en las conversaciones no se circunscribe únicamente al lado mexicano: también al canadiense y, en cierta medida, al estadounidense. En el primer caso, el encargado de verbalizarlo ha sido Jerry Dias, jefe del mayor sindicato de Canadá (Unifor): “El equipo canadiense está completamente frustrado. Está claro que todo el tono de las negociaciones del TLC ha dado un paso atrás”, ha afirmado después de reunirse con el jefe negociador canadiense, Steve Verheul. En el segundo, el estadounidense, por el desconcierto de sus propios negociadores: muchos son los mismos que se sentaron a la mesa, también con México y Canadá, para tratar de sacar adelante el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés) en tiempos de Barack Obama. Por aquel entonces, la máxima estadounidense era el libre comercio. Ahora, menos de un lustro después, les toca defender el discurso contrario.

“Existe una buena posibilidad de que esto [los aranceles anunciados] eventualmente lleve al presidente [Trump] a anunciar su intención de retirarse del TLC, aunque tal anuncio no parece probable a corto plazo”, apunta en una nota el jefe de análisis económico de Goldman Sachs, Jan Hatzius. La propuesta tarifaria, opina el economista jefe del gigante estadounidense de la banca de inversión, “no se basa en ningún argumento económico”. En la misma línea, Ignacio Martínez, profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) muy cercano a la negociación, cree que las conversaciones entran en una fase de “impasse, si no de rompimiento”. “Sin duda, se trata de una fuerte presión para que México acepte todas las condiciones estadounidenses”, agrega Martínez.

La séptima ronda estaba señalada en rojo en el calendario como aquella en la que los tres países debían acercar posturas si querían cerrar un acuerdo preliminar dentro de un mes, en la cumbre de Washington. De no alcanzar ese pacto en la capital estadounidense, el margen para alcanzar un acuerdo antes de las elecciones presidenciales mexicanas de julio es mínimo.

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Los aranceles y el endurecimiento del tono proteccionista han sentado particularmente mal en la negociación, pero no han sido una sorpresa para nadie que haya seguido el proceso: son parte esencial del programa electoral con el que Trump ganó las elecciones presidenciales de noviembre de 2016 y el hoy presidente está siendo congruente con lo prometido. Desde ese punto de vista es un mal precedente para el futuro del TLC, que el magnate también prometió romper si no lograba renegociar a su favor. “Es un recordatorio y una lección para tener muy presente las motivaciones de Trump para renegociar el TLC: reducir el déficit y regresar el empleo. Es su agenda y no se nos puede olvidar”, apunta Luz María de la Mora, directora de la consultora LMM y ex jefa de unidad de Negociaciones Comerciales Internacionales en la Secretaría de Economía mexicana. “Sin duda, no crea el mejor ambiente de negociación: lo enrarece. Y hace que sea menos políticamente aceptable para México y Canadá hacer concesiones cuando EE UU está imponiendo medidas draconianas a sus socios. Es difícil de vender en la opinión pública”, cierra De la Mora. “Trump siempre tiene el buen tino para que su agenda permee en momentos en los que pueda tener un efecto mayor”.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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