El desencuentro social de Morena
López Obrador se distancia de los votantes progresistas y lanza el mensaje: todo vale para ganar
La campaña electoral de 2018 será recordada porque culminó un proceso de varios años en el que el pragmatismo político desplazó a la ideología de los partidos. El PRI postula a un no militante, la izquierda y la derecha se unen en una alianza nacional. El círculo lo cierra este año la coalición del izquierdista Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), que además de acudir a las urnas con el socialista Partido del Trabajo lo hace también de la mano de Encuentro Social, un partido ultraconservador creado con bases de iglesias evangélicas e inspirado en el activismo político de los pentecostales brasileños. Una alianza con la que Andrés Manuel López Obrador aleja a posibles votantes progresistas y deja un mensaje claro: todo vale para ganar.
Los analistas han calculado el rédito que López Obrador puede tener al ir de la mano con un partido formado, principalmente, de pentecostales, asambleas de Dios, bautistas, metodistas y presbiterianos. Encuentro Social lo puede ayudar a tener mejores votaciones en el norte y centro del país, donde la palabra izquierda es poco apetitosa para el electorado más tradicional. En 2015, por ejemplo, el partido obtuvo en el Estado de Hidalgo un 9% de los votos en la elección federal. Superó por más de 2.000 votos a Morena en una entidad que le es muy fiel al PRI.
Otros explican que la alianza permitirá a López Obrador tener a su disposición más propaganda en los medios de comunicación. El líder de Morena podrá tener acceso a 1.2 millones de spots extras, 663.000 aportados por sus socios conservadores. El resto del Partido del Trabajo. Sumados, la alianza Juntos haremos historia rozará los 2.2 millones de anuncios de campaña en los próximos meses. Es la tercera alianza con más publicidad tras la del PRI-Verde-Nueva Alianza y Por México al Frente (PAN-PRD-MC).
Las justificaciones electorales ya han comenzado a ser esgrimidas por algunos simpatizantes de Morena. Sin embargo, un repaso de las noticias que Encuentro Social y sus integrantes han producido en los últimos años pone en duda la imagen de congruencia que López Obrador ha cultivado por tanto tiempo.
Hugo Eric Flores, presidente de Encuentro Social, ha apostado por comerciar con su partido en elecciones locales como estrategia de crecimiento. En 2003 se alió con Convergencia (hoy Movimiento Ciudadano), una formación de centro izquierda. Tres años después pactaron con el PAN para trabajar en la candidatura de Felipe Calderón a la presidencia. También se han aliado con el PRI. Este verano, la organización acompañó al tricolor en una alianza en el Estado de México. El PRI pudo retener su bastión y Morena, que quedó en segundo lugar, acusó a los partidos de operar un fraude. Morena se ha aliado hoy con uno de sus victimarios recientes.
Flores también tiene un oscuro pasado. El Gobierno de Calderón recompensó su apoyo y lo nombró oficial mayor de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat). Germán Martínez Cázares, el zar anticorrupción en esa gestión, lo inhabilitó en agosto de 2007 para ocupar un cargo público durante 10 años por desempeñarse en su gestión con "falta de honradez" y de transparencia y por haber puesto como coordinador de asesores a otro funcionario sancionado por corrupción. Morena, que pretende encabezar una cruzada nacional anticorrupción en la campaña, ha elegido a un extraño compañero de cama.
En enero de 2001, López Obrador visitó durante su primera campaña presidencial Guelatao (Oaxaca), el pueblo en el que nació una de sus figuras políticas de referencia, Benito Juárez. Al evento lo acompañó el escritor Carlos Monsiváis, que leyó un largo discurso sobre la herencia del presidente mexicano que impulsó las Leyes de Reforma, que nacionalizaron los bienes del clero y separó la Iglesia del Estado. “Los más profundo de su legado es la certidumbre del laicismo, que garantiza la actualización permanente del conocimiento, el respeto del Estado a las formas distintas de profesar una fe o abstenerse de hacerlo, la discusión libre de los avances científicos y las libertades artísticas”, dijo Monsiváis. 12 años después, López Obrador entendió que quizá para llegar al poder necesita más de los pentecostales que votan y menos de Juárez.
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