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Columna
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La ironía bumerán de Gilmar Mendes sobre el trabajo esclavo

La sociedad brasileña, sin división de opiniones por una vez, carga las tintas contra el magistrado

Juan Arias

Es posible que el polémico magistrado del Tribunal Supremo brasileño y presidente del Tribunal Electoral, Gilmar Mendes, se esté preguntando por qué la ironía que hizo hace poco sobre el trabajo esclavo se ha convertido en un bumerán que ha movido las redes sociales contra él.

La sociedad brasileña, sin división de opiniones por una vez, ha cargado las tintas contra el magistrado. ¿Qué había dicho tan grave para levantar tanta ira? Recordemos. El Gobierno conservador de Temer está intentando aflojar la ley que castiga en Brasil el trabajo realizado en condiciones de esclavitud, lo que supone un retroceso grave en la lucha contra los nuevos esclavistas. La sociedad protestó con una voz tan airada que Temer ha prometido revisar algunos puntos de esta nueva ley.

Ante una sociedad indignada con el Gobierno, al magistrado del Supremo se le ocurrió tratar el tema con ironía barata. "Yo me someto a un trabajo exhaustivo, pero con placer, y no considero que eso sea un trabajo esclavo", comentó, y se preguntó, insistiendo en su ironía, si sería también trabajo esclavo "el de los conductores de los magistrados del Supremo que esperan en los sótanos del garaje". Era como decir: no exageremos queriendo considerar como esclavo cualquier trabajo.

Lo que no entendió el magistrado es que la ironía y la sátira son uno de los géneros literarios más difíciles y peligrosos de manejar. Se necesita una inteligencia aguda para usarlo, de lo contrario se convierte, como en este caso, en un bumerán.

No entendió Gilmar Mendes que desde los griegos, pasando por los romanos, hasta nuestros días, la sátira tiene que ser dirigida contra los verdugos y no contra las víctimas. Por ello es libertadora. Con su ironía, el magistrado no entendió –¿o sí?– que lo que estaba haciendo era apoyar la flexibilización de las leyes contra el trabajo esclavo.

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No entendió que lo que hizo fue ofender no solo a esos miles de trabajadores que viven aún hoy en situaciones degradantes, sino también a millones de empleados comunes, los que no tienen la suerte, como él, de trabajar en algo que "le da placer" y además alta remuneración. No comprendió que el trabajo es muchas veces alienante, burocrático, mal retribuido, que la gente acepta no por gusto o placer, sino porque necesita vivir y sacar adelante una familia. Y son la gran mayoría.

Por las venas de Brasil corre aún demasiada sangre de los antiguos esclavos, y corre demasiado dolor de los millones de trabajadores que, por culpa de la tremenda desigualdad social que golpea al país, se ven obligados a hacer tantas veces un trabajo que arrastra las huellas de la antigua esclavitud. ¿Cabe hacer humor con ellos?

No se trata de estar contra el uso de la sátira, que es la sal que da sabor a la dureza de la vida y a los abusos del poder. Nada es más eficaz que una viñeta inteligente para poner de rodillas a un canalla o desinflar el ego de quien se cree por encima de los demás. A nadie molesta tanto la sátira como a los poderosos. Y muchas veces, una buena viñeta de humor se convierte en el mejor editorial del periódico.

Todos los autoritarios han tenido pavor a la ironía y siguen teniéndolo. En una viñeta que vi reproducida días atrás en Facebook, que seguramente se refería a la ironía del magistrado brasileño, aparece un trabajador diminuto con una cadena de hierro al cuello. Su jefe, alto, vestido de negro, lo mira y le dice: "Se a corrente está frouxa não é trabalho escravo" ("Si la correa está floja, no es trabajo esclavo"). El título de la viñeta es: Flexibilizou (Flexibilizó). Esto sí es sátira inteligente.

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