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Columna
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¿Español o catalán?

Separados nos sentiríamos más solos en un planeta que había empezado a romper sus fronteras para sentirse una única aldea enriquecida por la fuerza de la unión de sus lenguas y sus culturas

Juan Arias

Algunos lectores brasileños me han pedido que, como español, “me defina sobre Cataluña”. Empiezo por decir que no me gustan ni las banderas ni los himnos. No me emocionan. Quizás por ello me siento, sobre todo, ciudadano del mundo.

Himnos y banderas me traen ecos de batallas de unos pueblos contra otros. Los himnos nacieron como gritos de guerra. Prefiero los minutos de silencio para recordar alguna tragedia, como los celebrados en Barcelona para homenajear a las víctimas del terrorismo.

No me gustan las banderas que me evocan igualmente los tiempos, desde la antigüedad, cuando los pueblos luchaban entre sí para ensanchar sus territorios. Los papas bendecían las banderas de los cruzados. La cruz cristiana sigue presente en muchas banderas. Yo prefiero las cantadas por el grupo de rock español, Extremoduro:

Las banderas de mi casa son la ropa tendida,

en mi casa las banderas son los pájaros sin amo….

En mi casa las banderas son de todos los colores…

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
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En mi casa las banderas están hechas de agua pura

son los duendes del parque que registran las basuras.

Me gustaría tejer una bandera con los colores de todas las culturas del planeta. Una bandera que recoja las aspiraciones de justicia y libertad de todos los oprimidos y olvidados, los sueños de todos los poetas, los latidos de todos los enamorados.

Soy hijo del planeta. Por ello, me siento catalán porque soy español. Y porque soy español me siento también gallego y asturiano y vasco y andaluz y castellano. Me siento español de todas sus comunidades, cada una con su historia, su literatura y sus riquezas naturales. Si acaso me sentí, de joven, atraído especialmente por Cataluña, por haberse opuesto al franquismo y porque fue la que mas se contagió de los valores democráticos del exterior, cuando el resto de España dormía en su ostracismo, ausente del mundo. La democracia le debe mucho a Cataluña.

Soy español de toda España y soy europeo porque tengo conciencia que la Unión Europea no solo trajo prosperidad al viejo continente, sino sobre todo paz, ya que el único medio siglo de Europa sin guerras fue el que estamos viviendo desde que nació la Europa Unida.

Hoy, cuando me invade la tristeza de ver aletear de nuevo sobre España a los demonios de una posible guerra entre hermanos, tengo la certeza que, acabe como acabe, el drama catalán, separados nos sentiríamos más solos en un planeta que había empezado a romper sus fronteras para sentirse una única aldea enriquecida por la fuerza de la unión de sus lenguas y sus culturas.

Que la Cataluña del diseño y de la economía, la de sus arquitecturas que emocionan al mundo, la Cataluña laboriosa y seria, la democrática, la envidiada por empresarios e intelectuales, la abierta al mundo, no renuncie a ser esa parte que España necesita para serlo del todo. Y que la España democrática y europeísta, que creció y prosperó de la mano de Cataluña que la ayudó a luchar contra la barbarie de la guerra y de la dictadura, no permita, aunque sea a costa de inventar lo imposible, que los catalanes acaben fuera de ella.

Perderíamos todos los españoles, perdería Europa y perdería el mundo, ya que hoy no se mueve una ficha en su tablero sin que las demás entren en alarma. “Divide y vencerás” fue un antiguo grito de guerra. La paz, la de España y la de Cataluña, la de Europa y la del mundo, solo será posible juntos, no partidos.

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