El terremoto golpea el sector turístico mexicano
Ante el temor de los turistas, la ocupación hotelera en la capital mexicana y en el resto del territorio baja al 30%
Dos terremotos y más de 4.400 réplicas en menos de un mes, que han causado centenares de muertes, además de dos huracanes, han impactado también contra la industria turística mexicana, una de las más boyantes del país (que representa casi el 9 % del PIB y da trabajo a nueve millones de personas). Los hoteles de Ciudad de México, sobre todo, están viendo día a día un goteo constante de cancelaciones o de huéspedes que se marchan, en especial en las colonias de Roma y Condesa, dos de los barrios más antiguos y más trendy de la capital, zona cero de la hecatombe, donde los escombros y los edificios derrumbados han sustituido al paisaje habitual de cafés, galerías de arte, bares y tiendas llenas de extranjeros y mexicanos.
En solo una semana, según la Asociación Mexicana de Agencias de Viajes (AMAV) el número de reservas de turistas extranjeros y mexicanos en la capital ha disminuido hasta un 50%, cuando lo normal en esta época es un 66% de ocupación, y un 15% en el resto del país. Fuentes oficiales reducen las cancelaciones a un 30% en todo el territorio e insisten en que los destinos más solicitados como Cancún, Puerto Vallarta, Los Cabos y Acapulco no han resultado afectados, pero se teme el efecto contagio. De hecho, el secretario de Turismo, Enrique de la Madrid, presentó este lunes en Nueva York la campaña México, un mundo en sí mismo para promocionar la afluencia de extranjeros. "Todos los destinos están abiertos y no hay ninguna razón para que los viajeros cancelen o cambien sus planes de viaje, porque contribuyen a la economía de las comunidades locales”, afirmó.
Muchos profesionales del sector están preocupados y sostienen que sus negocios siguen abiertos por vacaciones porque, de los 300 hoteles capitalinos, solo siete han tenido que cerrar por daños estructurales y otros 15 deben pasar por una revisión, aunque ninguno de ellos figura en los circuitos turísticos habituales según fuentes gubernamentales, mientras que de 60 ubicados en Roma y Condesa son escasos los que han tenido daños leves en fachadas y habitaciones. Pero cuando hay miedo, las estadísticas no sirven de consuelo.
“A partir del terremoto y de los días siguientes hemos tenido un 70% de cancelaciones”, dice Homero Nava, propietario del hotel Villa Condesa, un local boutique en la calle Colima de la capital mexicana, de pocas habitaciones y situado en un palacete restaurado con esmero que no sufrió ningún daño durante el seísmo y que se transformó en un auténtico oasis de tranquilidad en aquella noche de pesadilla para miles de chilangos. “Es un 30% menos que el año pasado. Queremos pensar que se va a recuperar cuando pase el impacto mediático. De hecho, estamos recibiendo muchos mensajes de apoyo desde todo el mundo y les decimos que la mejor forma de apoyar es venir”, asegura.
A pocos metros, en el lujoso Condesa DF, situado en la Avenida Veracruz, perteneciente a la cadena Habita y frecuentado por celebridades, Óscar, desde recepción, confirma la tendencia. “Hemos tenido muchas anulaciones, aunque no le puedo dar el dato preciso. Sobre todo para el mes de octubre, no aún para noviembre o diciembre”. Las mismas cifras esgrime Israel Cruz, de la Casa Malí, alojamiento habitual de ejecutivos extranjeros frente al Parque México, que se vio obligado a cerrar algunos días por falta de servicios, pero que ahora opera con normalidad. “Calculamos que estamos perdiendo un 20% de las reservas”, asegura.
El temido efecto de cualquier catástrofe para el turismo, como ocurre con fenómenos como la violencia o el terrorismo, se concentra en zonas muy determinadas (todos los Estados afectados por los terremotos como Ciudad de México, Oaxaca, Morelos y Chiapas suman el 28% del turismo del país) y afectan a un segmento muy específico, sobre todo, los estadounidenses y canadienses (los visitantes mayoritarios) que son los que más detalles demandan sobre la seguridad y la localización de los alojamientos. “Cuando suceden estos fenómenos la gente no quiere dormir, tenemos que regresar el efectivo y nos quedaremos sin flujo de caja”, aseguraba a los medios Rafael García, presidente de la Asociación Mexicana de Hoteles y Moteles (AMHM). Muchos establecimientos y aerolíneas están pensando en ofrecer una política agresiva de descuentos para atraer a los visitantes, con unas rebajas que podrían llegar hasta el 50% en lugares como Acapulco para los próximos tres meses.
Los expertos temen que ni siquiera estas medidas puedan despejar un panorama sombrío para el país norteamericano, justo cuando, paradójicamente, casi acababa de cerrar su mejor ejercicio en 2016: 35 millones de turistas, una cifra que le había convertido en el octavo destino mundial, a pesar de que, con sus incontables bellezas naturales, está por debajo de su capacidad turística, su oferta hotelera es mejorable por extrema (los establecimientos oscilan entre el lujo afroasiático impagable, el todo incluido o los moteles dudosos) y de que la violencia, cada vez más extendida, disuade a muchos viajeros, por no hablar de la apreciación del peso, que encarece el viaje. Pero México no puede permitirse perder un sector vital para su economía: solo en 2016, dejó unos beneficios de 20.000 millones de dólares y con una oferta de casi 400.000 habitaciones. “Yo pienso mantener mi viaje a México en octubre, ya tengo los billetes”, dice Ana Goicoechea, una ejecutiva española, que se alojará con su familia en la capital, en la zona de Polanco, y que tiene familiares en México. “Es mi forma de ser solidaria”.
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