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RADIOGRAFÍAS AMERICANAS
Columna
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Mi padre perdió la guerra

Nadie supera el dolor del exilio ni la pavorosa matanza entre hermanos

Mi padre nació en Madrid en 1916, para ser más preciso en el barrio de Lavapiés, lo más madrileño de lo madrileño. Se reconocía como un gato feliz. La guerra, como él decía, lo pilló con 20 años cumplidos, un chamaco.

A muy temprana edad conoció la violencia, el luto por la pérdida de familiares muy queridos y vivió una pavorosa masacre entre todos sus hermanos españoles que también asistieron a la destrucción de pueblos y ciudades como consecuencia de los despiadados bombardeos de la aviación alemana y de la italiana. Cuando se abordaba en el seno de la familia el tema de la Guerra Civil —“que de civil nada”, comentaba con profunda tristeza y humor negro—, una conversación que se daba de tarde en tarde porque él se salía de la piel, en tanto su rostro se enrojecía congestionado por la sangre y por la furia que jamás pudo superar, no dejaba de comentar que su madre estaba del lado de la República, en tanto su padre, director de diversas cárceles, se proclamaba monarquista.

Mis abuelos siempre se encontraban de frente en la temática política y comenzaba el lanzamiento de proyectiles y el intercambio de epítetos altisonantes. Ella, por ejemplo, sostenía que Alfonso XIII era “un pedo debajo de la corona”. El pleito era inminente. Mi tía Ángeles era franquista y tan lo era que delató a sus hermanos republicanos cuando iban a ser atrapados por las fuerzas franquistas para fusilarlos ante cualquier paredón improvisado. Apenas pudieron salvar la vida. La guerra, ¿está claro?, comenzó en los hogares españoles…

Nunca he estado de acuerdo con ningún tipo de tiranía, ya sea de derecha o de izquierda. Solo que hay de dictadores a dictadores, si es que cabe alguna diferencia entre estos asesinos de pueblos y democracias.

En el caso que nos ocupa me parece ciertamente indigerible que un criminal como Francisco Franco, Caudillo de España por la Gracias de Dios… (caray con la desvergüenza y la megalomanía), hubiera recurrido a la Luftwaffe de Hitler y a la aviación italiana, para que ambas bombardearan España con tal de instalar el fascismo en España. ¿Cómo es posible que un ciudadano pida ayuda a otro país para bombardear a su propia patria al costo que fuera y con las muertes que se produjeran? ¿Quién puede olvidar Guernica, inmortalizada por Pablo Picasso?

¿Cómo es posible que un ciudadano pida ayuda a otro país para bombardear a su propia patria?
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 Si cuando Hitler bombardeó España, en abierta violación a los tratados de Versalles que prohibían la producción de armas, de aviones y submarinos a Alemania y tanto Ingla terra como Francia le hubieran advertido que una nueva incursión aérea en territorio español tendría como consecuencia el estallido de otra guerra en Europa, ésta no se habría producido. De haberse practicado una inspección para comprobar y detener la producción de armamento nazi, le hubieran podido amarrar las manos a tiempo el canciller demoníaco, siempre y cuando las potencias antes citadas no se hubieran acobardado.

En fin, cuando mi padre finalmente llegó a Veracruz entre miles de refugiados españoles, sintió un inmenso agradecimiento por México y por la apertura del presidente Lázaro Cárdenas. Sí, México fue su segunda patria, pero jamás pudo superar el dolor del exilio ni los sentimientos de impotencia que experimentó al abandonar a su familia, su carrera política, su verdadera vocación, dejar atrás a su patria, el medio en donde había nacido y crecido, sus calles, sus tascas, sus teatros, además de una inmensa cantidad de amigos.

Usted, querido lector, ¿se puede imaginar lo que significa tener que abandonar su país en el preciso instante en que lee estas breves líneas, llevando consigo únicamente lo que trae puesto, so pena de perder la vida a manos de unos criminales destructores de las nacientes instituciones democráticas de su patria? ¿Sabe lo que es salir corriendo de su casa, a sabiendas que si llegan a dar con usted lo matan en donde lo encuentren? Nadie supera el dolor del exilio ni la pavorosa matanza entre hermanos, y menos aún, con el apoyo de fuerzas extranjeras. Cuando pude acompañar varias veces a mi padre a España confirmé una y mil veces que al pisar la Madre Patria se convertía inmediatamente en otra persona, la que siempre quiso ser…

 

franciscomartinmoreno.com

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