Renuncia el presidente del PRI tras el descalabro electoral de junio
La caída de Manlio Fabio Beltrones abre las puertas a la renovación del partido gubernamental
Una era toca a su fin. El todopoderoso presidente del PRI, Manlio Fabio Beltrones, ha presentado su dimisión. A los 10 meses de ser elegido, el político que representa como pocos las esencias del priísmo, ha caído víctima de los malos resultados electorales cosechados el pasado 5 de junio. El descalabro, que barrió al partido de cuatro gubernaturas que jamás habían conocido otro color, fue entendido como una señal de su alejamiento de una sociedad civil cada vez más autónoma y crítica. "Los electores dieron un mensaje a políticas equivocadas y a políticos que incurrieron en excesos. Ante la sanción de la sociedad es oportuno parafrasear a Luis Donaldo Colosio: 'Lo que los gobiernos hacen, sus partidos lo resienten", afirmó al presentar su renuncia.
Beltrones, de 63 años, lleva en su sangre el código genético del PRI. Diputado, senador y gobernador; presidente del Congreso de los Diputados, del Senado y hasta hoy del PRI, su biografía atraviesa la historia reciente de México. Desde la era del poder hegemónico hasta la desértica oposición al PAN y el posterior renacimiento con Enrique Peña Nieto. En todos los estados de la materia, este economista y encantador de serpientes ha sabido sobrevivir. No ha habido escándalo ni marejada política que la haya podido tumbar. Incluso cuando se le dio por muerto volvió a salir a flote. Algo de eso ocurrió en 2012 cuando aspiró a la candidatura presidencial frente al pujante Peña Nieto. Enemistado con el grupo de poder que aupaba al joven gobernador, las maniobras de Beltrones acabaron haciendo agua y, para muchos, su futuro quedó sentenciado. Pero como es habitual, renació.
Fiel a la disciplina de partido, sus inmensas dotes para el pacto y su conocimiento del laberinto mexicano no fueron desaprovechados y pasó a coordinar a los diputados del PRI. Dio comienzo una de las épocas más fructíferas del parlamentarismo mexicano. Bajo su batuta, se forjaron los acuerdos con el PAN y el PRD que permitieron sacar adelante el inmenso caudal de las reformas estructurales impulsadas por Peña Nieto. Este éxito, y su implícita demostración de disciplina, limaron la desconfianza que la jerarquía nietista sentía hacía él. “Es un hombre fiable y se desvive por el partido”, decía a este periódico hace unos meses un estrecho colaborador del presidente.
La muestra más palpable de esta redención fue la jefatura del PRI. Obtenida en agosto de 2015, tenía como fin último preparar las presidenciales de 2018. Una señal de enorme confianza. Pero este prometedor viaje, en el que alguno incluso entrevió la candidatura de Beltrones, quedó frustrado el pasado 5 de junio cuando la formación cayó por un abismo cuya profundidad aún está siendo medida.
En juego estaban 12 gubernaturas, 9 de ellas bajo control del PRI. Al final de la noche el partido de Peña Nieto se quedó sólo con cinco. En el camino perdió cuatro bastiones que jamás habían pasado por otras manos. Como remate, su eterno rival, el derechista PAN, la única fuerza que ha sido capaz de desbancar al PRI de la presidencia, obtuvo siete estados de una tacada. Su mejor resultado en la historia.
El golpe tumbó a Beltrones. Su estrategia había buscado defender el suelo rocoso del PRI. Ganar por la mínima, con la esperanza de que la dispersión de voto le favoreciese. El resultado fue bien distinto. Sus oponentes crecieron y el PRI menguó su base. Los escándalos de corrupción, la baja valoración presidencial y la incapacidad de ofrecer un proyecto atractivo habían jugado a la contra. “Hay que asumir el mensaje del electorado, hay actitudes que cambiar”, dijo entonces Beltrones.
Tras el descalabro, su mandato se dio por agotado. Su salida era cuestión de tiempo. El PRI ya no quería estar bajo el mando de quien mejor representaba al PRI. El eterno choque entre lo nuevo y lo viejo que ha caracterizado el periodo de Peña Nieto volvía a emerger.
Hoy, ante la Comisión Política Permanente del PRI, el propio Beltrones puso término al dilema. Nadie duda de que detrás de su marcha está el mismo presidente, quien en los próximos meses, encuesta en mano, habrá de elegir a quien compita en 2018. “La vida y la política imponen retos que no siempre está en manos de uno resolver; pero hay que asumir con responsabilidad las consecuencias. No son los partidos los que ganan, démosle el triunfo a los mexicanos", afirmó en un tono enérgico y hasta orgulloso Beltrones.
La dimisión abre la incógnita de la elección del sucesor. Su nombre definirá, en estos tiempos de crisis, el verdadero rumbo que tomará el partido que aún vertebra la mayor parte de México. Y también la estrategia de la campaña de 2018. El momento de la verdad.
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