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La dimisión de Eduardo Cardozo enreda más la Operación Lava Jato

La oposición teme que la salida del ministro de Justicia entierre el discurso de que la policía actúa con libertad contra la corrupción

Jose Eduardo Cardozo hace un año.
Jose Eduardo Cardozo hace un año. AP

La presidenta brasileña Dilma Rousseff tiene una nueva batalla por delante tras la dimisión de su fiel ministro de Justicia, José Eduardo Cardozo, reemplazado por Wellington César Lima e Silva, desconocido políticamente, incluso para ella. Lima ha llegado al cargo gracias al apoyo del ministro de la Presidencia, Jaques Wagner, por su trabajo como fiscal General del Estado de Bahía durante cuatro años (2010-2014). En aquella época, Wagner, aliado del expresidente Lula, era gobernador del Estado.

Lima es visto como un defensor de los derechos humanos y un experto jurista. Sin embargo, su llegada pone en duda el rumbo de la Operación Lava Jato, ya que el cambio supuestamente se produjo para mitigar los daños que la investigación sobre la corrupción en el Gobierno de Rousseff ocasiona a la imagen del Partido de los Trabajadores (PT), y sobre todo a Lula. En las últimas semanas, la investigación ha mostrado la estrecha relación del expresidente con las constructoras involucradas en la trama corrupta de Petrobras. La justicia le ha citado a declarar ante el Ministerio Publico.

La oposición ve el cambio del ministro como un claro intento del expresidente Lula da Silva y su partido de interferir en la Operación Lava Jato. Esa presión llevó a Cardozo a abandonar su puesto. “Cardozo ayudaba al Gobierno de forma positiva. Y ha dejado el cargo por sus cualidades, por no aceptar que los deseos criminales de Lula interfieran en la política. Es un honor salir así. Esperamos que el nuevo ministro mantenga esa postura”, afirmó un diputado de la oposición, José Carlos Aleluia, del Partido Demócratas (DEM). “El nuevo ministro no puede dejarse llevar por las ganas de Lula, a través de Wagner, de intentar interferir en la Policía Federal”, afirmó el líder del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) en la Cámara de los Diputados, Antonio Imbassahy.

Lula ya declaró la guerra abierta contra el juez Sérgio Moro, que conduce Lava Jato, por verse perseguido políticamente. El fin de semana pasado, durante una fiesta de su partido, el expresidente ironizó sobre la imparcialidad de las investigaciones, y dijo que sabía que en algún momento le levantarían el secreto bancario y telefónico. Sin embargo, si el nuevo ministro de Justicia no logra mantener la independencia de las investigaciones, echará por tierra un viejo discurso del PT, según el cual, durante sus Gobiernos, la Policía Federal siempre ha tenido toda la libertad. Este hecho contrasta, según el PT, con el Gobierno Fernando Henrique Cardoso (1995-2003), del PSDB. “El PT no ha presionado para frenar la investigación. La marca del PT siempre ha sido la de fortalecer los órganos de control. El nuevo ministro seguirá este trabajo”, dice el líder del Gobierno en el Senado Humberto Costa (PT).

Los que conocen al futuro ministro, que tomará posesión del cargo mañana, creen que actuará con imparcialidad, sin influir en las investigaciones. La primera muestra será mantener a la cúpula de la Policía Federal, al menos hasta despúes de los Juegos Olímpicos, una petición de los agentes y comisarios que temen que se interrumpan operaciones relevantes, como Lava Jato y Zelotes, que llegan hasta el corazón del PT. “Cualquier cambio brusco es perjudicial para la institución", destaó el presidente de la Asociación de Comisarios de la Policía Federal, Carlos Eduardo Sobral.

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