Una medalla de oro para Alberto Baillères, el rey de la plata
El magnate Alberto Baillères recibe en medio de polémica la medalla Belisario Domínguez, la máxima condecoración en México
Alberto Baillères besó la medalla Belisario Domínguez. El segundo hombre más rico de México acababa de recibir la presea de oro que representa la más alta condecoración que un mexicano puede recibir en su vida. La nominación de Baillères, de 83 años, para el premio que se entrega cada año fue polémica: los legisladores de izquierda no admitían que se le diera a un empresario que heredó la mayoría de sus negocios durante la posrevolución de México.
“Admito que el único mérito para recibirla es mi amor a México, que me ha movido siempre”, dijo el empresario con la fuerza de un octogenario que no piensa en jubilarse jamás. Baillères mantiene hasta ahora el control de una decena de empresas conglomeradas en el Grupo Bal, no se le conoce heredero aunque tiene siete hijos, seis hombres y una mujer. El magnate llegó para recoger la presea al viejo edificio del Senado, la casona de Xicoténcatl, acompañado de un grupo de mujeres: sus nietas y nueras.
Los senadores dejaron claro que Baillères recibió el galardón porque a través de sus empresas ha generado crecimiento económico en México
Baillères posee una fortuna estimada de 18.200 millones de dólares y es dueño de Fresnillo, la mina de plata más rica del mundo, así como cuantiosos yacimientos de oro. El también llamado rey de la plata, además, administra un conglomerado empresarial que incluye los grandes almacenes Palacio de Hierro, la aseguradora GNP, el Instituto Tecnológico Autónoma de México (ITAM) y la empresa Espectáculos Taurinos de México. En febrero, sorprendió con la creación de su empresa petrolera Petrobal, que en septiembre obtuvo su primer contrato entre las nuevas oportunidades de negocio de la reforma energética.
A pesar de las críticas, los senadores dejaron claro que Baillères recibió el galardón porque a través de sus empresas ha generado crecimiento económico en México. Y al recibir la medalla el magnate aseguró que era un reconocimiento para todos los empresarios que han hecho negocios con honestidad y “no con el fruto de privilegios, prebendas y abusos”. La elección del Senado también sorprendió porque en los últimos años se ha entregado a escritores, poetas, pensadores y políticos que han impactado en la cotidianidad mexicana, pero no al dueño de una de las fortunas más grandes del país.
El año pasado, el poeta chiapaneco Eraclio Zepeda colgó en su cuello la presea. Antes lo hizo el político de izquierda Cuauhtémoc Cárdenas y también el escritor Carlos Fuentes. El investigador Miguel León Portilla y el pintor Rufino Tamayo también consiguieron la condecoración. Hace 20 años que una mujer no recibe el premio, la última en conseguirlo fue la política Griselda Álvarez, en 1996. La medalla es en sí una historia de la posrevolución. La presea honra la memoria de Belisario Domínguez, un senador del Estado de Chiapas (sur de México) que se opuso en 1913 al Gobierno del presidente Victoriano Huerta y lo acusó públicamente de usurpador y traidor de la patria. El atrevimiento le costó la vida.
En las calles el arrojo era de un grupo de mexicanos que gritaban “¡Asesino!” al magnate para reprocharle las condiciones de trabajo en sus negocios mineros. Dentro del Senado, buena parte de la clase política mexicana se reunió y los senadores se hicieron selfies con el ministro de Educación y con el de Desarrollo Social.
La senadora opositora Layda Sansores aprovechó que el presidente Enrique Peña Nieto asistió a la ceremonia y le entregó el libro La Casa Blanca de Peña Nieto, la investigación periodística sobre la casa del mandatario comprada a un contratista. Sansores también rechazó la entrega del premio a Baillères y abandonó la sala. “Oprobio que el Senado entregue la medalla Belisario Domínguez a Alberto Baillères, el segundo hombre más rico de México”, escribió en su cuenta de Twitter.
El empresario, que mantiene un perfil bajo y pocas veces se aventura a hablar en público —solo ha dado una entrevista en su vida—, hizo una predicción para cerrar el debate: “En mi vida tengo dos grandes amores: mi familia y México. Estoy convencido de que México será pronto un país desarrollado. ¿Cuánto tiempo nos llevará conseguirlo? ¿20 o 50 años? Para conseguirlo es necesario que todos los mexicanos creamos apasionadamente en nuestro país”.
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