Guerras, desastres climáticos y tecnomillonarios: 2025 abre paso a un nuevo orden mundial

El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca amenaza con revolucionar unas relaciones internacionales ya sacudidas por la invasión rusa de Ucrania. Todo apunta a profundos cambios en conflictos, alianzas, comercio, lucha contra el cambio climático y en el futuro de la democracia

Elon Musk enseña el centro de control de SpaceX al presidente electo de EE UU, Donald Trump, justo antes del lanzamiento de una prueba del SpaceX Starship el pasado 19 de noviembre.Brandon Bell (GETTY iMAGES)

El año que acaba de empezar se perfila como un poderoso acelerador del camino hacia un nuevo orden mundial, uno en el que el multilateralismo se resquebraja, viejas alianzas se deterioran —y nuevas se van consolidando—, el proteccionismo galopa, la d...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

El año que acaba de empezar se perfila como un poderoso acelerador del camino hacia un nuevo orden mundial, uno en el que el multilateralismo se resquebraja, viejas alianzas se deterioran —y nuevas se van consolidando—, el proteccionismo galopa, la democracia afronta amenazas inau­ditas. China lleva tiempo buscando una reformulación del concierto entre naciones que acomode mejor sus intereses. Rusia reventó los equilibrios posteriores a la Guerra Fría en 2022, cuando Vladímir Putin catapultó el mundo en una nueva fase geopolítica con la invasión a gran escala de Ucrania, que es la impugnación violenta del orden anterior. A partir del 20 de enero, día de la toma de posesión de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, el mundo tendrá que asumir que también la gran potencia que construyó el orden vigente querrá otro diferente. Es la confluencia de estos factores lo que hace que 2025 tenga un potencial de cambio extraordinario. Como señaló un reciente informe del think tank International Crisis Group, “el mundo parece abocado a un cambio de paradigma. La cuestión es si ocurrirá en mesas de negociación o en campos de batalla”.

Por supuesto, siempre que le convino, EE UU quebró los principios y pisoteó las instituciones del orden que construyó y ahora se deshace. Pero, aunque fuera por intereses egoístas, fue fuerza motriz de la edificación de un marco con acuerdos e instituciones internacionales que tuvieron algunos efectos benéficos. Trump no parece creer en ello ni por principios ni por intereses. Lo demostró en el primer mandato, y todo apunta a que este segundo será mucho más disruptivo. De entrada, porque entonces estaba mucho menos preparado para ello, tanto en función de hoja de ruta como de equipo para ejecutarla. Y también porque el contexto ha cambiado, con el desafío abierto de Putin, el conflicto aterrador en Oriente Próximo, el papel del tecnoemperador Musk y otros factores muy problemáticos.

Tal vez ni siquiera Trump sepa exactamente qué hará en el amplio abanico de asuntos clave y mucho menos cómo se desarrollará la realidad, teniendo en cuenta las voluntades y capacidades de otros actores, que no deben subestimarse. Pero sí es posible hacer algunas proyecciones. Esta información busca arrojar luz sobre los retos que tenemos por delante con la ayuda del punto de vista de seis expertos de algunos de los principales centros de estudio españoles en la materia.

Del multilateralismo al bilateralismo

El fin del sueño del multilateralismo —la construcción de normas e instituciones internacionales que regulen las relaciones globales— es tal vez el prisma clave para entender el devenir del mundo. Hacia esta idea apunta Ángel Saz-Carranza, director del centro de Geopolítica y Economía global de ESADE. “Este modelo de gobernanza nunca fue perfecto, pero sí fue capaz de generar certidumbre, cooperación y estabilidad global durante más de cinco décadas. De ello hoy solo queda el esqueleto, funcionante en los asuntos menos relevantes y en cambio disfuncional al tratar los temas importantes. Por poner algunos ejemplos: EE UU, garante y diseñador del sistema, ha paralizado y violado la Organización Mundial del Comercio (OMC), China ha ignorado la Convención del Derecho del Mar y Rusia ha demolido el principio de integridad territorial. Mientras, el resto de los países son observadores impotentes o cómplices silenciosos”, comenta el experto.

El regreso de Trump al poder promete un acelerón en esta tendencia. Ya en su primer mandato acometió la retirada de EE UU de importantes acuerdos e instituciones. Hoy parece determinado en ahondar en esa línea, decidido a priorizar marcos de relación bilateral en los cuales hacer primar la fuerza sobre las normas compartidas.

Vamos hacia un cambio de paradigma, defiende un ‘think tank’: “La cuestión es si ocurrirá en mesas de negociación o en campos de batalla”

“Esta dinámica es un problema para la civilización porque se hace muy difícil abordar pacíficamente problemas globales, o resolver conflictos bilaterales, sin instituciones”, prosigue Saz-Carranza. “Desgraciadamente, no es fácil imaginarse un momento refundacional del multilateralismo. El reto es superar el multilateralismo, encontrar mecanismos alternativos que sujeten el mundo y lo gobiernen. Quizá la vía sea utilizar modelos de gobernanzas basados en acuerdos plurilaterales. Pero este desenlace no es fácil ni está garantizado. La alternativa es la confrontación geopolítica, y en última instancia la fuerza bruta”.

La búsqueda cada vez más descarnada de intereses nacionales y el deterioro de un marco multilateral cada vez más ineficaz y criticado componen el contexto que produce un entorno caótico e hiperconflictivo. En esa policrisis destacan por intensidad del sufrimiento humano y por relevancia geopolítica los conflictos en Ucrania y Oriente Próximo. Trump ha señalado repetidamente su voluntad de propiciar procesos de paz en ambos casos.

“En 2025 la ofensiva diplomática ganará terreno en Ucrania, pero está por ver cuál es el plan, quién se sentará a la mesa. Nos encontramos ante escenarios completamente abiertos”, apunta Carme Colomina, investigadora sénior del Centro de Investigación y Documentación en Relaciones Internacionales con sede en Barcelona (CIDOB). “Estos movimientos diplomáticos pondrán a prueba, una vez más, un sistema internacional incapaz de resolver las causas estructurales de los conflictos. Por eso podemos hablar de 2025 como un año que puede sentar las bases para una tregua, pero no para la paz”, considera la experta. El concepto de treguas sin paz es uno de los puntos clave del informe de perspectivas sobre 2025 que ha publicado recientemente CIDOB y del cual Colomina es coordinadora.

Las claves fundamentales para lograr una paz duradera en Ucrania son sustancialmente dos: en primer lugar, garantizar a Kiev apoyos suficientes como para deshacer la idea de Putin de que, siguiendo en la lucha, puede ganar más; en segundo lugar, brindar a Ucrania garantías suficientes como para que eventual cese de hostilidades no sea solo un respiro antes de que, con fuerzas renovadas, Rusia ataque de nuevo. El futuro de lo que queda de Ucrania —más que las cuestiones territoriales— es el elemento más sensible de la negociación. Es obvio que cualquier acuerdo tendrá que reconocer de facto las conquistas rusas; el reto es que Moscú acepte un pacto que brinde garantías a Ucrania y le deje al menos un margen de libertad en su política exterior.

En el caso de Oriente Próximo, la realidad es una en la que Israel casi ha aniquilado Hamás y debilitado considerablemente el eje de resistencia capitaneado por Irán. Es posible que, después de una prolongada campaña militar que le ha granjeado a Israel el indignado repudio de gran parte de la comunidad internacional, Benjamín Netanyahu acceda a parar la acción, permitiendo a Trump apuntarse una medalla y obteniendo a cambio respaldo político para planes anexionistas. En su primer mandato, Trump ya mostró una actitud complaciente con el sionismo anexionista, y todo hace pensar que esta seguirá.

Sirios celebrando la caída del régimen de Bashar al-Assad en la plaza Umayyad de Damasco, el pasado 13 de diciembre. ARIS MESSINIS (AFP / GETTY IMAGES)

Es posible que el uso brutal de una fuerza superior por parte de Israel acabe produciendo un momentáneo periodo de estabilización. Pero cuesta creer que el desen­lace será una paz definitiva. Las semillas de odio y de voluntad de venganza sembradas por Israel con una reacción militar al ataque de Hamás que ha causado un sufrimiento humano espantoso y la falta de reconocimiento de los derechos de los palestinos no parecen bases que puedan garantizar una estabilización a medio y largo plazo. “Oriente Próximo ya ha demostrado la fragilidad y el crédito limitado de esta estrategia de cese de hostilidades sin capacidad ni consensos suficientes para buscar soluciones duraderas”, comenta Colomina.

El incierto futuro de Siria tras la abrupta caída de la dictadura de El Asad subraya las consecuencias a veces imprevisibles del actual estado de inestabilidad y caos mundial. Si la debilidad de los socios de El Asad —Irán, Hezbolá, Rusia— a causa de otros conflictos facilitó su derrocamiento, así Azerbaiyán aprovechó en 2023 la distracción del Kremlin para zanjar con un zarpazo militar el viejo conflicto de Nagorno Karabaj. Una incógnita importante para 2025 es si otros intentarán aventuras, aprovechando un marco multilateral ineficaz, por la impunidad que proporciona. Flanco clave en esta perspectiva es si algún país tratará de poner a prueba el compromiso de Trump con la defensa de los aliados de EE UU, sea en el este europeo o asiático.

Otros conflictos: medio ambiente y guerra comercial

Los conflictos armados no son el único problema grave. En el caso del cambio climático, crisis aterradora que afecta al planeta en su conjunto —aunque no a todos los países por igual, porque según los medios disponibles resulta más o menos fácil resguardarse de ella—, el año que empieza proyecta una sombra inquietante. Si en 2024 la COP29 pudo alcanzar un acuerdo de mínimos que, sin ser satisfactorio, al menos mantuvo viva la esperanza del multilateralismo, la perspectiva se ve ahora complicada por un Trump que dejó muy claro su ideario retirándose sin más del Acuerdo de París en 2017. Las repercusiones de un frenazo del compromiso de EE UU no serían solo las pertinentes al peso de la mayor economía del mundo, sino también el estímulo a otros para reajustar planes y no perder competitividad.

En el caso del comercio, la probable ofensiva arancelaria de Trump no podrá ser supervisada por una OMC plenamente operativa. El resultado de una senda de ese tipo es evidente: represalias, impulsos inflacionistas y subidas de tipos de interés que, en el caso de EE UU, provocarían efectos globales perniciosos, especialmente sobre las naciones más frágiles con deudas dolarizadas.

Una señal enterrada en barro junto a una carretera devastada por las inundaciones en Maalimin (Kenia) en noviembre de 2023. LUIS TATO (AFP / Getty Images)

En ambos casos el reto será sobreponerse al probable efecto lastre que ejercerá la primera potencia mundial, manteniendo vivos tanto la lucha contra el cambio climático como el espacio de libre comercio en una tendencia marcada por la retirada de ambos del gigante estadounidense.

En el plano tecnológico, Raquel Jorge Ricart, investigadora del Real Instituto Elcano y experta en la materia, cree que “el escenario internacional con una nueva Administración de Trump puede suponer cambios significativos en la línea de consenso que se estaba construyendo en gobernanza tecnológica global en los últimos cinco años, especialmente en inteligencia artificial”. Aquí también, pues, un retroceso en las aspiraciones multilaterales. En este ámbito, en cuanto a la decisiva relación entre Washington y Pekín, Jorge Ricart considera probable “un mayor recrudecimiento de la actual política comercial, con un carácter duro, hacia China en materia de control de exportaciones de tecnologías críticas —semiconductores, inteligencia artificial, materiales nuevos, vehículos eléctricos— y en control de la inversión extranjera directa en los flujos hacia EE UU. No sería una ruptura, sino una continuidad de la política que ya inició la Administración de Trump 1.0 y que ha continuado la Administración de Biden”.

La influencia de los tecnomagnates

La tecnología es un elemento central también de otra tendencia fundamental que habrá que seguir en 2025: las nuevas amenazas a la democracia.

“Un hecho transformativo fundamental es la alianza entre empresas tecnológicas y gobiernos, a espaldas de la voluntad democrática”, considera Vicente Palacio, director del Observatorio de Política Exterior de la Fundación Alternativas. “La irrupción de los magnates tecnológicos como Elon Musk en la arena política marca el inicio de una era donde la débil separación de antes se quiebra. La democracia posliberal en las Américas y en Europa podría acelerar su transformación definitiva hacia una democracia mediática”, donde las redes sociales y la desinformación “serán los instrumentos decisivos, en manos no solo de agentes subversivos, sino, lo que es más grave, de los propios gobiernos”. Palacio alerta: “Esta tendencia posiblemente llegará a Europa, donde pequeños señores tecnológicos y empresas estratégicas de telecomunicaciones o de inversión podrían rebelarse contra los gobiernos o tomar partido por opciones que emplean discursos antisistema”.

Las redes sociales y la desinformación serán instrumentos decisivos, y la amenaza antidemocrática también vendrá de los gobiernos

Las elecciones legislativas de Alemania, previstas para febrero y en las cuales Musk ya ha tomado claramente posición en favor del ultraderechista AfD, serán un importante terreno de prueba de la evolución de esta nueva encarnación del riesgo de la plutocracia. Esta partida no terminará ahí, y otros actores desempeñarán papeles en ella. Claramente, Rusia y otros regímenes tratan de debilitar la democracia en otros lugares. Y no cabe esperar que Washington produzca esfuerzos para defenderla, como apunta José M. de Areilza, profesor de ESADE y secretario general de la fundación Aspen Institute España: “El reclamo de liderazgos fuertes en muchos países del mundo es una señal preocupante de debilitamiento de las instituciones domésticas y multilaterales. Cuando no funcionan bien las instituciones, las personalidades empiezan a contar mucho más, lo que supone un paso atrás en la organización de una convivencia estable y duradera en distintos niveles de gobierno”.

La Unión Europea podría tener un papel como promotora de multilateralismo, de libre comercio, de lucha medioambiental y de apego a los valores democráticos. Sin embargo, su posición en un mundo de potencias nacionalistas y revisionistas se perfila muy complicada, como comenta De Areilza: “La UE y sus Estados miembros no están preparados para una era geopolítica de rivalidades, en la que la seguridad nacional prevalece sobre la prosperidad global y engloba cada vez más ámbitos: economía, energía, tecnología, inmigración, salud. Es urgente reformular la introspección bizantina de Bruselas de estos años, en los que se ha debatido intensamente sobre la autonomía estratégica del continente. La pregunta prioritaria es: ¿cómo puede contribuir Europa a resolver problemas globales en un mundo en el que la seguridad se ha convertido en el interés primordial?”.

Ilke Toygur, directora del think tank IE Global Policy Center, considera que “la UE debe explorar formas más flexibles de cooperación interna —coaliciones de voluntarios— que permitan promover intereses comunes sin enfrentarse constantemente a los obstáculos de la unanimidad. La clave será encontrar un equilibrio que permita avanzar sin comprometer el proyecto de integración europeo”. A partir de la reflexión sobre Europa, Toygur apunta otro interrogante a tener en cuenta en este año: ¿una nueva división norte-sur? “El próximo año se desarrollarán numerosas conversaciones sobre cómo fortalecer la defensa de Europa. Esta discusión, crucial para el continente en tiempos de guerra y amenazas híbridas, podría también dar lugar a una nueva fractura con el sur global. Para muchos países, el principal objetivo es mitigar el cambio climático y garantizar el financiamiento para la transición energética. Sin embargo, la limitación de recursos podría generar tensiones adicionales en este ámbito”.

El reconocimiento de los derechos del sur —en términos de representación y de reparación de daños sufrido— es otro elemento clave del nuevo orden que se va fraguando. No sabemos cómo será, pero la historia reciente y el perfil de Trump inducen a creer que la gran transformación de las relaciones internacionales se acelerará, y que acarreará turbulencias.

Sobre la firma

Más información

Archivado En