Ozuna: “En 10 años no me veo cantando reguetón, me gustaría dedicarme a los negocios”
El artista puertorriqueño es hoy uno de los más importantes del mundo. ¿Por cuánto tiempo? Es solo decisión suya
A veces asombra que una persona no se comporte como un divo, cuando podría perfectamente ponerse estupendo. Pongamos los últimos movimientos de Juan Carlos Ozuna Rosado (San Juan, Puerto Rico, 31 años), flamante premio ICON Décimo Aniversario; hombre del contrato con Sony de 100 millones de dólares; artista con 13 vídeos en YouTube con más de mil millones de vistas; productor al que Shakira recurrió para ...
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A veces asombra que una persona no se comporte como un divo, cuando podría perfectamente ponerse estupendo. Pongamos los últimos movimientos de Juan Carlos Ozuna Rosado (San Juan, Puerto Rico, 31 años), flamante premio ICON Décimo Aniversario; hombre del contrato con Sony de 100 millones de dólares; artista con 13 vídeos en YouTube con más de mil millones de vistas; productor al que Shakira recurrió para Monotonía (2022) y uno de los cantantes de aquel ubicuo Te boté (2017). La noche del 1 del de noviembre se bajaba de su deportivo en una pista del aeropuerto de Miami, donde tiene una casa, y se montaba en un jet privado rumbo a Madrid. Han pasado unas 17 horas. Son las cuatro de la tarde en España y después de posar durante tres horas, el hombre de los 23,5 millones de seguidores en Instagram está en el estudio de fotografía, comiendo de pie una hamburguesa con el equipo de ICON y las 11 personas que forman su séquito.
En unos minutos, los 12, más los miembros de su equipo español, saldrán en dos furgonetas negras camino del Wizink Center, al ensayo de la gala de los premios de Los 40. El 3 de noviembre actúa en la entrega. Canta Caramelo y Eva Longoria, una canción de Afro, el EP que editó en verano, y que en España, solo en España, se ha convertido por sorpresa en un enorme éxito, sin vídeo ni promoción. Estaba nominado en cinco categorías, pero finalmente se lleva dos: Mejor colaboración urbana latina por Hey More, con Feid; y un Golden Award, un galardón creado para esos artistas tan consagrados que ya lo tienen todo. El 4 viaja a París para rodar el vídeo de una canción de su nuevo disco, Cosmo. El lanzamiento de su sexto álbum estaba previsto para en enero, pero el disco se filtró y finalmente se adelantó al 17 de noviembre: lo presentó en un club de Madrid para un público compuesto de fans, influencers y famosos, un día después de recoger su Premio ICON de manos de Arón Piper, un ferviente admirador, y de actuar en los Latin Grammy Latinos de Sevilla.
La crítica se ha puesto de acuerdo en definir Cosmo como “una vuelta a los orígenes”, un disco de reguetón con esa voz melosa que hace tan reconocible a Ozuna. Baccarat, la que parece su canción favorita, es directamente eso que los mileniales llaman “reguetón antiguo”. La excepción es Vocation, el tema cuyo vídeo ha grabado en París, que es una colaboración con David Guetta, el archiconocido DJ francés para todos los públicos. “Está pensado como primer single. Trabajar con alguien tan anglo y tan global como él ha sido una de mis mejores experiencias. Sé que me aporta mucho”, dice cuando por fin se sienta a contestar la entrevista.
Ha costado conseguir que se siente, porque a su apretada agenda hay que unir los retrasos y los imprevistos. Pongamos esta charla: el plan inicial era hacerla a mediodía pero cuando por fin hay hueco son las ocho y cuarto de la tarde. Han pasado casi 24 horas desde que se montó en el jet en Miami, pero no aparenta cansancio. ¿Ha dormido hoy? “Dormí, dormí, vine durmiendo en el avión”. ¿Disfruta de este ritmo de viajes? “Sí, me lo disfruto, trato de disfrutar más y más, porque si no te vas a sentir con coraje y te vas a frustrar porque no estás en tu casa. Me gusta estar con mis fanáticos, que me pidan una foto… Mucha gente se molesta con esas cosas, pero yo no. Hay que decir: ‘Estoy donde tengo que estar, realmente me encanta lo que hago y me lo disfruto”.
Ozuna es menudo y sonriente. Ropa deportiva y gorra bajo la que asoman las rastas. Va cubierto de diamantes: en los lóbulos, en el cuello, en las muñecas. Habla con acento puertorriqueño, aunque no tan pronunciado como cuando lo hace con otro boricua de su séquito, que ha venido al completo a la entrevista y nos rodea en silencio, pero sin perderse una palabra. Tengo una cámara sobre mi hombro, porque hay dos personas que le siguen a todas partes y lo registran todo. También hay dos guardaespaldas enormes que no hablan castellano y que vigilan las puertas, porque en cuanto se corre la voz de que Ozuna está en un sitio salen fans de los lugares más inesperados. Además está el manager, un amigo que le acompaña y varias personas más.
Ozuna es hijo de puertorriqueña y dominicano. Su padre era bailarín de Vico C, pionero del rap en español, y murió asesinado de un disparo cuando él tenía tres años. “Mi papá bailó con Vico como cuatro o cinco años si no me equivoco. Mi abuela me contaba sus historias. Vico, ya tú sabes, dice que me parezco mucho a él y que ve a mi papá en mí. Como que esto de la música y el entretenimiento viene en la sangre, no lo buscamos, está”. ¿Había más músicos en la familia? “Realmente, solo mi papá. Mi tío era algo, pero nada fijo. Pero es como que nos gustaba toda la música. Yo escuchaba reguetón 100%. Todos esos temas que ya eran viejos como los de Baby Rasta & Gringo o Maicol y Manuel. Vico fue de los pioneros. Abrió el portón para que nosotros pasáramos”.
Y tanto que pasaron. ¿Es consciente de sus números? ¿De que ahora mismo es uno de los diez artistas más importantes del mundo? “Eso me dicen cada rato”. ¿Le resulta difícil mantener los pies en la tierra? “O sea, a veces se te van los pies, no te creas que no, si te digo que no, te miento, porque tú sabes que sí. Pero realmente mantener tu círculo te sostiene con los pies en la tierra. Tener a tu familia, tus hijos, tu esposa... No te voy a decir que nosotros seamos santos. Aquí todos sabemos que somos gente que a lo mejor no controlamos ciertas cosas, pero mantenerte es la batalla más fuerte. Lo demás es vivir y seguir trabajando, seguir luchando por el mañana, porque en esta vida, aunque tengas 100 millones, hay que hacer lo mismo que si tienes uno”.
Ozuna está casado y es padre de dos hijos. “Mi nena toca la flauta y el piano, le encanta cantar, no le tiene miedo a la tarima. El nene es más de deporte, pero la nena ya tiene esa hambre de músico”, cuenta. En algún lugar se dijo que a sus hijos no les dejaba escuchar su música por las letras. “No, al revés. Siento que son mis productores. Yo pongo cinco canciones y espero cinco minutos. Y la canción que se les queda a ellos, sabes que esa canción lo tiene. Son mis termómetros”.
Hay una nueva ola de artistas latinos que han decidido romper los esquemas de género y los tópicos misóginos que se le asocian. Pero Ozuna, que fue de los primeros en hablar de ese cambio, es consciente de la generación a la que pertenece. “Yo creo que cada uno tenemos nuestros fanáticos y muchas veces nos enfocamos en los de otro artista. Y descuidamos los nuestros. Es un error, porque nuestros fanáticos son nuestros fanáticos. A mi fanático le gustó Farsante, Vaina loca, Una locura, todos esos temas. No puedo cambiarlos. Yo quisiera cambiarlos, pero mis fanáticos no me lo permitirían, porque son millones. Estamos en un momento que el fanático quiere saber la realidad de tu letra. Antes, yo te decía: ‘Te invito a la cama’. Ahora el fanático quiere saber a qué la vas a invitar a la cama”.
Puerto Rico es la nueva meca del pop comercial, lo que algunos medios anglos llaman popetón. De ahí ha salido no solo Ozuna, también Bad Bunny, Anuel AA o Rauw Alejandro, una generación entera de estrellas de la era del streaming. No es novedad que el sonido que conquista el mundo venga de un lugar inesperado. Nadie hubiera apostado porque Elvis Presley, el hombre que revolucionó la música juvenil en el siglo XX iba a salir de un villorrio llamado Tupelo en Misisipi, ni porque años después en Liverpool, una gris ciudad industrial de Inglaterra, cuatro chavales llamados The Beatles volverían a ponerlo todo patas arriba. Tampoco nadie sabía dónde estaba Seattle antes de Nirvana. Es cierto que la moneda de Puerto Rico es el dólar, lo que ayuda, pero también lo es que han cambiado la cara del pop comercial con un ritmo despreciado durante años, el reguetón, y cantando en español, que eso es doble mérito. Si uno tiene acceso a la lista de las cien canciones más vendidas de España, el cambio con respecto a las de unos pocos años atrás es increíble. Más del 95% son temas en español. La hegemonía del reguetón y del urbano es indiscutible. Y dentro de ella, la nación más representada es Puerto Rico.
¿Por que allí? “Yo creo que 100% es el hambre de querer echar palante. Primero que nada el hambre que tiene el boricua por querer superarse. También la unión que hay a la hora de colaborar en cualquier proyecto. En otros sitios si quieren hacer música, siempre hay pelea. Pero los boricuas si quieren hacer un hit colaboran, si quieren hacer un edificio colaboran. Es una isla bien pequeña donde se practican muchas cosas: el deporte, la música, la medicina… Siento que la isla tiene una bendición. En Puerto Rico somos la mayoría creyentes en Dios, y yo creo que ahí está la bendición de la isla. Siempre sobresalía un pelotero o un artista, sobresale algo que es inexplicable y yo digo que es la bendición de Dios”.
¿Por qué ahora? Una cosa es lo que pasó en 2004 con el Gasolina de Daddy Yankee, un éxito global pero puntual, y otra es este momento, en el que triunfa una generación entera. “Este género nació en Puerto Rico y ha tenido una evolución completa. Yo le doy las gracias a esos pioneros que siguieron trabajando, y hoy en día podemos nosotros gozar de eso. Nosotros lo hacemos con la misma fiebre, no nos quitamos, abrimos puertas. Así vendrán otros y yo creo que eso es lo que mantiene vivo el movimiento. Puerto Rico está empezando. Todavía hay más. Esta es una generación, pero hay mucho talento y vendrán más”.
Lo que es innegable es que el reguetón puertorriqueño ha conquistado gran parte del mundo. Ya no solo Europa y Estados Unidos. Es casi imposible no escuchar a Ozuna a diario en cualquier parte. ¿Permanece algún rincón virgen? “Nos queda por conquistar parte de Asia. Creo que hay que ir a hacer conciertos, presentaciones, televisión... Creo que tenemos que empezar un movimiento allá, colaborar con artistas de allá. Hemos trabajado las estructuras, hemos invertido tiempo y dinero. Pongamos un anuncio en Japón, por ejemplo. ¿Cuánto cuesta? Vale, 200.000 dólares. Hay artistas que dicen sí, como yo. Vamos a ponerlo porque quiero que me vean los japoneses. Yo fui a Japón a hacer un vídeo, cuando nadie hacía un vídeo, por 100.000 dólares. Es apostar a ese tipo de cosas para que esto siga creciendo. Haciendo ese vídeo en Japón puse un granito de arena y ahí empezó a crecer el género. No sé si es así, pero siento que lo aporté y muchos artistas tienen que hacerlo”.
El gran problema en realidad es práctico. Contaba un promotor de conciertos hace poco que uno de los motivos por los que los cachés de los artistas de primera fila han aumentado tanto es porque la demanda se ha disparado. Hace cinco años una gira de 40 fechas era suficiente para llegar a los lugares del mundo que la pedían. Con la entrada de nuevos mercados, como el asiático y el interés del público norteamericano por la música en español, ahora hay 80 países que pueden pagarlo. Y los artistas tienen que seleccionar. “Es verdad y es cansado porque de momento el año no te da. No te da, no. En todo Latinoamérica son 25 fechas. Vamos a poner, por ejemplo, que en Estados Unidos tienes 30 o 35. Ya con eso se te fue el año. Es brutal. No te da tiempo de ir a otro lado”, reconoce. Por cierto, este verano habrá gira de Cosmo, pero el interesado no suelta prenda. “Empieza en mayo y vamos a hacer Europa. Te iba a contar cosas, pero me aguanté porque lo anunciamos en enero”, bromea. Por cierto ¿Habla a menudo con su viejo amigo Bad Bunny? “Hablo con él y muchas veces no nos damos cuenta de lo que estamos viviendo. Parece que seguimos en 2015. Y entonces gente como tú nos recuerda dónde hemos llegado”.
Teniendo en cuenta el ritmo que lleva, ¿cómo se ve en 10 años? “Realmente lo que me encantaría es ser un hombre de negocios. Hacer negocios mundialmente. Real estate [negocios inmobiliarios] en Puerto Rico o República Dominicana. No me veo cantando reguetón ni cantando dentro de 10 años”. ¿En serio dejará la música? “No dejar la música, pero me veo más produciendo. Me veo haciendo otros proyectos. Me gusta el deporte, tengo mi equipo en Puerto Rico [Los Osos de Manatí, un club de baloncesto de la isla que compró en 2022], que me encanta, siento que estoy aprendiendo mucho ahí. En 10 años me veo en el equipo dirigiendo, colaborando con ellos”.
¿Es cierto que de no haberse dedicado la música le hubiera gustado jugar al baloncesto? “Sí, estaría con Curry, peleando”. ¿Tenía cualidades? “Tenía un poquito”. ¿Y su equipo cómo va? “No va bien, no te voy a mentir. El año pasado quedaron los últimos. Pero tenemos que seguir peleando, no podemos perder la esperanza. Tenemos que pelear duro y este año vamos a ganar”.
Acaba la entrevista. Se levanta Ozuna y se levanta el séquito sin necesidad de que se les diga nada. Porque una cosa es no parecer el jefe. Y otra es no serlo.
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