La coctelería como manifiesto feminista
Los primeros libros de coctelería salieron de la pluma de una de las periodistas españolas pioneras, Carmen de Burgos. Y en los últimos años, la inspiración se ha encontrado en autoras como Kate Zambreno
Hubo un tiempo que en las casas existía ese rincón dedicado al mueble bar. Entre las clases pudientes se llevaba eso de recibir y con ello, la cortesía del trago. Este hábito olvidado fue antaño una parte de la cotidianeidad del hogar, hasta tal punto que los periódicos de entonces guardaban sus columnas semanales a las recomendaciones de combinados.
A finales del siglo XIX nació Carmen de Burgos, una de las primeras mujeres periodistas de este país, luchadora por los derechos de la mujer, propulsora del divorcio en España, primera corresponsal de guerra, viajera, culta y, durante muchos años, amante y compañera de Ramón Gómez de la Serna. Esta escritora y periodista, nacida en el pequeño y desértico pueblo de Rodalquilar (Almería), ha sido una de las grandes voces de la cultura de este país. Sus artículos eran ley entre las mujeres de la época, sus libros, reclamos de conciencia, y sus palabras, oleaje de revueltas. Cuánto dio y cuán poco se habla de ella. Por eso, cuando a una librería especializada llega un sencillo libro que reza: Cócteles de Colombine (Descrito Ediciones), los que sabemos de esta historia lo adquirimos para incorporarlo en ese espacio reservado a los libros únicos de gastronomía.
En el prólogo del libro Cócteles de Colombine, Enrique Sánchez Lubián escribe: “En 1912, el gastrónomo catalán Ignacio Doménech Puigcercós publicó El arte del coctelero europeo (Manera de preparar los cocktails, ponches y demás bebidas exóticas), primer libro sobre el género editado en España. Por entonces, hacía tiempo que Carmen de Burgos ya era conocida por sus Columnas femeninas publicadas en distintos periódicos. Su temática era muy amplia, abordando desde consejos domésticos, de belleza o de cocina, hasta la moda y las reivindicaciones feministas, aspectos que le sirvieron como base para un buen número de libros que fueron apareciendo en años posteriores”. Así es como todo este recetario para cocinarlo en coctelera se fue publicando año tras año y, hacia 1918, se recopiló en los libros La Cocina Moderna, La Cocina Práctica y, más tarde, ¿Quiere usted comer bien? En estos ejemplares encontramos Cócteles de Colombine y otras bebidas modernas, cuya edición corre a cargo de Teresa Muñoz Pinillos en un librito de tapas blandas con unas bonitas ilustraciones de Isabel Albertos Johnston y un bello canto a la coctelería. “Los dioses del Olimpo grecorromano no eran espíritus puros —escribió Carmen de Burgos en 1926 en La Cocina Práctica—, a los que no se les supone necesidad de alimentarse. Así es que tenían la ambrosía y el néctar como alimento y bebida dignos de su divinidad. ¡Qué lástima no conocer el secreto de su composición!”.
Detrás de la coctelería se encierra la maestría de un artista, la alquimia de la provocación, el trago divino. “El cóctel fue creado por el hombre para satisfacer necesidades físicas y espirituales relacionados con las bebidas y su degustación placentera; su nacimiento no fue fruto de la casualidad. Ya los antiguos alquimistas buscaron, a través de experimentos e investigaciones, fórmulas de la quintaesencia para este fin y la búsqueda de placer y felicidad imprimió un dinamismo especulativo sobre la materia en las diversas etapas de la humanidad hasta llegar al nivel actual”, escribió Ginés Pérez Navarro, en su manifiesto en pro del mundo del cóctel, Impresiones de un Barman, editado por la editorial mallorquina, IfeelBook. Este libro es necesario para conocer los orígenes, la esencia, el ayer y el hoy del mundo del cóctel y el traje que lo rodea. Es decir, la figura del barman, los clientes, la vestimenta, el utillaje y ese laboratorio de ideas donde surge cada trago. “El proceso creativo es parejo al del chef de cocina que extrae lo mejor de los productos de su alacena para hacer el plato excepcional. El barman trabaja igualmente para que el cóctel sea la conjunción perfecta de lo mejor de su botillería, líquido y con componentes sólidos, con alcohol o sin él, dulce o seco”, escribe el autor.
Un cóctel propio
Cuando a las escritoras Laura Becherer y Cameo Marlatt se les ocurrió escribir Un Cóctel Propio. Combinados para damas letraheridas (traducido al español por Héctor Arnau para Nórdica Libros) estaban sentadas en su pub favorito de Glasgow tomándose un Laphroaig en vasos de whisky mientras dialogaban sobre el ensayo Heroínas, de Kate Zambreno. Un libro necesario que subraya el importantísimo papel de escritoras y artistas como Zelda Fitzgerald, entre otras muchas, que a lo largo de sus vidas fueron silenciadas y maltratadas por sus respectivos maridos. Fue entonces cuando vieron necesario crear este libro a medio camino entre recopilatorio de cócteles clásicos y manifiesto feminista. “Este libro ha sido diseñado no solo para ofrecer recetas de cócteles de lo más granado, sino también una selección de escritoras maravillosas, de diversa condición y abundante talento (...) Nuestra intención era confeccionar un proyecto en el que se les diera a las mujeres un espacio propio”, escriben sus autoras al comienzo de la obra. “En estas páginas encontraréis a muchas mujeres ya conocidas y otras que tendréis que conocer. Así que además de disfrutar de la bebida, ojalá también tengáis la oportunidad de descubrir nuevas autoras”.
La edición, creada con esa delicadez que caracteriza a Nórdica, es una maravilla. Un librito pequeño, con unas preciosas ilustraciones de Savannah Marlatt y de Fernando Vicente, que firma los dibujos de cócteles. En tan poco continente, ¡cuánto contenido! La breve historia de 50 mujeres como Virginia Woolf, Jane Austen, Sylvia Plath, Margaret Atwood o Alice Munro, por citar algunas, con sus 50 respectivos cócteles. Entre tanto, quedémonos con uno “para honrar la memoria de Zelda, un cóctel basado en un clásico de la época de la Prohibición: 40 ml. de Ginebra, 30 ml. de jarabe de miel, 30 ml. de cerveza de jengibre y 15 ml. de zumo de limón. Antes de degustarlo, levantemos nuestras copas para honrar a Zelda y a todas aquellas mujeres cuyas identidades han sido absorbidas por las de sus maridos”. ¡Salud!