¿Qué se come en el restaurante de Netflix? Pizzas con pepinillo y gintonics a la española

La plataforma de ‘streaming’ ha creado un espacio efímero en Los Ángeles con platos inspirados en sus realities de cocina, como ‘Chef Table’s’, y una carta media de unos 50 dólares por cabeza

Una imagen del cangrejo con curri, ajo, chalotas crujientes y pan naan, el más caro de la carta de Netflix Bites (65 dólares).Cortesía de Netflix
Los Ángeles -

Los Ángeles no cabe en un bocado. La capital del entretenimiento californiana es inabarcable, inmensa, con sus avenidas kilométricas y sus casi 20 millones de habitantes (en toda su área metropolitana), y también con sus cocinas de todo tipo y condición. Aquí todos son aficionados al comer, ya sea en brunchs cuquis junto a una piscina como en centenares de foodtrucks de tacos chorreantes, en largas cenas al fresco (en inglés se dice así, en español) y en pícnics y barbacoas —no hay casa sin su pequeño asador— multitudinarias en los alrededores de estadios de fútbol y conciertos. Un clima benigno, unos salarios altos (unos 90.000 dólares brutos anuales, de media) y una oferta cultural y gastronómica infinita hacen que la ciudad esté llena de novedades, aperturas y cierres, y que todos los días haya ambiente en casi cualquier zona. De ahí que la plataforma de streaming Netflix haya aprovechado esa mezcla de ingredientes para ofrecer su propia e inédita propuesta: abrir su propio restaurante en la ciudad.

Que nadie espere encontrar los platos victorianos de Los Bridgerton ni los gofres de los chavales de Stranger Things. La idea de Netflix Bites, como se llama el establecimiento, es aprovechar otra exitosa pata de su catálogo: los reality shows de cocina. En concreto, de Chef’s Table (el más exitoso) y de sus spin offs sobre pizzas y barbacoas, y también de Iron Chef, A hornear con Nadiya y Nailed it. Seis cocineros habituales de esos programas han creado un menú específico a doce manos para este restaurante. Son Curtis Stone, australiano con dos restaurantes, Gwen y Maude, con estrella Michelin en California, y cuya empresa de hostelería está detrás del montaje del lugar; la triestrellada y mejor cocinera del mundo en 2016 Dominique Crenn; Rodney Scott, especialista en barbacoas y fuegos y que fue chef de Donald Trump); el californiano experto en cocina fusión Ming Tsai; la pizzera Ann Kim; la repostera británica, que llegó a servir a Isabel II, Nadiya Hussain; el chocolatero argelino asentado en Nueva York Jacques Torres; y el chef y escritor Andrew Zimmern, que participó hace años en el programa Bizarre Foods, donde probaba comidas, cuanto menos, inquietantes. A ellos se les unen cuatro cocteleros del show de Netflix Maestros cocteleros: Frankie Solarik, Julie Reiner, Kate Gerwin y LP O’Brien.

Algunos de los cócteles del restaurante 'Netflix Bites', con nombres como 'Victory Garden', 'Run Away With Me' o 'Happy Little Accidents'.

Entre todos han creado una docena de entrantes, cuatro pizzas, cinco principales y media docena de postres, además de 12 cócteles y un puñado de gin&tonics “a la española”, como explica su gerente, la alemana con dos décadas de experiencia en gastronomía en EE UU Ann Kleinhenz; es decir, más cargados y contundentes que las a menudo escasitas combinaciones de ginebra con un soplo de soda de Estados Unidos. Ella pertenece al grupo hostelero que gestiona Stone, Curtis Stone Events, que está detrás de este restaurante efímero que arrancó el 30 de junio y acabará a mediados de agosto... si no alargan la temporada, como dejan entrever que sucederá, antes de poner rumbo —aunque eso nadie es capaz de confirmarlo— a otras localizaciones del país.

La carta es mediana, con una selección de platos variada y no barata; tampoco imposible para los elevados precios de la ciudad. Entre los entrantes (que tienen un precio que va de los 15 a los 25 dólares), destacan el steak tartar con pepinillos, alcaparras, chalotas, yema de huevo curada y hojas de shiso, creado por Curtis Stone; y la coliflor asada con tajín ahumado y pimiento de Espelette, así como los bocaditos de champiñón guisado con cebolla caramelizada y sésamo, ambos de Creen. Por ejemplo, este último sí es un plato sacado directamente de Iron Chef, pero eso solo ocurre con cuatro propuestas de la carta; el resto son platos personales de los chefs, tanto de las cartas de sus restaurantes como creados específicamente para este lugar. Por ejemplo, de las cuatro pizzas (25-27 dólares), todas creadas por Ann Kim, la de cerdo, kimchi, chalotas y sésamo sale de Chef’s Table: Pizza, pero la más original y destacada es nueva: la de pepinillos de Minessota fermentados, cebolla ahumada, salsa ranchera, eneldo y patatas chips. Sí, patatas de bolsa. Suena a guarrada, pero es uno de los platos más pedidos y apreciados de la carta.

Fachada del restaurante 'Netflix Bites', creado por la compañía de 'streaming' en Los Ángeles de forma efímera en el verano de 2023.CORTESÍA DE NETFLIX

Como ha contado la gerente Kleinhenz en más de una ocasión, no se trata de un restaurante que busque estrellas Michelin; algunos usuarios se quejaban en las webs de reseñas de que los platos no eran perfectos porque los chefs no estaban presentes en el lugar. “Son platos específicos que solo están aquí, cada cóctel, por ejemplo, tiene alrededor de 15 pasos y todos son caseros”, explica la gerente en la visita a la que estuvo invitada EL PAÍS por cortesía de Netflix (después, el periódico acudió de nuevo para probarlo de a pie, con reserva normal). Confiesa Kleinhenz que las reservas, con unas 45 mesas que acogen a unas 300 personas a la vez, están llenas para las próximas semanas, pese a su largo horario (siempre dan cenas, de cinco de la tarde a once de la noche; también brunchs los fines de semana) en un gran patio. Quien falte a la reserva, que se hace por una aplicación local que obliga a introducir la tarjeta de crédito, pero no a pagar, deberá abonar 25 dólares por comensal.

Uno de los postres que deben 'construir' los comensales en Netflix Bites, en este caso 'You plate it, you nailed it!' (Lo emplatas y lo clavas), que hace referencia al programa de Netflix 'Nailed it'. Lleva una mousse de chocolate negra cubierta de chocolate negro, chocolate con leche con mousse de frambuesa, chocolate blanco y salsa de frambuesa.Cortesía de Netflix

La localización es una de las cuestiones que más encanto le dan al lugar. Un bonito patio, muy californiano, en colores neón, con grandes árboles, luces suaves, bancos y unos toques al estilo Netflix con cojines con el nombre de la plataforma y cuadros con retratos de los chefs. Todo situado en la avenida Fairfax, muy céntrica, bajo un hotel y cerca de la piscina del mismo, lo que le da una sensación de aire libre y privacidad. En el patio está también el horno de leña, y algo más lejos está la panadería donde hornean las masas y la carnicería donde tratan las carnes y las ahúman.

Porque entre los principales destacan las costillas de cerdo con carne deshilachada acompañada de berza, todo ahumado y sureño, un plato al estilo de Alabama creado por Rodney Scott; así como el cangrejo con curri, ajo, chalotas crujientes y pan naan, el plato más caro de la carta, por 65 dólares (casi 60 euros; luego al total hay que sumarle entre un 15% y un 22% más por las propinas). Entre los postres, también sube el precio la cajita de bombones de Jacques Torres (30 dólares) y destacan los dos divertidos kits para hacer tu propio postre, que vienen con los ingredientes y después hay que montar de forma sencilla (22 y 25 dólares), así como la crujiente baklava de naranja y chocolate con crema de Nadiya Hussein. De media, en una cena de cuatro personas, con un cóctel por cabeza, dos pizzas y un entrante y un postre para compartir, la cuenta es de 50 dólares por persona; por tanto, pidiendo platos principales no es difícil que suba a los 80 por cabeza. Un precio no desorbitado, pero sí algo más elevado de la media en una ciudad donde un burrito callejero, una de las comidas más baratas que se pueden encontrar, suele costar unos 15 dólares, 20 con bebida.

Zaza Pizza del restaurante Netflix Bites de Los Ángeles.

“Los chefs empezaron a trabajar en los menús a mediados de abril”, recuerda Kleinhenz, presente en todo el proceso y que ha trabajado en grandes eventos como galas y entregas de premios, “y tuvimos unas ocho semanas para montar todo”, explica. Lo más complicado fue encontrar el lugar, explican, hasta que dieron con este Short Stories Hotel para montar su barra, sus mesas y todo el espacio. La publicidad la hacen algunas grandes vallas colocadas en la ciudad y, sobre todo, el boca a boca. Hasta ahora, Netflix había realizado eventos y montado algunas tiendas efímeras, pero nunca restaurantes. Se vende la experiencia: su lema es Watching is good. Eating is better (Verlo está bien. Comer es mejor).

Sin embargo, flota algo en el ambiente que le está pasando factura a un lugar que podría haberse convertido en una de esas experiencias veraniegas divertidas de la ciudad. Porque no se puede sacar al lugar de su contexto y del momento histórico que vive la industria del cine. No es fácil olvidar que el sindicato de guionistas, desde el 2 de mayo, y el de actores, desde el 14 de julio, tienen paralizado al mundo del cine por sendas huelgas donde tratan de negociar una mejora en sus condiciones laborales. Una lucha que mantienen contra las grandes plataformas, entre ellas Netflix. Las protestas y los piquetes están por toda la ciudad, que apoya a los huelguistas y que empieza a notar los efectos de la parálisis: no hay rodajes en las calles ni programados, lo que hace que muchos ciudadanos se marchen porque no pueden mantener sus alquileres ni pagar sus facturas, y que todo suponga una reacción en cadena en el consumo. Una situación compleja y cuya solución va para largo, y que deja a las plataformas de streaming en una posición delicada y con una imagen pública muy dañada. Paradójicamente, Netflix Bites está situado a menos de 300 metros de la sede principal del sindicato de guionistas. Comerlo estará bien, pero, en esta ciudad, hay que verlo para creerlo.

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