La paella y la tortilla como bandera: ¿puede convertirse la comida en un símbolo nacional?

En una España polarizada, a veces parece que tan solo la paella, la tortilla de patata y las croquetas pueden ponernos de acuerdo.
Es lo que defiende el gastronacionalismo: que la comida puede ser un símbolo nacional, un gran espejo de identidad, y una herramienta diplomática.
- Francia fue de los primeros en darse cuenta del poder de la comida como softpower (la capacidad de un país para influir en otros a través de la atracción, no de la fuerza).
- Y Tailandia el primero en demostrar su poder dando a conocer su gastronomía y consiguiendo que el número de visitantes al país pasara de 10 a 40 millones de 2001 a 2019.
Además, es un elemento de identidad poco conflictivo. No supone ninguna confrontación con la cultura propia: probamos platos de otras gastronomías por curiosidad y nos gusta compartir los nuestros con los demás.
Y se vuelve fuerte en contextos de migración o diversidad cultural. Barrios como Lavapiés o Usera en Madrid ejemplifican esta dinámica, en la que los restaurantes que se crearon para servir a migrantes son ya un atractivo cultural para los españoles.
Aunque ya se está creando pelea en la mesa... en los últimos años, movimientos de extrema derecha han intentado polarizar con la gastronomía.
- Un ejemplo es la popularización de la pregunta “¿pero come jamón?”, al hilo de una noticia, para averiguar si el autor de un delito es musulmán.
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