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¿Cuántas casas a pie de calle hay en Madrid? Uno de cada diez locales es ya una vivienda en Hortaleza, Puente de Vallecas y Latina

En cinco años, al menos 700 comercios se han convertido en viviendas, principalmente en las zonas con menos renta de la capital

Viviendas en la calle de Manuel Aleixandre, en Legazpi, donde hasta 2017 funcionaba el restaurante La estrella del Pacífico.
Viviendas en la calle de Manuel Aleixandre, en Legazpi, donde hasta 2017 funcionaba el restaurante La estrella del Pacífico.Juan José Martínez

Pegado en la fachada del número 12 de la calle de Buenavista, en el barrio Lavapiés, hay un candado con código que resguarda las llaves del inmueble. Es un mecanismo que en plataformas como Airbnb se promociona como “acceso autónomo” al alojamiento. Hasta hace poco este bajo era una vivienda para los vecinos y no para viajeros fugaces. El local de enfrente, en el número nueve, es un taller de costura que Felisa Menéndez (74 años) regenta desde hace 28 años. Su hijo, Pedro Ruiz (51), relevo generacional del comercio, no tiene dudas sobre lo que está pasando en ese y más estudios que hay alrededor de su calle: “Sé que si cerrara ahora mismo y convirtiera el local en un apartamento turístico probablemente sacara lo mismo o más que cosiendo todo el santo día”, afirma.

En Madrid hay alrededor de 8.300 casas a pie de calle, como se puede comprobar en el mapa distribuido por sección censal. Muchas lo han sido por años, algunas eran antes comercios. En los últimos cinco años, al menos 700 establecimientos —bares, tiendas o guarderías, entre otros— han echado el cierre para convertirse en viviendas, sumándose así a miles de casas en bajos que ya había en la ciudad.

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El plano de Madrid revela un patrón: las viviendas en bajos y locales son más frecuentes en barrios fuera de la M-30 y, por tanto, tienen una renta más baja. En los distritos de Hortaleza, Puente de Vallecas y Latina, uno de cada diez de locales a pie de calle es un alojamiento. También destacan Tetuán, Usera, Ciudad Lineal y Vicálvaro, donde son más de un 7%. En el extremo contrario aparecen otros distritos como Centro, Salamanca, Retiro o Chamberí, donde estas viviendas apenas llegan al 2% de los establecimientos. El registro del Ayuntamiento está actualizado al primer semestre de 2024, aunque algunas viviendas pueden estar pendientes de ser grabadas en el censo.

“Aquí había un charcutero, un huevero, fontaneros...”

La conversión de comercios en viviendas en ciertas zonas de Madrid salta a la vista con un breve recorrido. Ocurre por ejemplo en la calle de San Emilio, en el distrito de Ciudad Lineal: en el número 20 estaban hasta el año 2018 la albañilería Segundo Jiménez y hasta 2016 el Bar Seve: ahora hay dos viviendas. En el número 26, un local de arquitectura y diseño se ha reducido a la mitad para dar paso a una vivienda, según se puede corroborar en imágenes tomadas de por el GPS Google Maps. En el número 4, lo que antes era un almacén de lanas, ahora son dos viviendas. En la de la izquierda vive Agostina Bègue, de 28 años, quien migró con su esposo hace seis meses desde su natal Argentina. Inicialmente, llegaron a un Airbnb en el que conocieron a Tony, el encargado de administrar las propiedades de un tercero que, narra Bègue, se dedica al negocio de transformar establecimientos en viviendas. Esta inquilina paga un alquiler de 900 euros mensuales por 40 metros cuadrados aproximadamente. En ese sector, un local comercial de esas dimensiones se alquila por 700 euros, según un anuncio en Fotocasa, mientras que una noche en un piso turístico de un bajo puede superar los 150 euros, según un anuncio en la plataforma Booking.

El otro estudio, el del bajo 4B, es un piso turístico. Lo delata un candado anclado a la entrada principal y lo corrobora Elena Lezcano, de 47 años, administradora del Bar Elías, contiguo al alojamiento en cuestión, quien ve con frecuencia la entrada de extranjeros en el inmueble. Para esta comerciante, el auge de pisos turísticos “acaba muchísimo con el barrio”, una percepción que comparte un vecino de toda la vida que se apura una caña de pie, junto a la barra. El hombre echa de menos el tejido comercial de hace décadas: “Había un charcutero, un huevero, fontaneros, gente que trabajaba la piel, gente que hacía bolsos...”, evoca.

¿Qué diferencia hay entre alquilar un local o una vivienda en el bajo? Lezcano, del Bar Elías, paga 1.200 euros mensuales de alquiler por una superficie donde cabrían dos pisos como los del número 4 de esta misma calle: alquilarlos supondría para el casero una renta de 1.800 euros e incluso más, porque si se destina a uso turístico la rentabilidad se dispara.

Esta conversión urbanística se ha multiplicado por el barrio. Incluso en la muy comercial avenida de Ricardo Ortiz, algunas viviendas reformadas revelan ciertas cicatrices del pasado, como la del número 30, que tiene pegada con cinta una nota escrita a mano: “No es un estanco (no llamar) Gracias”, se lee en lo que, hasta abril de este año, era una franquicia de Tabacos, como muestran las imágenes de Google Maps.

Más comunes en zonas de rentas más bajas

Los locales reconvertidos en viviendas son más habituales en zonas de rentas más bajas como comprueba si ordenamos por ingresos las secciones censales de Madrid y contamos cuántas viviendas a pie de calle existen en cada grupo. En el primer decil —integrado por las zonas más empobrecidas —, alrededor del 9% de los bajos son casas. Esta proporción se mantiene más o menos hasta el cuarto decil, cuando comienza a caer progresivamente a medida que suben las rentas. En los vecindarios más ricos, apenas el 2% de los locales se usa como vivienda.

La información que publica el Ayuntamiento de Madrid no permite dimensionar con exactitud la transformación de locales en bajos residenciales. En las series que publica su servicio estadístico aparece un importante aumento de más de 1.700 viviendas entre julio de 2021 y enero de 2022 que, según el propio organismo, obedece a una actualización de los datos y no a un cambio real en ese periodo.

Esto dificulta saber cuántos de los locales que ahora mismo son viviendas eran locales hace unos años. Si buscamos en el censo de locales de 2019 las viviendas actuales, nos encontramos con que 704 de las 8.313 eran locales que estaban entonces abiertos. Otras 2.138 casas aparecen como locales cerrados, aunque es posible que muchas de ellas ya se usaran como residencias y entrasen en la actualización de datos de 2021.

La calle de Manuel Aleixandre en el barrio de Legazpi, donde parece que hay un bar en cada bajo, es un ejemplo palpable de la transformación de puertas comerciales en ventanas residenciales. En el número 13, por ejemplo, el local del restaurante La estrella del Pacífico se vendió en 2017 a un comprador que optó por convertirlo en un par de pisos. Las persianas fueron tapizadas y el antiguo número 13, aún pegado en la pared exterior, causa confusión solo con verlo, pues no conduce a ningún lado ya que los inmuebles tiene nueva entrada por el bloque. Tres agencias de transporte, abiertas en esta calle hasta 2018, se han convertido en viviendas, una de ellas de uso turístico.

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Izquierda: comercio de la calle de Manuel Aleixandre, 3, en 2019. Derecha: fachada de los bajos construidas en el mismo punto, con nueva nomenclatura. Juan José Martínez

En número 10 de esa misma calle, el antiguo local de desayunos La Valenciana ahora son tres viviendas. “El dueño se jubiló, vendió el local y sacaron dos pisos”, ha precisado Edwin Yauti, de 32 años, quien lleva el colindante restaurante ecuatoriano La mitad del mundo y conoce al antiguo dueño. El uso comercial de este espacio sería del todo imperceptible de no ser por un detalle en el telefonillo del bloque, que revela un vestigio del pasado. El botón del bajo 1 aún tiene en tinta negra un aviso que han intentado borrar, pero en el que aún se lee “restaurante”. Nadie contesta al otro lado, aunque sí lo hace el inquilino del bajo 2, que prefiere no dar su nombre, pero confirma que el restaurante La Valenciana se convirtió en tres viviendas. Cada inquilino paga 900, lo que vendrían a sumar 2.700 que factura el casero cada mes.

Otro caso muy ilustrativo es el del antiguo restaurante D’Kelvin, operativo hasta 2019, en el mismo punto en que hasta 2015 funcionaba un bar dominicano legendario, Ceniza Fría, que en 2012 era el Bar D’Antonhy. Ahora, en la fachada de aquellas sedes de aperitivo y jolgorio, se aprecian tres portales de reciente construcción con aire acondicionado. Quien pensaría que el bar que no dejaba descansar a los vecinos se convertiría en un lugar para pernoctar placidamente.

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