No dejarse engañar por las apariencias y descubrir los bares clandestinos de Barcelona
¿Qué hacer este fin de semana? Una experiencia única en las tres coctelerías secretas en pleno centro de la ciudad
A pesar de los termómetros, octubre no solo ha empezado, se ha asentado y prueba de ello, celebrada hasta por los más escépticos, es la llegada de uno de los festivos más esperados. La Dirección General de Tráfico (DGT) prevé más de siete millones cuatrocientos mil desplazamientos por carretera, a los que se suman los miles de billetes vendidos para ...
A pesar de los termómetros, octubre no solo ha empezado, se ha asentado y prueba de ello, celebrada hasta por los más escépticos, es la llegada de uno de los festivos más esperados. La Dirección General de Tráfico (DGT) prevé más de siete millones cuatrocientos mil desplazamientos por carretera, a los que se suman los miles de billetes vendidos para tren y avión. Pero, siguiendo la línea de los Monty Python, también hay buenas noticias para los desafortunados que se han quedado sin puente. Para este fin de semana en Barcelona, EL PAÍS propone cambiar el “garito de confianza”, por bares que quizás hayan pasado desapercibidos (y de manera intencionada): los speakeasy bars o bares clandestinos.
Inspirados en la década de los veinte y los treinta en EE UU, estas coctelerías a puerta cerrada recrean los espacios clandestinos en los que los estadounidenses se escondían para beber alcohol cuando la ley seca prohibió su consumo y venta en todo el país. Su nombre, speakeasy, tiene su origen en las reuniones de los ciudadanos en las trastiendas de los restaurantes donde, para no ser descubiertos, debían hablar “flojo y despacio”. Estos locales llegaron a Barcelona hace casi una década. Ahora las redes sociales y su imperiosa búsqueda de lugares “instagrameables”, han puesto a los speakeasy en el punto de mira. Siempre y cuando se camine con los ojos bien abiertos.
Bobby’s Free
En 1975, Robert viajó a Barcelona desde Irlanda para abrir uno de los primeros pub irlandeses de la ciudad, que rápidamente se ganó el cariño y la asiduidad de los vecinos del barrio. Casi cincuenta años después, Bobby’s Free sigue abierto, aunque en la calle Pau Claris no quede ni rastro del local: en el portal número 85 solo hay una barbería vintage. Si en lugar de un corte de pelo, el visitante prefiere probar un cóctel de autor, con solo una palabra podrá acceder al bar.
Hace ocho años, el chef y consultor Éric Basset (Montpellier, 39 años) y su socio, el bartender Dani Martín, reformaron el pub irlandés y lo escondieron tras los espejos de la barbería, para regalar al cliente una experiencia “auténtica que no podrá olvidar”, presume Basset. Al atravesar unas cortinas de terciopelo, el visitante se convierte en protagonista de Midnight in Paris y, por una noche, la decoración, la escenografía, la música y el ambiente le trasladan a los años treinta. “Es el lugar perfecto para una cita íntima o una conversación entre amigos”, explica Basset, y añade “queremos crear una experiencia completa pero, ante todo, somos una coctelería seria, no un parque de atracciones”. Y ya sea por la creatividad en el diseño de los cócteles, la música o el espectáculo, Bobby’s Free recibe cada noche a más de un centenar de clientes, “desde el que aparca el Ferrari en la puerta, al vecino que antes venia a ver al Barça o al turista recomendado por el Palace”, la cola da la vuelta a la manzana.
Pau Claris, 85.
Paradiso
En el barrio del Born, conocido por su ambiente bohemio y multicultural, decenas de personas hacen cola en lo que aparenta ser un pastrami bar. Pero los bocadillos no son el principal atractivo de este local: la nevera que hay junto al grill es la entrada a Paradiso, la coctelería fundada por el toscano Giacomo Giannotti que fue, junto a Bobby’s Free el primer speakeasy de la ciudad. Allí, el Gianluca Basso (Turín, 29 años) revela el secreto de la coctelería que en 2022 fue nombrada número uno mundial por los premios The World’s 50 Best Bars.
“El objetivo de Paradiso es crear una experiencia para el cliente a través de los cinco sentidos”, cuenta mientras agita en la coctelera el Negroni al que después pondrá una galleta de avellana y caramelo para completar el cóctel conocido como “la Rueda”. La carta de este año, explica, hace un recorrido por todos los grandes descubrimientos de la humanidad, desde el fuego hasta la sostenibilidad. Una apuesta de éxito que les permite preparar cada noche una media de 700 cocteles, “sin contar las copas fuera de carta, el trabajo es muy duro pero necesario si se quiere ser el mejor”, afirma Gianluca.
Rera Palau, 4.
Monk
Desde los clásicos, el recorrido termina muy cerca, en el céntrico Carrer dels Abaixadors, donde desde hace apenas un año abre sus puertas al público la coctelería Monk. Los porteros del local advierten que hay que “estar muy atento” para no pasar de largo, este speakeasy es de los más difíciles de encontrar: su entrada reproduce fielmente el aspecto de un bazar supermercado 24 horas, con las estanterías repletas de bebidas y golosinas, el mostrador y la caja registradora para cobrar. Una vez dentro, Stefano su camarero más veterano, explica que la decoración del local está inspirada en motivos musicales. El nombre Monk lo recibe del músico y pianista de jazz estadounidense Thelonious Monk, y toda la escenografía del lugar, “en el que la luz juega un papel fundamental está dedicada a grandes artistas”, detalla Stefano. La carta, en forma de vinilo, ordena los cócteles originales cuyos nombres homenajean a pintores, compositores, cineastas, o músicos.
En su interior se distinguen dos espacios: el primero funciona como coctelería habitual, y el segundo, el Monk Club, pensado para recrear un ambiente más festivo, con cabina de DJ y un espacio diáfano preparado para bailar. Pese a su reciente apertura, las redes sociales, cuenta Stefano, lo han convertido en uno de los sitios de moda de la noche barcelonesa, que cada día cuenta con una cola virtual de, aproximadamente, 150 personas.
Abaixadors, 10.
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