Dos versiones de “el crimen de los colombianos”, a juicio: ¿Legítima defensa o premeditación y alevosía?
El inminente juicio por la muerte de dos hombres que iban a robar droga en una finca de Málaga implica a los asesinos de Lucía Garrido, a sicarios y a guardias corruptos
Esta historia cuenta ya seis muertos, todos en torno a la finca de Los Naranjos, en Alhaurín de la Torre (Málaga). Hay una mujer que sabía demasiado, dos sicarios que creyeron que iban a cometer el robo que les cambiaría la vida para siempre, otro que creyó controlarlo todo y se encontró en el ojo del huracán acribillado a balazos dentro de su coche en Mijas, un cuarto —convertido en testigo protegido— al que las balas le alcanzaron en Colombia, y un guardia civil que se quitó la vida. Además, y alrededor de todo, hay un puñado de guardias civiles corruptos, relacionados con el propietario de la finca. En esta historia, los que no están muertos están libres y pendientes de un juicio que no llega, aunque parece inminente.
El 30 de abril de 2008 apareció flotando en la piscina de la finca con signos de violencia el cuerpo de Lucía Garrido, de 48 años, y esposa (separada) del propietario, Manuel Alonso Herrero, de 62 años, con quien compartía una hija. Aquel crimen, del que recientemente Televisión Española ha estrenado una magnífica serie denominada Lucía en la telaraña, de Tomás Ocaña, desveló un entramado de corrupción de guardias civiles y sicarios, de tráfico de drogas y de animales exóticos.
La maraña tiene su epicentro en la finca, donde Alonso acoge animales salvajes (leones, tigres, pumas, linces, serpientes…) entregados por el Seprona (Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil), y donde presuntamente guardaba grandes cantidades de cocaína y hachís en los dobles fondos de sus jaulas. Así las cosas, el 25 de abril de 2009, cuando no había pasado ni un año del asesinato de Lucía Garrido, dos ciudadanos colombianos, Derian José Morales Feria (36 años) y Eduard Andrés Gómez Tabares (25 años), caían abatidos en el jardín de la misma propiedad por sendos disparos de escopeta realizados por Alonso, que aseguró haberlos hecho en defensa propia. Los asaltantes, presuntamente, iban a dar un vuelco, es decir, a robar la droga que supuestamente guardaba allí Alonso.
Lucía Garrido fue asesinada precisamente cuando trataba de aportarle pruebas a su abogado de las actividades ilícitas de su exmarido en la casa familiar, donde ella vivía con su hija y contra la voluntad de Alonso. Su abogado se esfumó después y los documentos nunca se encontraron.
¿Quién es quién en “el crimen de los colombianos”?
Los desplazados desde Madrid
Derian José González Ferias
Edward Andrés Gómez Tabares
Milton Andrés Salazar
Mario Guevara Sanabria
Omar Custodio Riveros
Grupo desplazado desde Alicante
Diego García Varón
Aitor González Jiménez
Moisés Sala Nicolás
Grupo afincado en Málaga: Los ‘Niños de Fuengirola’
Ángel Vaello García
Cristóbal García Ramos
Rubén Pérez Sánchez
Alexander Jiménez Bonilla
John Janns Amelinez Orozco
Emerson Alberto Monsalve Muñoz
Mauricio Rentería Collazos
Los guardias civiles
Amador Pérez Luque, 'perilla, el peri'
José Antonio Bandera Vázquez
Las muertes de los colombianos reavivaron un espinoso crimen tratado como violencia de género. Pero el 21 de diciembre de 2009, ocho meses después de las muertes de los dos asaltantes, la juez del juzgado número 10 de Málaga, Estela Gómez Giner, que dirige las diligencias, decretó el archivo de la causa de acuerdo con el fiscal, Alberto Quesada Dorador, por entender que “los fallecidos entraron por la noche en el domicilio de Manuel Alonso, portando ambos armas de fuego, yendo con el rostro cubierto, defendiéndose Alonso, causando este la muerte de aquellos, sin que de las diligencias practicadas se desprenda otra cosa y por ello es procedente decretar el sobreseimiento provisional y archivo de la causa”. Entienden que el acusado actuó en defensa propia.
Sin embargo, las investigaciones y denuncias del guardia civil del Seprona Ignacio Carrasco de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC), junto a las de Rosa, la hermana de Lucia, junto a una ristra de mensajes anónimos, desataron una investigación del Servicio de Asuntos Internos de la Guardia Civil (SAI) en 2014. Esas minuciosas pesquisas arrojaron nuevos y cruciales datos sobre el doble crimen, y además relacionaron los dos homicidios directamente con el asesinato de Lucía Garrido, e implicaban a guardias civiles —ya con múltiples causas pendientes— y hasta a cuatro grupos criminales dedicados al tráfico de drogas y a los robos y vuelcos (robos de droga entre bandas) en Pontevedra, Madrid, Alicante y Málaga, cuyos miembros eran ya viejos conocidos y estaban siendo investigados tanto por la Policía Nacional como por la Guardia Civil.
Dos versiones de un mismo crimen entraron en colisión. El principal investigado, Manuel Alonso, asegura que oyó a su perro ladrar de noche, salió con su escopeta cargada y se topó con un intruso armado en la esquina de su casa; que se encañonaron mutuamente mientras él retrocedía por un camino pavimentado hacia la puerta de salida de la finca, y que, cuando alguien abrió fuego, él se ocultó tras un banco de piedra y disparó en la oscuridad alcanzando de manera certera y mortal con dos disparos a los dos asaltantes. La versión de los investigadores, por el contrario, asegura que Alonso estaba apercibido de que iban a entrar en su casa y esperó a los asaltantes agazapado tras el banco de piedra y que les disparó cuando les tuvo a tiro. La cuestión: ¿Legítima defensa o premeditación y alevosía?
“Todo parece indicar que hubo determinado grado de implicación de los agentes Amador Pérez Luque y José Antonio Bandera Vázquez [del grupo de investigación del puesto de Coín] con respecto a la planificación para robar aquella droga de la Finca de los Naranjos”, concluye el informe del Servicio de Asuntos Internos de la Guardia Civil.
Ambos guardias ya habían sido investigados con anterioridad por ser “colaboradores necesarios para cometer delitos de robo con intimidación” y por “omisión del deber de perseguir delitos”. El día del asalto a la finca, los dos agentes cambiaron su turno al de la tarde, “de manera completamente inusual” y lo doblaron hasta la madrugada (16 horas seguidas) “sin que conste ninguna justificación oficial para ello”.
Además, Amador fue visto aquella tarde por uno de los asaltantes poco antes de que entraran en la casa. Quien dijo verle era un testigo protegido que fue acribillado a balazos el 18 de marzo de 2019 en Colombia, justo cuando arrancaba el juicio por Lucía Garrido en Málaga. Aseguró que estaba en un bar próximo, en compañía de Alexander Jiménez Bonilla, alias Ruki, líder de la banda conocida como Los niños de Fuengirola. Ruki, según las conclusiones de Asuntos Internos, era el coordinador del plan, encargado por el entonces guardia civil Amador Pérez Luque.
Asuntos Internos envía su informe a la Fiscalía el 21 de abril de 2015, que lo remite a su vez al juzgado número 10 que instruye la causa bautizada como la “de los colombianos”. La consecuencia del demoledor informe de la Guardia Civil, que incluye declaraciones muy reveladoras de algunos de los implicados en aquel asalto y de conocidos íntimos de los fallecidos como testigos protegidos, es la reapertura de la causa el 11 de junio de 2015, a petición del Fiscal Jefe de Málaga y de la juez.
Dos meses después, el servicio de Asuntos Internos tiene que apercibir a la jueza Estela Gómez Giner para que no envíe (como quiso hacer) su meticuloso informe —de unas diligencias consideras “secretas” y de una investigación todavía abierta— a la Unidad de Homicidios de la Guardia Civil, por tratarse precisamente de los propios investigados en la causa.
Entretanto, el jefe de la Policía Judicial de Málaga, el teniente Valentín Fernández Francisco, quien supervisó las dos investigaciones —la del asesinato de Lucía Garrido y la de los colombianos— había sido detenido por Asuntos Internos junto a Manuel Alonso en diciembre de 2010 por tráfico de drogas, solo año y medio más tarde de la muerte de los colombianos. Ambos fueron condenados.
Pese a todo, tanto la juez como la Fiscalía vuelven a darle carpetazo rápido al asunto, el 23 de septiembre de 2016, y por las mismas razones por las que sobreseyeron el asunto en su día. Aprovechan, además, el nuevo archivo para eximir a los guardias de toda responsabilidad por la “prescripción” (más de cinco años desde que se inició la causa) del único supuesto delito que se les imputaría en el caso del doble crimen: robo con violencia. Sorprende que no hace referencia ese auto a la condición de guardias civiles de los presuntos implicados en las muertes. Más aún, que tanto la juez como el fiscal rechazaron toda comunicación con los agentes de Asuntos Internos y, en contra de lo habitual, les denegaron por escrito el acceso a las declaraciones que dichos agentes y demás investigados prestaron en sede judicial, para que pudieran extraer nuevos indicios que ayudaran al esclarecimiento del doble crimen. Nunca pudieron llevar a cabo, como querían los agentes, un careo entre los investigados.
Amador Pérez Luque fue detenido en febrero de 2016 como autor intelectual del asesinato de Lucía Garrido e ingresó en prisión, pero fue absuelto tras un juicio rocambolesco en septiembre de 2019, en el que los miembros del jurado popular eran visiblemente amedrentados por miembros del clan de los Niños de Fuengirola en los pasillos de los juzgados.
Actualmente Amador está siendo investigado por blanqueo de capitales en un juzgado de Coín y por tráfico de drogas en la Audiencia Nacional. Su compañero, José Antonio Bandera, también acusado del asesinato de la mujer, fue igualmente absuelto. Tras el recurso presentado por la defensa de Lucía Garrido, liderada por Luis Portero (hijo del fiscal superior de Andalucía asesinado por ETA), el juicio está pendiente de repetirse, pero ya solamente con Manuel Alonso y Ángel Vaello (presunto autor material) como acusados. El ADN de Vaello, apodado El Rana y cabecilla —junto a Ruki— de la banda de Los Niños de Fuengirola, fue hallado en una copia nueva de la llave que daba acceso a la Finca de los Naranjos y que fue encontrada en la escena del crimen de Lucía Garrido.
Algo inesperado
Y cuando parece que el caso de Lucía Garrido vuelve a quedar pendiente de que se repita el juicio con solo dos imputados (ninguno guardia) y el crimen de los colombianos va a archivarse definitivamente, ocurre algo inesperado: interviene de oficio la Audiencia Provincial de Málaga que, el 23 de septiembre de 2020 les canta las cuarenta a la juez y a la Fiscalía. “Desde el punto de vista procesal, no es nada habitual que en esta fase del procedimiento se acoja una eximente de la responsabilidad criminal como la de legítima defensa, prescindiendo del juicio oral, que estimamos es el lugar adecuado para poder valorar su concurrencia”, recrimina en su escrito contra el archivo del crimen de los colombianos.
Por ese motivo revoca la conclusión y exige que se incoe el procedimiento que corresponde a un caso de posible doble homicidio o asesinato, es decir, el de Ley Orgánica del Tribunal del Jurado para que haya un juicio oral. La razón: “Hay suficientes indicios que indican que el investigado, Manuel Alonso, sabía que iban a entrar unos asaltantes y se preparó para ajusticiarlos”, por lo que no sería aplicable la eximente de legítima defensa, al menos no al completo, pues tuvo en su mano evitar el asalto y el fatídico resultado denunciando a las fuerzas del orden lo que temía iba a suceder”.
El 13 de septiembre de 2021 la fiscalía obedece a la Audiencia y abre el procedimiento del caso ante el tribunal del jurado por dos posibles delitos de homicidio. En estos momentos se está a la espera de que la juez del juzgado número 10 de traslado de las diligencias y la Audiencia ponga fecha al juicio oral en el que se dirimirán las dos versiones de unos mismos hechos.
Así, será de nuevo un jurado popular el que tendrá que decidir si fue, como defienden los investigados, el fiscal y la juez, un acto de “legítima defensa”, al toparse Manuel Alonso con dos asaltantes armados y responder con sendos disparos de su escopeta por sentirse amenazado de muerte. O si, por el contrario, se trata de un doble homicidio premeditado, como defienden los investigadores de la Guardia Civil y los familiares de la víctimas, para evitar que los miembros de un grupo criminal le robasen la droga que guardaba en su finca perteneciente a otra organización delincuencial.
Mientras eso llega, el exguardia Amador continúa en libertad, investigado por blanqueo ante la dudosa procedencia de sus propiedades. Tiene un castillo en Coín, que construyó y equipó con lujo tras ser agraciado con cinco premios de lotería por valor de 125.000 euros, gracias a las participaciones que en teoría adquirió en una peluquería de Calatayud, según informes policiales.
Por su parte, el ex jefe de la policía judicial de la Guardia Civil en Málaga, Valentín Fernández, cumplió los años de prisión impuestos y está inhabilitado para el ejercicio de la función pública.
Manuel Alonso, está pendiente de la apertura del juicio oral por los colombianos y del nuevo juicio por el asesinato de su exmujer. Pero, mientras, disfruta del tercer grado de libertad tras una condena de tres años por tráfico de drogas y otra de año y medio por alzamiento de bienes.
Ruki, líder de la banda de Los niños de Fuengirola, presunto suministrador de armas de los asaltantes, coordinador del operativo de asalto y nexo con los guardias corruptos, fue acribillado a balazos dentro de su coche desde una moto en las proximidades de su casa (en Las Lagunas de Mijas) el 17 de septiembre de 2015, justo el día que iba a ser entrevistado en un hotel por los agentes de Asuntos Internos.
Uno de los testigos protegidos había declarado a los investigadores que Ruki podía desvelar quién estaba detrás de los crímenes de Garrido y de los colombianos. Poco después de su asesinato, un hombre se presentó en el puesto de la Guardia Civil de Mijas con medio kilo de cocaína y aseguró ser el autor de la muerte de Ruki. Fue condenado y sigue en prisión.
En total —aparte de Lucia Garrido, los dos colombianos y Ruki— son ya seis los muertos en torno a la finca de Los Naranjos, ya que un guardia investigado se suicidó y otro testigo protegido, citado para el juicio, fue asesinado en Colombia dos meses antes.
Además, hay un tercer testigo protegido que desapareció, después de que le pusieran precio a su cabeza y poco antes de comenzar el juicio. Rosa, la hermana de Lucía Garrido, falleció de cáncer y no podrá comprobar si su incansable lucha por que se haga justicia llega a su fin.
Versión uno. Mantenida por los investigados, la Fiscalía y la juez
“El 25 de abril de 2009, Manuel Alonso Herrero se encontraba en su domicilio en la Finca de los Naranjos. Sobre las 22.00 horas, Derian José Morales Feria y Eduard Andrés Gómez Tabares, en unión de varias personas no concretadas pero en todo caso más de cinco, portando todos ellos armas de fuego y en concreto un fusil Kalashnikov, acudieron a la mencionada vivienda con el fin de sustraer una supuesta cantidad de droga que ellos creían que Manuel Alonso guardaba en su interior.
Mientras el resto se quedó fuera, Derian Morales, con un tubular de color negro que le cubría la cabeza en su totalidad y armado con una pistola marca Whalter, modelo P99 del calibre nueve milímetros parabellum y el número de identificación del cañón borrado, en perfecto estado de funcionamiento, saltó el muro que rodea la finca junto a Eduard Gómez Tabares, que llevaba una maza y un revolver de la marca “S&W” modelo 1917 del calibre 45 Auto, en correcto estado de funcionamiento. Ambos accedieron así al jardín.
Al oír ruido en el exterior a su perro ladrar insistentemente, Manuel Alonso Herrero, temiendo que fuesen unos ladrones, salió a su jardín portando una escopeta marca “Beretta”, modelo AL390, de calibre 12, en correcto estado de funcionamiento.
Al encontrarse en el jardín, mal iluminado, Derian Morales y Eduard Gómez encañonaron a Manuel Alonso con sus armas, procediendo este a retroceder en sus pasos, resguardándose este tras un banco de hormigón.
En ese momento, Derian Morales y Eduard Gómez, con la intención de dar muerte a Manuel Alonso, le dispararon repetidamente. En concreto, Derian hizo tres disparos con su pistola y Eduard hizo cinco disparos con su revolver, si bien ninguno le alcanzó, ante la protección del banco de piedra.
Manuel Alonso, con el fin de proteger su vida y mientras recibía los disparos, realizó dos disparos con su escopeta, alcanzando con cada uno a Derian Morales y a Eduard Gómez, quienes fallecieron.
Inmediatamente después, Manuel Alonso saltó la valla de su vivienda por la parte trasera y huyó a la casa de unos vecinos a quienes pidió auxilio y solicitó que llamaran a la Guardia Civil, cosa que hicieron de inmediato.
Derian Morales falleció debido a una herida por arma de fuego cardiaca, habiendo impactado previamente la munición en su antebrazo izquierdo, siendo producido el disparo a entre los seis y siete metros de distancia de la boca de fuego de la escopeta [La autopsia marca dos metros].
Eduard Gómez falleció por un shock hipovolémico producido por un hemotórax masivo causado por un disparo de escopeta que penetró por la cara lateral del hemitórax derecho y que lesionó ambas pleuras, pulmones, corazón y pericardio, diafragma y víscera hepática, siendo producido el disparo entre los dos y cinco metros de distancia de la boca de fuego del arma.
Los hechos son constitutivos de dos delitos de homicidio. No hay persona responsable de dichos delitos, al concurrir la eximente completa de legítima defensa. Y no procede imponer pena alguna.”
Versión dos. Mantenida por el Servicio de Asuntos Internos (SAI), las defensas de las víctimas, la Asociación Unificada de la Guardia Civil (AUGC) y seis testigos protegidos (dos presenciales):
“Entre las 22.30 y las 23.00 del 24 de abril de 2009 (un día antes de los hechos investigados) Eduard Andrés Gómez Tabares mantenía una conversación con Mario Guevara (alias Mario Bros o El Viejo) quien lo convocaba para realizar un viaje de que “si regresaba, tendría la vida resuelta”.
Por otro lado, Derian Morales Feria, ese mismo día (24) partía hacia Vigo (Pontevedra), reuniéndose con Milton Andrés Salazar en el bar El Hispano de dicha ciudad. El motivo de la reunión era que Derian debía recoger a Milton porque había recibido el encargo de Mario Guevara de reunir a varios miembros de confianza para desplazarse hasta Málaga con el objeto de robar una importante cantidad de cocaína, más de 200 kilos.
El viaje de vuelta de Vigo a Madrid lo hicieron Derian y Milton en un Peugeot 207 rojo. En la capital les esperaban Eduard y Guevara para proseguir viaje juntos hasta Málaga.
La información sobre el lugar de depósito de la droga y la cantidad almacenada era manejada por Guevara que, asumiendo las funciones de dirección, convocaba al grupo para materializar el atraco en la vivienda; contando además con la logística y apoyo de otro grupo afincado en Málaga el cual daría cobertura al operativo de robo. Pero, de facto, Guevara (residente en Madrid) solo era el intermediario encargado de conseguir los sicarios (fuera de Málaga). La persona que le contrató, facilitándole la información de donde se encontraba guardada la droga y suministrándole las armas (una pistola, un revolver y un fusil de asalto Kalashnikov), fue un compatriota suyo (también colombiano) identificado como Alexander Jiménez Bonilla, alias Ruki y líder de un peligroso grupo de violentos delincuentes conocido como “Los niños de Fuengirola”.
El 25 de abril de 2009, una vez estuvo el grupo reunido en los alrededores de la Finca de los Naranjos, y tras pasar el día reconociendo la zona, deciden iniciar el asalto a la finca, hacia las 21.00 horas. Los encargados de saltar son Derian y Eduard. Guevara se queda en la puerta con el fusil Kalashnikov esperando supuestamente a que estos le abran para poder entrar a cargar con los vehículos que llevaban.
Así, Eduard saltó primero el muro que delimita el acceso a la finca, recorriendo en su invasión unos pocos metros por la parte central del camino asfaltado de uso a vehículos en dirección hacia la vivienda, siendo alcanzado por el primer disparo de escopeta realizado por el propietario de la finca, Manuel Alonso, que (de acuerdo a los análisis de criminalística) se encontraba situado en el margen derecho de dicho camino asfaltado, en la parte más alejada de la casa, en una zona sin iluminación, armado y parapetado tras uno de los bancos de piedra que delimitaban ese camino y que impedía que el asaltante le viese. Esperando para disparar sobre Eduard Andrés a que prácticamente estuviese a su lado. Lo que indicaría que estaba esperando la llegada de los asaltantes.
Se inicia el tiroteo. Eduard realiza cinco disparos con su revolver. Derian, que había saltado después, supuestamente se aproximaría a la zona de donde provienen los tiros disparando (hasta que en el tercer disparo se encasquilló su pistola) y habría sido también abatido de un escopetazo de Manuel Alonso, que resulta ileso.
Los charcos de sangre del camino, señalan la zona donde ambos fueron alcanzados, muy próximos entre sí. Las autopsias revelaron que murieron prácticamente en el acto, pero sus cuerpos fueron hallados a entre 25 y 30 metros de ahí, sobre la grava del jardín situado frente a la casa, y separados más de diez metros entre sí. Uno de ellos, el de Derian, tenía piedras en la boca que pudieron haberle entrado siendo arrastrado.
Además, no fueron halladas las huellas de Derian en la pistola y sí se encontró en cambio un ADN “no identificado”, por lo que la acusación sospecha que esa arma podría haber sido usada por una cuarta persona y colocada junto al cuerpo después.
El resto de asaltantes abandonaron el lugar, pero poco después, algunos de ellos, regresaron en busca de sus compañeros. Momento en que observaron que una furgoneta, que aseguran pertenecía a la Guardia Civil, abandonaba la finca de Los Naranjos antes de que llegaran los vehículos policiales, señalizados como tales y haciendo uso de los prioritarios de emergencia. También vieron saltar a un hombre por el muro, portando otra arma, que resultó ser Manuel Alonso, cuando se dirigía a la casa de sus vecinos.
Manuel Alonso tuvo conocimiento previo de que iba a sufrir un atraco dirigido a robar la sustancia estupefaciente, propiedad de terceras personas, que él custodiaba en dobles fondos habilitados al efecto dentro de las jaulas de los animales salvajes que albergaba en su centro de acogida. Repeliendo el asalto a su morada disparó mortalmente contra los asaltantes a corta distancia en cuanto los tuvo a tiro y alteró (o permitió que fuese alterado) a posteriori el escenario del crimen a su conveniencia.
En base a los datos de la investigación, se encontraba fuertemente armado y con las armas y la munición en disposición de uso: la inspección ocular mostró que tenía armas repartidas y cargadas por toda la casa, también junto a su cama, como quien espera una situación de peligro inminente. Los restos de sangre y las vainas de los proyectiles indican dónde y cómo se produjeron los abatimientos de los dos fallecidos, lo que entra en contradicción con la descripción que hizo Manuel Alonso, que aseguró que fue encañonado por uno de los asaltantes en la esquina de su casa y retrocedió hasta ese punto del jardín y que alguien le disparó y luego se apresuró a refugiarse y a disparar desde el banco. Los cuerpos aparecieron muy alejados de ese punto, uno de ellos con piedras dentro de la boca que podrían evidenciar que fue arrastrado por la grava del jardín. Desde su posición inicial, Alonso pudo ver cómo Eduard saltaba y se dirigía hacia él sin ser consciente de su presencia y esperó, con premeditación, nocturnidad y alevosía, a que se encontrase a muy poca distancia para dispararle a quemarropa.
Por otra parte, son múltiples los indicios, investigaciones policiales y posteriores detenciones que vinculan a Alonso con el narcotráfico y a su finca con una guardería de droga. Tal y como le confesó su exmujer Lucia Garrido, poco antes de ser asesinada, a una vecina y amiga, mientras trataba de documentar esas irregularidades de su expareja para su abogado. Incluso en intervenciones telefónicas realizadas a guardias corruptos se apunta a Alonso como parte de sus entramados de narcotráfico y se explica una posible ocultación de pruebas por parte de esos guardias para protegerle y protegerse.”
La hipótesis de esta última versión es que Alonso guardaba droga en su finca de distintos grupos criminales (que tenían entre sus miembros a guardias civiles corruptos) y que trataron de robársela entre sí y él, advertido, quiso evitarlo.
Las claves que tendrá que dirimir el jurado popular
La versión ofrecida por Alonso se contradice con el análisis de criminalística y los datos aportados por la inspección ocular y las autopsias. El primer atestado policial insiste en que “no encaja que hubiese un contacto visual previo con amenaza por encañonamiento sostenida y con desplazamiento”. Sino que los indicios apuntan a que Manuel Alonso “sorprendió a los asaltantes en la zona donde disparó, junto al banco de piedra”. Además, subraya el atestado, si hubiese sido como dice Alonso, debería haber podido aportar algún dato físico de su atacante, cosa que no hizo: ni descripción física, ni vestimenta, ni tipo de arma...”.
La inspección ocular muestra que Alonso tenía armas por toda la casa, apostadas cerca de las ventanas, incluso junto a la cama. En total tenía otros dos rifles (uno de caza mayor) y otras dos escopetas, aparte de la que usó para matar a los dos colombianos. Según los investigadores, es un claro indicio de que estaba avisado de que iba a ser atacado y tenía voluntad de usar las armas para defenderse y así lo ha estimado la Audiencia.
Los informes de Policía Nacional y Guardia Civil sobre los colombianos investigados, viejos conocidos de los agentes que investigan el crimen organizado, indican que su pretensión al ir a Málaga era robar 150 kilos de cocaína, frente a la versión de Alonso, que asegura que querían ajusticiarle por tener información comprometida.
Las autopsias revelan que los disparos mortales se produjeron a distancia muy corta (unos dos metros) y que los fallecidos murieron casi en el acto, lo que arroja dudas sobre cómo pudieron aparecer sus cuerpos a 20 metros del lugar donde fueron abatidos y sobre una posible manipulación de la escena del crimen.