Ana Torroja está de vuelta: “Llegué a pensar que mi momento ya se había acabado”
La sombra de Mecano es alargada, pero no consigue apagar la estrella de la cantante. A sus 65 años, vuelve con un nuevo sencillo en el que se pregunta si no es hora de bajarse de los escenarios. “Hay un momento en el que ya no sabes si tienes que seguir luchando”, dice. Por ahora tiene fuerzas —y canciones— para rato.
La primera vez que Ana Torroja (Madrid, 65 años) tuvo dudas sobre su futuro en la música fue en 1992, en lo más alto de su carrera. Mecano acababa de terminar la exitosa gira de promoción del disco Aidalai y los tres integrantes del grupo, José María y Nacho Cano y Torroja, decidieron tomarse un tiempo para descansar y reflexionar sobre qué querían para sus carreras. Ana estaba agotada física y mentalm...
La primera vez que Ana Torroja (Madrid, 65 años) tuvo dudas sobre su futuro en la música fue en 1992, en lo más alto de su carrera. Mecano acababa de terminar la exitosa gira de promoción del disco Aidalai y los tres integrantes del grupo, José María y Nacho Cano y Torroja, decidieron tomarse un tiempo para descansar y reflexionar sobre qué querían para sus carreras. Ana estaba agotada física y mentalmente. Estaba cansada de tanto tour, pero también de la constante tensión que había entre sus compañeros. Su profesor de canto le aconsejó que se olvidara del trabajo y se fuera lejos de España. “Me dije a mí misma: ‘¿A dónde me voy? ¿Dónde no me va a conocer nadie y puedo volver a ser Ana? Me fui a vivir a Nueva York”, recuerda la cantante, mientras se hace un ovillo en una silla de maquillaje.
La segunda vez que tuvo dudas fue en 1998. Mecano había regresado con Ana, José, Nacho, un doble disco recopilatorio que incluía siete canciones inéditas. Fue un regreso breve, interruptus, boicoteado por el propio José María Cano, que al poco tiempo del lanzamiento del álbum anunció que dejaba la banda. Ana y Nacho no sabían nada. “Cuando José dijo que se iba, que dejaba el grupo, sentí un vértigo tremendo. Pensé: ‘Lo he puesto todo en Mecano. ¿Y ahora qué hago?’ Llegué a pensar que Mecano sería el final de mi carrera. Pero fue el principio”, reconoce. Ese fue el comienzo de su larga carrera como solista, con seis álbumes de estudio y, según su oficina de representación, unos cuatro millones de discos vendidos en todo el mundo.
La tercera vez que a Ana Torroja se le pasó por la cabeza la idea de dejar la música fue hace unos meses. Estaba por cumplir 65 años, edad en la que muchos españoles se jubilan, y pensó: “Quizá mi tiempo en la música se acabó”. “Hay un momento en el que ya no sabes si tienes que seguir luchando. La industria ha cambiado tanto. Ahora todo se hace muy rápido y yo no sé trabajar así. Además, aunque uno quiera seguir trabajando, hay veces que no existes. Sacas un disco y prácticamente la gente no se entera. Llegué a pensar que a lo mejor mi momento ya se había acabado”, explica. A medida que se sincera, se hace más pequeña en esa enorme silla.
Lo que parecía ser el fin fue el comienzo de algo nuevo. El 26 de septiembre, Torroja publicará Se ha acabado el show, el primer sencillo de su nuevo disco. “No sé si ya decir adiós o retocar la cara despintada. Hace tiempo que siento que llega el momento, tan cerca y tan lejos del mismo recuerdo… Hagamos un intento más, puede que aún tengamos algo que contar”, canta en el single, que forma parte de un disco que tiene previsto publicar en el primer trimestre de 2026. El álbum, que todavía no tiene título, fue grabado en México y ha sido producido por Andrés Levín, productor venezolano que ha trabajado con artistas como Tina Turner, Miguel Bosé o Paulina Rubio.
Ana Torroja lleva casi cinco años sin sacar un trabajo. Este será el primer álbum de su carrera escrito íntegramente por ella. Hasta ahora nunca se había sentido muy segura componiendo. Durante la etapa en Mecano, José María y Nacho Cano controlaban el proceso creativo con celo. Pero ya entonces la voz del grupo soñaba con escribir sus letras. “Y mira, en este momento de mi vida, cuando tengo tantas dudas, de pronto consigo cumplir ese deseo. No lo he buscado, se ha dado así”, subraya.
Durante la entrevista repetirá varias veces que ella no busca las cosas, que todo le ocurre “por la fuerza del destino”. De pequeña, cuando estudiaba en las teresianas de Madrid, quería ser actriz o decoradora. Le gustaba la música, pero por alguna razón no se veía como cantante. “Vengo de una familia de matemáticos, científicos e ingenieros y no sabía bien cuál era mi lugar. Solo sabía que no quería tener una profesión al uso”, explica.
Su padre, José Antonio Torroja Cavanillas, II marqués de Torroja, era un reputado ingeniero de caminos. Su abuelo, Eduardo Torroja Miret, había sido uno de los grandes expertos mundiales de su tiempo en construcción en hormigón y autor de obras icónicas como las cubiertas y graderíos del Hipódromo de la Zarzuela. Su bisabuelo era el matemático Eduardo Torroja y Caballé y su tatarabuelo, el catedrático Juan Torroja.
En la confortable casa de los Torroja, en la madrileña calle de Raimundo Fernández Villaverde, a pocos metros del paseo de la Castellana, la música era vista más como un pasatiempo que como una salida laboral. “Cuando mi padre volvía del trabajo, se ponía a tocar el piano. Yo me sentaba a su lado y pasaba las hojas de las partituras. Otras veces apagaba las luces y nos hacía escuchar a los seis hermanos las óperas de Wagner”, recuerda. De uno de sus viajes a Londres, José Antonio Torroja trajo consigo el disco A Night at the Opera, de Queen. Lo ponía todo el tiempo en un equipo de música que había construido con sus propias manos. “La primera vez que escuché Bohemian Rhapsody pensé: ‘¡Wow, yo quiero eso!”, dice Ana.
Más o menos a esa edad, con 16 años, conoció a José María Cano en una fiesta en el Edificio Tiuna. En esa época, el Tiuna era un punto de encuentro para los “niños bien” de Madrid. Se hicieron amigos, salieron, rompieron, se reencontraron y en 1981 crearon junto a Nacho un grupo de tecno-pop y new romantic en español. El nombre, Mecano, era un juego de palabras con el apellido de los Cano y un guiño a los Torroja, esa gran saga de ingenieros y constructores. Al principio, José María fue la voz y Ana se limitaba a los coros. Luego decidieron que ella fuera la voz principal, lo que dio al grupo un toque ambiguo. Los temas, escritos por José y Nacho, casi siempre reflejaban un punto de vista masculino.
La publicación de Hoy no me puedo levantar, su primer sencillo, los lanzó a la fama en junio de 1981. El tema se convirtió en una de las canciones del verano y del año. “El éxito llegó con todo, con lo positivo y con lo negativo. Para mí lo que fue más difícil de ese éxito arrollador fue perder mi intimidad, el perder a Ana persona. El grupo estaba por encima de los individuos y para mí eso era complicado de entender. Luego he vuelto a recuperar a Ana en mi carrera en solitario”, explica.
Se empezó a hablar mucho sobre el look de Ana Torroja: menuda, pelo bien corto y rubio, brazos fibrados. Ella dice que nunca se sintió cosificada, que su aspecto le ahorró muchos disgustos: “Llevaba el pelo muy corto, iba al gimnasio y estaba musculada, y cantaba canciones en masculino, así que pensaban que era lesbiana. Eso me venía muy bien porque me dejaban tranquila con los novios o no novios que tenía”.
—¿Se le acercaban muchas mujeres?
—Mmm… No se me acercaba nadie. Los hombres no se me acercaban. Las mujeres, más, pero más por afinidad, por las canciones.
La prensa aprovechó la irrupción de Mecano en plena Movida madrileña para enfrentar al grupo con otra de las bandas del momento. “Alaska y los Pegamoides contra Mecano. Un combate apasionante entre los fieros luchadores neopunkis y los finos catchers de Somosaguas. Algo apasionante, duro, emocionante, todo un acontecimiento”, anunció el crítico musical José Manuel Costa en EL PAÍS en el verano de 1982. Los medios elevaron a Alaska a musa del underground y a Ana y a los hermanos Cano a iconos del pijerío. “Los Mecano están entre Pachá y ‘la arruga es bella’, dudando entre golfos y chicos de Serrano. Son uno de los conjuntos de la Movida —¿pero todavía queda Movida?— madrileña, y se abrochan el botón alto de la camisa sin cuello, contra las madrugadas de la música. Ana es representativa de cierta juventud incluso en lo que no es nada representativa”, escribió Francisco Umbral en 1984.
—¿Le molestaba el sambenito de pija?
—Yo soy hippy, no pija. Siempre he sido hippy, no pija. En esa época llamaban pijos a los de clase media acomodada, que era nuestro caso. Pero no, no me molestaba. Acabé comprendiendo que formaba parte de esta profesión. Aprendí la “ley del 33%”: a un 33% le vas a encantar; a otro 33% no le vas a gustar, y a otro 33% le vas a dar igual. Teniendo presente esa ley, yo sé que al menos a un 33% lo tengo de mi lado.
Todo ocurrió muy deprisa en esa época. En 1983 publicaron su segundo disco, ¿Dónde está el país de las hadas?; en 1984, Ya viene el sol, y en 1986, Entre el cielo y el suelo, con el que superaron el millón de discos vendidos. Entre el cielo incluía No es serio este cementerio, una marcha fúnebre tragicómica que reflexiona sobre lo efímero de la vida terrenal. Paradójicamente, en esos momentos la epidemia de heroína estaba causando estragos en España. Solo en 1987, en España murieron 189 personas de sobredosis. “No estábamos preparados mentalmente y no teníamos el conocimiento de lo peligroso que era esa droga. El que se enganchó, se suicidó desde el primer momento. Fue triste y doloroso. Por el camino se quedaron muchos”, recuerda la cantante. Su experiencia con las drogas fue acotada. “Soy muy independiente. No me gustaba depender ni de mis parejas, ni de mis padres. Por eso no me gustaban las drogas. Tenía amigos que se levantaban y ya se metían una raya. Yo decía: ‘Esto no me puede pasar a mí’. Probé el porro, pero no te creas que mucho más”.
Con Descanso dominical, su quinto álbum de estudio, Mecano batió su propio récord de ventas: más de 1.300.000 copias solo en España. Se convirtieron en la banda más exitosa de la historia de la música española y en un fenómeno global. Su música se escuchaba en todas las casas y también en palacio. El entonces príncipe Felipe y las infantas eran sus fans. “A Felipe lo conocimos en alguna recepción. Con Cristina y con Elena sí hicimos algunas salidas por ahí cuando yo vivía en París”, apunta.
El éxito también aumentó las tensiones entre los hermanos Cano. En 1991 llegó Aidalai, que sería la antesala de la ruptura del grupo. Intentaron volver en 1998, pero a finales de ese año, en la gala de entrega de los Premios Amigo, José María anunció que se iba. Ana, que había dejado en suspenso la promoción de su debut solista Puntos cardinales para grabar los nuevos temas incluidos en Ana, José, Nacho, quedó devastada. “No fue culpa de nadie, pero me dolió mucho. A mi primer disco en solitario le cortaron las alas”, lamenta.
—¿Cuán probable es el regreso de Mecano?
—Yo lo veo muy improbable. Sé que sería increíble, pero los contados intentos que ha habido nunca han dado un buen fruto por unas razones o por otras. Creo que cada uno tiene su vida tan encarrilada y está tan a gusto donde está, que para qué… Lo más cercano que tienes a Mecano en este momento soy yo. Después de 40 años, todavía hay gente que se sorprende al verme cantando las canciones de Mecano. Si alguien tiene derecho a cantar esas canciones, esa soy yo. Es como si los Rolling no cantaran Satisfaction.
—¿Os veis en privado?
—No, cada uno vive en un lugar del mundo diferente. Nos hemos querido mucho, pero nuestra relación era más profesional. Cuando se bajaba el telón cada uno se iba a su casa y no compartíamos mucho más. Cada uno tenía su vida y eso ha seguido así. Obviamente, sabemos el uno del otro y de vez en cuando nos comunicamos.
—Les habrán ofrecido todo para volver.
—Claro que hay gente que ha puesto ofertas sobre la mesa, pero ahí se quedaron: en la mesa.
—¿A usted le gustaría el reencuentro?
—Sí, estaría encantada. Sería increíble. Ves a Los Pecos, que se juntan, o a Hombres G, que siguen tocando…
—Entonces solo falta hablar con José y con Nacho.
—No sé qué falta. No hay ninguna razón lógica. Hay veces que no ha sido el momento porque uno estaba haciendo un trabajo y el otro estaba con otra cosa. Pero ahora no sé qué falta.
—Nacho Cano lleva una larga temporada envuelto en polémicas. ¿Cómo lo ve?
—No lo sé, pobre, no lo sé. Pero sale airoso, eh… Como decía Dalí: “Que hablen de mí, aunque sea mal”.
Torroja también ha salido airosa de sus propias polémicas. En 2014 admitió tres delitos fiscales y pagó 1,4 millones de euros a Hacienda. Entonces estaba trabajando en Conexión, su primer disco en directo completamente en solitario. En medio de la persecución mediática, se fue a México con su marido, el ingeniero de sonido Rafael Duque, y su hija, Jara. “Me fui por una temporada y esa temporada se convirtió en 10 años”, dice. No tiene planes de volver a vivir en España. “En México me tratan con respeto y admiración, pero sin distancia. Eso me gusta”, apunta. Pero no habla con resentimiento de España. Dice que la echa de menos y que le gusta venir de visita: “Cuando vives fuera y vuelves, te reciben de otra forma. Te valoran más. El latinoamericano, el francés, el inglés o el italiano es mucho más fiel a sus artistas. En América Latina eres una estrella hasta que te mueres, y cuando te mueres lo eres más. Aquí en España se tiende a pasar página. No digo que esté mal. El público español es menos apegado al artista”.
Desde 2022 es marquesa de Torroja, título que heredó de su padre y que fue creado por Francisco Franco en 1961 a favor de su abuelo, Eduardo Torroja Miret. El hecho de que lo solicitara levantó ampollas. La noticia salió en todos los periódicos y revistas y hasta en los telediarios. “Yo realmente no sentía la necesidad de tener el título, no sentía que me perteneciera. Cuando mi padre se puso malito, le pregunté: ‘¿Papá, tú quieres que lo solicite?’. Y me respondió que sí. Fue un sí rotundo. Le dije que así lo haría. Cuando falleció hice el procedimiento que había que hacer, y muy orgullosa”.
—¿Se considera progresista o conservadora?
—Me considero progresista, siempre lo he sido. En mi familia se nos dio una educación progresista. Lo que pasa es que ahora esa palabra tiene unas connotaciones diferentes y no siempre positivas.
—¿No tuvo dudas sobre el marquesado, tratándose de un título franquista?
—No. Es que para mí no era un título nobiliario al uso. Es un título que se le otorgó a mi abuelo por sus méritos. Ese es su valor. Yo sé que hubo mucha polémica, pero, honestamente, creo que a la gente le gusta polemizar.
A su parecer, con el tema del marquesado se aplicó lo que ella llama la “ley del 33%”: un 33% se posicionó a favor; un 33%, en contra, y a otro 33% le dio igual. La terapia de Gestalt que hizo tras el grave accidente de tráfico que sufrió en 2008 la ha ayudado a entenderse mejor y a relativizar sobre las cosas que le pasan. Ya no le preocupa tanto el qué dirán. Tampoco le obsesionan las cifras de ventas o el éxito. “El tener tu sitio, tu rinconcito, en este enorme panorama musical ya es un éxito. Tener un huequito después de 30 años, y que siga intacto, eso es un éxito”. Para Ana Torroja, el éxito es que sigamos cantando sus canciones. Nos cuesta tanto olvidarlas.