Fútbol y orgullo palestino en Santiago De Chile
‘Baisanos’, dirigido por los hermanos Francisca y Andrés Khamis, es un cortometraje documental sobre la afición del Club Deportivo Palestino de Santiago de Chile, una declaración de intenciones en solidaridad con Gaza
Nacieron en una Palestina distinta: la de la diáspora en Santiago de Chile. Un país portátil que sus abuelos, maternos y paternos, llevaron a cuestas, en un viaje de 13.000 kilómetros, desde las localidades por entonces cristianas de Belén y Beit Jala hasta el barrio santiaguino de Recoleta. En la capital chilena crecieron los hermanos Khamis, Francisca (36 años) y Andrés (32), chilenos de origen palestino que no hablan árabe y que han comido más pastel de choclo que maqluba o musakhan. “Nuestros padres y abuelos habían padecido la discriminación racial y no quisieron transmitirn...
Nacieron en una Palestina distinta: la de la diáspora en Santiago de Chile. Un país portátil que sus abuelos, maternos y paternos, llevaron a cuestas, en un viaje de 13.000 kilómetros, desde las localidades por entonces cristianas de Belén y Beit Jala hasta el barrio santiaguino de Recoleta. En la capital chilena crecieron los hermanos Khamis, Francisca (36 años) y Andrés (32), chilenos de origen palestino que no hablan árabe y que han comido más pastel de choclo que maqluba o musakhan. “Nuestros padres y abuelos habían padecido la discriminación racial y no quisieron transmitirnos el estigma del inmigrante”, nos explica Francisca, “así que se esforzaron en que creciésemos como chilenos”. Pero con el tiempo se han ido dando cuenta de que bajo esa gruesa capa de asimilación sobrevive también una sólida identidad palestina.
Parte de esa segunda piel tiene que ver con un equipo de fútbol centenario, Club Deportivo Palestino, que juega “de arriendo” en el estadio municipal de La Cisterna, al sur de Santiago. Aunque se trata de un club modesto, Palestino ha sido campeón nacional en dos ocasiones y este año ha disputado la Copa Sudamericana. Más aún, sus duelos con el otro par de representantes de “colonias” de expatriados, Audax Italiano y Unión Española, son clásicos locales que paralizan la ciudad.
Los hermanos Khamis, según cuenta Andrés, se recuerdan a edad muy temprana correteando en pantalón corto por La Cisterna: “Nuestra madre, por alguna razón, simpatizaba con Universidad Católica, pero el resto de la familia, empezando por nuestro padre, fuimos siempre de Palestino”. Andrés y Francisca acaban de dedicarle un cortometraje documental al club de su vida. En concreto, al núcleo más entusiasta de sus aficionados, la barra brava. Los baisanos, los tipos que acompañan al club cuando se desplaza por el país y convierten las gradas de La Cisterna en una olla a presión.
Concibieron el proyecto desde la distancia. Francisca estaba cursando un posgrado de Arte Audiovisual en Ámsterdam y Andrés un máster de cine en Barcelona. Habían colaborado en Paracaídas, un proyecto performativo de Francisca que se presentó en 2022 y que ya lidiaba con las diásporas, las identidades híbridas y el poso fertilizante y benigno que dejan las migraciones y los mestizajes culturales. Baisanos es otro paso en la misma dirección, la del reencuentro con unas raíces que han dado fruto en tres continentes.
Nos citamos con ellos en la sede de La Casa de Cine, escuela audiovisual que ha coproducido el corto y de la que Andrés ha sido alumno. Acaban de informarles de que Baisanos, aún en la recta final de su fase de posproducción, ha entrado en la sección oficial del Festival de Locarno, en Suiza, certamen cinematográfico de serie A. “Es un buen espaldarazo”, afirma Andrés, “la confirmación de que un proyecto tan modesto y tan precario, hecho con mucha más ilusión que dinero, puede tener un valor”. Ambos ríen a gusto cuando les contamos que Colin, del británico Marc Price, pasa por ser la película de género más barata de la historia, con un presupuesto de 63 libras que, según su director, podría haberse quedado en menos de 60 si una actriz secundaria no hubiese exigido que le comprasen un paquete de galletas: “Te diría que Baisanos se ha hecho no con 63 libras, sino con 63 amigos, abusando del cariño y la buena voluntad de todos ellos, pidiendo favores a unos y otros, generando complicidades”, apostilla Francisca.
En la génesis del proyecto intervino el azar: “Yo tenía que filmar un corto para La Casa de Cine, como parte de mi curso de realización, y le propuse a Francisca que aprovechásemos nuestras vacaciones en Santiago para hacer algo sobre la colonia palestina”. “La de Chile es la comunidad de exiliados más numerosa fuera del mundo árabe, y gran parte de ellos desciende de un primer grupo que abandonó la Palestina cristiana, Belén y sus alrededores, en los últimos años del siglo XIX”, añade su hermana. Una vez allí, entraron en contacto con la barra brava del equipo de fútbol de su infancia, esos baisanos que son mayoritariamente de estirpe chilena no árabe pero simpatizan con el club y la causa palestina: “La diáspora de Santiago cuenta con instituciones como la Comunidad Palestina en Chile o la Unión General de Estudiantes Palestinos”, explica Andrés, “pero nos pareció que el club y sus aficionados son un ejemplo mucho más transversal y abierto de resistencia propalestina, de solidaridad y empatía hacia la causa que en principio te resulta ajena pero que puedes acabar abrazando como propia”.
Los hermanos reconocen que, más allá de Palestino y de las selecciones nacionales de sus dos países, no son grandes aficionados al fútbol. “El deporte aquí es casi lo de menos”, tercia Francisca, “tenemos alrededor de 15 horas de material filmado que hemos condensado en un corto de 14 minutos y casi en ningún momento se muestra la cancha. La historia está en las gradas, en el autobús del club y en los lugares en que se reúnen los baisanos”. El documental los acompaña mientras desfilan por las calles banderas en ristre, corean cánticos como “Gaza resiste, Palestina existe”, celebran un gol o, incurriendo en un cierto grado de festiva incorrección política, se disfrazan de árabes de postal, con turbante y chilaba: “El hombre que aparece vestido de árabe viene a ser la mascota extraoficial del club”, explica Francisca, “es todo un personaje que bien merece una película, pero en la nuestra el protagonismo es coral”.
Una vez recolectadas las imágenes, Andrés y Francisca hicieron en Ámsterdam una primera criba y empezaron a montar el resultado: “El gran reto”, cuenta Andrés, “fue darle a todo aquel material un sentido y una coherencia narrativa y fue entonces cuando empezamos a hacernos un montón de preguntas”. Preguntas como, según detalla Francisca, “por qué los miramos a ellos, por qué contamos su historia y no cualquier otra de las historias del Chile palestino, qué hacemos hablando de fútbol, filmando a una grada que celebra un gol, cuando lo que pretendíamos era mostrar la solidaridad con Gaza de la diáspora a la que pertenecemos”. Muy pronto asumieron la realidad: “Es un documental hecho desde el privilegio. Ahora mismo, en la Gaza que está sufriendo un genocidio sistemático apenas se puede filmar nada ni reivindicar nada, es poco menos que imposible generar discurso”. Ellos pretendían acudir a Belén este verano para una residencia artística, pero ahora mismo Palestina es “un no lugar que ha quedado aislado del resto del mundo”. Y no solo Gaza, también la Cisjordania de sus abuelos. “En una situación como esta”, concluyen los Khamis, “te planteas qué se puede hacer y hasta qué punto lo que haces puede ser suficiente”.
Ellos han hecho Baisanos para dejar constancia de esa solidaridad trasnacional de base entre comunidades a las que separan 13.000 kilómetros. Pero asumen que, en una situación tan “atroz” como la que está viviendo la franja de Gaza, cualquier esfuerzo parece insuficiente, baldío: “Vemos el futuro de nuestra tierra con desesperanza”, concluye Francisca, “no sé qué va a quedar allí cuando cese la destrucción y se retiren las tropas de Israel. Yo insistiría en lo que dijo hace unos días el hijo de Fela Kuti [Femi]: que está muy bien salir a la calle a gritar ‘¡Free Palestina!’ o ‘¡Free Congo!’, pero lo que deberían empezar a exigir los europeos es una ‘Free Europa’, porque el auge de la extrema derecha y de los discursos supremacistas en ese continente está contribuyendo a la destrucción de Gaza. Ahora mismo hay muy poco que se pueda hacer en Palestina, más allá de resistir como se pueda. Pero una política europea sana, sensata y solidaria sí que podría, tal vez, frenar el genocidio”.