La cabra tira al monte

La belleza del felino, aun muerto, sigue siendo muy superior a la de su asesino. El animal, digámoslo rápido, es la hostia, mientras que el hombre da un poco de lástima

Claudio Rivas, de caza, en una imagen interceptada por la Guardia Civil.Fotografía del sumario del 'cas

A ver, ¿por qué el individuo de la foto ha tenido que matar a ese león que podría ser su padre, o su hermano, o su cuñado? Lo digo en serio. Observen la cara de persona que tiene el animal y la cara de animal que tiene la persona (hay fotos en las que se le ve más cerca, búsquenlas, si quieren, en la Red). Lo cierto es...

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A ver, ¿por qué el individuo de la foto ha tenido que matar a ese león que podría ser su padre, o su hermano, o su cuñado? Lo digo en serio. Observen la cara de persona que tiene el animal y la cara de animal que tiene la persona (hay fotos en las que se le ve más cerca, búsquenlas, si quieren, en la Red). Lo cierto es que la belleza del felino, aun muerto, sigue siendo muy superior a la de su asesino. El animal, digámoslo rápido, es la hostia, mientras que el hombre da un poco de lástima. A lo mejor lo ha matado por eso, porque no soporta que en el mundo haya tanta hermosura de la que él, por lo que sea, ha quedado excluido. Y bien, ya tiene su trofeo ahí, completamente cadáver, difunto, extinto. ¿Ahora qué? Ahora a sacarse la foto disfrazado de safari, con el arma homicida (homicida, sí, no es una errata), presumiendo de haberse cargado una obra de arte. Si un día, Trump o Díaz Ayuso mediante, se abriera la veda de Las meninas o de La Gioconda, o la de las pinturas de Picasso o de las esculturas de Rodin, ahí tendríamos a Claudio Rivas, que tal es el nombre del trampero, recorriendo los museos de media Europa, con su fusil al hombro, para colocar en el salón de su casa, junto a la cabeza del león, el mismísimo Guernica repleto de perdigonazos.

En fin, en fin, en fin. Vivimos rodeados de una barbarie atroz, en el caso de que haya alguna que no lo sea. A este sujeto, imputado en el caso de los hidrocarburos, cómo no, le encontraron en el registro de su casa siete relojes de los de alta gama, o sea, de los más horteras del mercado. ¿Por qué? Porque la cabra tira al monte.

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