Margarita, el cóctel que abrasa
Uno de los efectos secundarios de esta bebida mexicana no es la resaca, sino las quemaduras de la piel que pueden producirse si se bebe o prepara al sol.
Mamina Turegano, doctora de Maryland, EE UU, se hizo célebre este pasado verano en TikTok, cuando tuvo que salir al paso de una serie de testimonios de usuarios que aseguraban haber sufrido dolorosas lesiones en manos y labios tras preparar (o consumir) cócteles a pleno sol. Turegano confirmó que no se trataba de una leyenda urbana: el llamado margarita burn (quemadura de margarita) existe y es bastante común. El nombre científico de esta reacción cutánea es fitofotodermatitis y se debe, según la doctora, “al efecto combinado sobre la piel de la luz solar y el jugo de cítricos como, muy especialmente, la lima”. Es decir, la fruta ácida que constituye uno de los ingredientes esenciales de la margarita, ese cóctel de tequila, triple seco y zumo de lima fresco creado en 1938 por un tal Carlos Herrera en Tijuana. La actriz Marjorie King, que los consumía con fruición, llegó a decir que eran “como ángeles que te orinan en la boca”. Nadie pudo prever que su elaboración y consumo en plena canícula pudiese también achicharrar la piel.
En casos extremos, las víctimas pueden padecer intensos ardores, enrojecimiento (hiperpigmentación) y ampollas similares a las que generan las quemaduras de segundo grado. Por suerte, remata Turegano, este Chernóbil cutáneo puede prevenirse lavándose bien las manos tras preparar los cócteles o tratarse con esteroides una vez se ha consumado ya el desastre. En el segundo de los casos, la inflamación se reduce de manera casi inmediata y las ampollas se convierten en manchas indoloras, pero de coloración muy intensa, que pueden durar semanas o meses. Según otra dermatóloga, la doctora Melissa Pialing, todo se debe a la presencia en limas, limones, zanahorias, higos, apio o hinojo de la furocumarina, un compuesto químico que “potencia la sensibilidad al sol de la piel”. Pialing alerta de otro potencial agente “incendiario” que suele pasar inadvertido, la sopa de apio, capaz de abrasarte boca y labios si la consumes a pleno sol o junto a una ventana.
Daniel Modlin, redactor de la revista Food & Wine, ha descrito con humor la entrada en su vida de la dichosa furocumarina: “El pasado verano, mientras exprimía limas en mi jardín para preparar media docena de cócteles, empecé a notar un ligero dolor en la muñeca. Al día siguiente, mi mano derecha se había enrojecido e inflamado y empecé a sufrir un escozor insoportable. Aunque soy de aquellas personas de piel clara que entran en combustión en cuanto las roza la luz del sol, no se trataba de una clásica quemadura. Mi padre, que es dermatólogo, no tuvo la menor duda en cuanto le describí los síntomas: me preguntó al instante si había estado tomando margaritas”. Las buenas noticias son que se trata de un problema del primer mundo (“por un momento pensé que iban a tenerme que amputar la mano”) y con un nombre científico complejo, “pensado para que resulte impronunciable a partir del segundo cóctel”.
Olivia Quintana, de la revista Bon Appétit, recuerda que los maestros mixólogos más avezados nunca incurrirían en el grosero error de preparar una margarita a pleno sol sin ponerse guantes, “eso es algo que, hoy por hoy, solo ocurre a aficionados e influencers”. Quintana alerta que, aunque algunas plantas y la mayoría de los cítricos pueden producir fitofotodermatitis, “en el 99% de los casos” es la lima la que ejerce de asesina silenciosa. Puede ocurrir también con “mojitos, guacamoles e incluso ceviches”. Pero el peor enemigo de la piel son esas margaritas elaboradas con estival abandono junto a una piscina en uno de esos días tórridos cortesía del cambio climático.