Puerto Rico: origen, evolución y futuro del reguetón

Perseguido por la policía y popularizado en las calles del país caribeño, surgió a mediados de los noventa una subcultura que hoy arrasa en todo el mundo. Este es su territorio y estos son sus viejos y nuevos héroes

Concierto de RaiNao en el barrio de Santurce, en San Juan.Steph Segarra

“Black Label con agua de coco”, pide La Sista en un bar de San Juan al borde del mar. Parece distante o hastiada por tener que dar una entrevista sobre el reguetón, que cómo empezó todo, que cuál fue la clave, que cómo evolucionó. Todo eso.

“A ver cómo te lo explico. El reguetón de la mata se distingue del reguetón de ahora porque maybe se melodiaba menos, se chanteaba más, se rapeaba más, y el reguetón de ahora comercial es como que más bonito”, dice.

Una de las funciones de la cursiva es marcar las palabras extrañas, señalar que no son propias, naturaleza i...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

“Black Label con agua de coco”, pide La Sista en un bar de San Juan al borde del mar. Parece distante o hastiada por tener que dar una entrevista sobre el reguetón, que cómo empezó todo, que cuál fue la clave, que cómo evolucionó. Todo eso.

“A ver cómo te lo explico. El reguetón de la mata se distingue del reguetón de ahora porque maybe se melodiaba menos, se chanteaba más, se rapeaba más, y el reguetón de ahora comercial es como que más bonito”, dice.

Una de las funciones de la cursiva es marcar las palabras extrañas, señalar que no son propias, naturaleza impropia que ha caracterizado a la lengua, a los movimientos y a los ritmos del reguetón, a sus caderas, a su sintaxis, a sus metáforas y a sus glúteos, desde sus opíparos frutos de hoy hasta aquella mata de la que habla La Sista, “que es como tú decir una hoja, una planta, el reguetón natural”.

La Sista, una de las primeras mujeres que se hicieron valer en el mundo del reguetón: “Para mí fue bastante difícil. En este género siempre han sido más los nenes que las nenas”.Steph Segarra

Una vez se pone a hablar, más que distante parece retraída, que le cuesta sentirse a gusto. Maidel Amador Canales (40 años) es una cantante valorada por todo connoisseur del reguetón, pero de carrera irregular desde el encarcelamiento de su primer mánager.

Majestad Negroide (2006) ha sido su único álbum. Está intentando remontar con temas sueltos como Freshy, una fusión de drill (subsubgénero del rap), afrobeat y reguetón clásico que sintetiza su apuesta por reconectar los viejos tiempos del género con lo actual. El vídeo está grabado en su pueblo, Loíza, una de las cunas de la cultura negra de Puerto Rico. Aparece como una reina de la calle que se reivindica.

“Quiero darle ese refresh a los que me conocen de cuando tuve mi mejor momento y que la nueva generación, que no sabe de mí, tenga la oportunidad de conocer un poquito de lo que es La Sista”, explica, bebe su combinado.

Lleva rastas de color violeta y un colgante del que pende una cruz plateada. Los domingos, Maidel acompaña a su madre a la iglesia, donde cuando era niña una anciana le dijo: “Tus cuerdas vocales se han ungido para ser tu instrumento de vida”.

El momento de La Sista fue lo que el DJ y productor Adam Avilés llama “edad dorada” del reguetón, que sitúa entre 2002 y 2010. En 2002 porque sale Cosa buena del mito Tego Calderón (51 años), canción que proclamaba “un nuevo sistema / que la pista llena / alegría pa’ tu cuerpo sin macarena”.

Adam trabaja con Calderón en El Abayarde (2003), un álbum que cumple dos décadas convertido en un clásico, con temas como el indispensable Pa que retocen o ese himno de reivindicación afroboricua que es Loíza, donde canta “si una buena madre a su hijo no daña / cabrones, lambones, pal carajo España”.

Después de Tego (prosigue su canon) vienen los Don Omar, Héctor & Tito, Ivy Queen, Wisin & Yandel, Arcángel La Maravilla, De la Ghetto, Jowell & Randy... Daddy Yankee publica en 2004 el disco Barrio fino con Gasolina, hit fundacional del reguetón, producido por el inefable dúo Luny Tunes y primer tema de este género en ser incluido en el registro de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, en abril junto a otras joyas como Like a Virgin de Madonna, la canción de Mariah Carey que suena cada Navidad y la musiquilla de Super Mario Bros.

Yankee ha anunciado que dará los últimos cuatro conciertos de su carrera en cuatro noches en San Juan a finales de este año. Marcará un antes y un después en la historia del reguetón: el adiós de un artista tan popular que ya es material historiográfico.

En la Universidad Ana G. Méndez, la investigadora Tamara Miranda ha realizado un ensayo titulado Del Barrio al reggaetón y del reggaetón al Grammy: las representaciones del barrio en las canciones de Daddy Yankee. En una conversación telefónica, explica su interés sociológico por el género. También dice que está desesperada por conseguir una entrada para uno de los shows en los que, si hacemos caso a Yankee, se oirá en directo por última vez el mítico arranque de Gasolina, esa consigna fundacional del reguetón que retumba:

“Zúmbale mambo pa que mis gatas prendan los motores

Zúmbale mambo pa que mis gatas prendan los motores

Zúmbale mambo pa que mis gatas prendan los motores”.

“¿Entiendes?”, dice DJ Adam, “son tantos artistas con tantas canciones, y todo lo que salía se pegaba, ¡todo! Y todavía hasta el sol de hoy, muchos de esos temas los pones y los jóvenes de ahora los reconocen, como esta canción que te he puesto que cuando suena se forma una bronca, la algarabía, la locura”. Puso Guatauba (2002), de Plan B: “Lo que yo quiero es una gata / para darle guata uba / uba uba guata”, y así más o menos sigue.

Estamos en Paraíso Night Club, la discoteca de un amigo del DJ donde hacemos la entrevista antes de abrir. Adam es un boricua de 53 años, largo y tranquilo, con ese swing como de boya de hiphopero de vieja escuela. Lo que vino después de aquella “edad dorada” no le convence: “De 2010 o 2012 pa’cá las voces son más suaves, ya están utilizando el autotune o el Melodyne para mejorarlas”. Ve un panorama monocorde, carente de la originalidad que, dice, se exigía en los primeros tiempos a cada artista.

Coincide con él Eduardo Cabra, 44 años, fundador de Calle 13, músico y productor que sigue su carrera por libre, colmado de premios. “La temática es la misma, el sonido es el mismo”, opina mientras se desayuna unos huevos revueltos en un café de su barrio, en San Juan. Cree que la industria se apropió del sonido del reguetón y lo ha venido explotando a gran escala, generando un “monocultivo” musical empobrecedor. “En la música latina parece que hay un solo camino hacia el éxito y eso es falso. En la música anglo, por ejemplo, hay más diversidad, tú ves música negra que la está rompiendo, pop, Taylor Swift la está rompiendo, está el rock, el country… Hay diferentes géneros que están teniendo éxito. En el ámbito latino, no. Ahora mismo está el género urbano [sinónimo de reguetón] y, bueno, le está yendo bastante bien a la norteña mexicana, que eso está chévere”.

Cabra, que con Calle 13 produjo el hit Atrévete (2005), un reguetón alternativo, reclama que quienes están en la cima del género se lancen a experimentar para romper con el actual loop sonoro: “A mí me vuela la cabeza que, cuando se llega a un estatus dentro de la música que te da la libertad para hacer lo que te dé la gana, pase lo contrario: que lleguen bien, bien, bien arriba y sigan haciendo lo mismo, en vez de ponerse a hacer, qué sé yo, una colaboración con Björk o con los monjes de yo no sé qué diablos, cosas que te rompan la cabeza a nivel conceptual”.

Pone como referencia de audacia a Rosalía. Espera que, con tiempo, su paisano Bad Bunny dé un brinco más alto: “Tiene los recursos pa hacer un disco bien cabrón que no conecte solo por el lado del entretenimiento, también por el artístico”.

Adam Avilés, igual, destaca a Bad Bunny: “No será la mejor voz, como muchos dicen, pero él no suena igual que nadie. Este muchacho tiene algo. Es como el flautista de Hamelin, todo lo que saca la gente lo sigue, pero de todas las edades, y atrajo a otro tipo de público que no escuchaba nada de reguetón. Eso yo no lo veía desde hace mucho tiempo, con Tego pasó algo parecido”.

Lo canta Bad Bunny en La Jumpa (2022; tema en colaboración con Arcángel, una de las voces más espectaculares del reguetón): “a mí me escuchan las abuelas / y sus nietecitos maleantes / tiradores y estudiantes / doctores y gánsteres”. Este artista de 29 años ha llevado a la cima de la música —y de la cultura global— lo que fue una subcultura perseguida por el Escuadrón de Control de Vicios de la Policía de Puerto Rico (1995) y que a inicios de los noventa no tenía casi ni nombre.

“Lo llamábamos underground. Todavía no era conocido en la radio, en la televisión, en las tiendas eso no se vendía”, recuerda Adam. “Fue que nosotros los mismos DJ empezamos vendiéndolo en la calle. Nos parábamos en un sitio, abríamos una caja y ‘mira, tengo este casete por diez dólares’, ‘dame uno’, ‘dame otro’, así es que empezó la cosa”. Su música era una mezcla de bases de rap y reggae dancehall sobre las que luego los DJ —auténticos fundadores del movimiento— grababan rapeando a cualquier chaval que se animase.

DJ Adam, en Paraíso Night Club. Steph Segarra

Entre aquellos DJ y productores hubo nombres clave como DJ Negro y DJ Nelson, y el que ha llegado a nuestros días con más renombre, DJ Playero. En junio, Playero estuvo en el Primavera Sound en Madrid. Su leyenda se remonta al salón de su apartamento en el barrio obrero Villa Kennedy, donde hacía sus mixtapes e inició a Daddy Yankee, un nene que quería ser pelotero. En una de sus grabaciones, por 1991 o 1992, Yankee soltó la palabra “¡reguetón!”.

—¿Por qué la dijo? ¿A qué se refería?

—Nadie sabe, ni él ni yo. Fue parte de una canción que estábamos componiendo, una pura casualidad —dice en su hotel Pedro Torruellas (58 años), con una camiseta del icónico sello de rap americano Death Row.

Un día delante de su casa hubo un tiroteo. Playero bajó a la calle, se encontró a Yankee en el suelo. Una bala de AK-47 le había reventado el fémur. El DJ lo subió al coche, se lo llevó al hospital. El béisbol se terminó, a Yankee le quedó la música. “I thank God for that bullet (doy gracias a Dios por esa bala)”, dijo en 2006 en un documental de la MTV.

Un conductor de Uber, Miguel, dice que ahora los más exitosos son, en este orden, Bad Bunny, Ozuna y Anuel, su preferido “porque es calle”, si bien deja claro que “el rey, el cangri, se llama Daddy Yankee”.

Cangri viene de cangrimán, “persona de gran poder e influencia política” (del diccionario lexicográfico Tesoro.pr), que viene a su vez de congressman, miembro del Congreso de Estados Unidos, que ocupó este país en 1898 —tras cuatro siglos de colonización española— y mantiene la jurisdicción sobre la mayoría de sus asuntos de estado. Puerto Rico es un Estado Libre Asociado a Estados Unidos con autonomía limitada. En Historia de Puerto Rico (CSIC, 2012), Jorge Duany lo define con este oxímoron: “Una colonia poscolonial”.

Esa paradójica condición liminar está en el mismo nombre del género. Hay quienes escriben reggaetón. Hay quienes escriben reguetón.

Perreo suave en el Fifty Eight, un club de San Juan (Puerto Rico).Steph Segarra
Unos muchachos se lucen en la discoteca El Barrio, en San Juan.Steph Segarra
Discoteca El Barrio, en San Juan.Steph Segarra
Dos meritorios del reguetón, en un local de ensayo. Steph Segarra

En este texto empleamos reguetón, como la Real Academia Española, dejando en el impropio terreno de la cursiva a la grafía reggaetón. Aunque esta es más fiel a la naturaleza afro-anglo-hispana de un género que hunde sus raíces en el reggae jamaiquino y se destila en un país latino, Puerto Rico, con escala previa en Panamá, donde se empezó a cantar reggae en español. La forma reguetón es una solvente depuración de lo anglo y también es de uso habitual en la escritura en el mundo hispanohablante. El Diccionario de Americanismos, que incluyó la palabra en 2010, recoge las dos versiones. El Diccionario de la Lengua Española dio entrada al término en 2014, un poco tarde si tenemos en cuenta que el mundo llevaba, mínimo, una década perreando.

¡Cursivas! ¡Cursivas!

Porque perreo sigue sin estar en el diccionario de la RAE. Sí aparece en el de americanismos: “Bailar un hombre y una mujer juntando mucho sus cuerpos y agitando ambos a la vez sus caderas”, definición que no contempla la posibilidad, visible en las fotos de este reportaje, de que perreen dos mujeres o dos hombres, y cuyo pudor descriptivo resulta gracioso a la luz de las letras del reguetón.

En La receta (2023), el último tema que ha sacado Tego Calderón, quien actúa y produce a cuentagotas, lo escuchamos decir: “Los pollitos dicen pío pío y yo me río / esto se baila como si te fuera a hacer un hijo”. Hace poco, en el artículo La palabra reguetón, en esta misma revista, Martín Caparrós, con sobriedad clínica, definía el perreo como “un sinceramiento extremo de la noción de baile”.

Según fuentes de la RAE a las que ha tenido acceso este medio, perreo estará en la próxima edición del diccionario, este año.

Pero volvamos a Miguel. Miguel al volante del Uber atravesando San Juan y diciendo de Daddy Yankee que “él fue el que inició esto, el que abrió las puertas” y asegurando que la clave del éxito del género ha sido “su consistencia”. “Vino Yankee y zumbó 30 temas, vinieron Wisin & Yandel, zumbaron 50 temas... Y siguen saliendo generaciones de reguetoneros duro tras duro, duro tras duro, de canciones comerciales de las que le gusta a la gente, del perreo, que nunca se va a olvidar”.

—¿Qué tiene el perreo?

—¡El perreo, que es lo que le gusta a las mujeres, perrear! Cuando tú sales a la disco, ¿a qué tú sales a la disco? El 90% —por lo menos la opinión de nosotros aquí en Puerto Rico—, el 90% de las personas que salen a la disco es pa cazar una gatita y las canciones preferidas pa tú cazar una gatita son las de reguetón.

Yashire Laureano, a la entrada de la discoteca Fifty Eight en San Juan. “El 'outfit' es lo primero que una tiene que elegir, y depende de si vas para una disco un poquito más bajo mundo o si vas a algo más fino”, explica. Steph Segarra

Una noche de clubes por San Juan, una chica que está de fiesta, Yashire Laureano, cuenta que el perreo se ha suavizado: “Ya la gente no baila como antes, sexo con ropa, se recató un poquito, como que se puso unas bridas, so ya no es tan cafre”.

So: así que. Muy boricua ese so.

Laureano está en el club Fifty Eight, rollo Möet Chandon, prendas caras. Se ha vestido con esmero, melena lacia, maquillaje “flow kardashian”.

Del país más pequeño del mundo hispanohablante (este archipiélago caribeño de menos de 9.000 de extensión territorial), siguen saliendo generaciones de reguetoneros duro tras duro, y ahora también dura tras dura, dura tras dura.

La cantante RaiNao: “Esta es la isla del perreo, y el reguetón siempre va a estar en mis venas”.Steph Segarra

RaiNao (30 años) vive por libre pero nos cita en casa de sus papás. Está comiendo pistachos en el sofá, amodorrada como felina, sensualmente amodorrada, concisa en lo que dice, sin palabras de más. “El género urbano ha evolucionado inmensamente y creo que hay una presencia bien contundente y bien bonita de voces femeninas. Estamos yendo a todas”.

Fulgores como ella, como Paopao (27 años), que juega con el contraste reguetón-melancolía Z y cuyo lema es srry si lloro n la disco; como Young Miko (24 años), en su primera gira internacional este verano, recién incluida en la lista de 25 músicos del futuro de Rolling Stone. El asesor invitado de la revista fue Bad Bunny y, además de Miko, en la lista hay otros dos boricuas, Omar Courtz (26) y Villano Antillano (28). Courtz se mueve entre el reguetón, el trap y el R&B, Villano es más rapera, definitivamente performer.

La nueva generación fusiona, como siempre se ha fusionado en el Caribe. El reguetón, que es un virus, muta. Pero muta agarrado a sus raíces. Una noche en una sesión de ensayo para meritorios, el productor ejecutivo Siggy Vázquez (32 años) dice: “La esencia del reguetón no va a perderse. Los muchachos lo combinan con otras cosas pero perdura y perdurará el sonido base de ese bajo que retumba; eso para mí es reguetón, que suenen los carros duros”.

En el estudio, los chavales cantan con el tono remolón del trap, trabajan sus poses de malosos, expelen el humo denso de la hierba. La duda de si el trap es reguetón, el productor la resuelve fácil: “La cultura principal es reguetón y siempre va a ser reguetón. El trap es un subgénero del rap que los muchachos trajeron de Estados Unidos, les salió bien en español y se está desarrollando dentro del reguetón”.

Una de las empresas de Siggy es la productora Full Harmony. Acaba de dar un golpe considerable. Cocinó LALA, de Myke Towers (29 años), un tema que ha arrasado este verano en TikTok y ha sido número uno en Spotify. Durante la entrevista, con Siggy estaba un productor en activo desde los orígenes, Mambrú (51 años), que rechazó la etiqueta de música urbana en la que, según él, la industria quiere encajonar “un género único, exclusivo, nuestro” como el reguetón y aprovechó, de paso, para mandar un saludo a la española Mala Rodríguez: “Ella tiene su fanaticada aquí. La amamos, está más dura que el puño de Holyfield”.

El productor Siggy Vázquez.Steph Segarra

“hola! toy levantándome lol”, escribe por mensaje Ana Macho (25 años) y responde con un audio, somnolienta, que entiende lo urbano como “un término sombrilla” sin connotación negativa.

Semanas atrás en Puerto Rico, en distintos momentos del encuentro se define, primero, como una reguetonera ―”Porque creo reguetón, escribo reguetón, produzco reguetón, bailo reguetón y el reguetón es mi género de música favorito y, probablemente, del que más he estudiado”―; segundo, “maybe como un reguetonero de los dos mil, pero non binary y queer”; tercero, como “una maricona que le gusta mucho la música pop y le gusta mucho el reguetón y hace las dos cosas a la vez”.

La entrevista fue en el Viejo San Juan. En una placita. Ella llegó con unas negrísimas y aerodinámicas gafas de sol, una boina negra acharolada, una camisa ajustada de manga larga y cuello alto, botas tipo militar. Se la veía estupenda, entre un integrante de los Panteras Negras y Victoria Adams en sus inicios de Posh Spice. En la placita había un busto de un héroe. De algún héroe.

―¿Quién será?

―No sé, no me interesa―, responde con suficiencia.

Luego bromea: “On the record: por mí, canceladas todas las estatuas de Puerto Rico”.

La cantante y 'performer' Ana Macho. Steph Segarra

El héroe no es un don nadie, aunque tampoco es el más conocido de los hombres heroicos latinoamericanos. Es Francisco de Miranda (1750-1816), precursor de los movimientos emancipadores de América Latina.

Sigue Ana Macho contando que en el género urbano “todo está moviéndose”, que va ganando diversidad con la sociedad, aun habiendo por hacer: “Es cool que haya una o dos artistas queer bien pegadas en Puerto Rico, pero sigue habiendo un montón de otros artistas bien ignorados y todavía hay muchos espacios por crear para nosotres”, afirma la autora de Cuerpa (“Papi, esta es mi cuerpa / to lo que me digas no me afecta / vamos a perrear, la cula es nuestra”), satisfecha con su éxito aunque relativamente: “Yo estoy en la mía, le hago full time y, aun así, no se compara con todas las oportunidades que tiene un rapero heterosexual cisgénero [abre bien su grande, bonita boca, con brillantes en los dientes, para decir en mayúsculas] MEDIOCRE”.

Y denuncia que sigue habiendo odio. No hace tanto salió a sacar la basura —”con mi yoga outfit”— y alguien le gritó “pato feo”, palabra despectiva para homosexual. “No le dije un carajo”, recuerda. “Tu inteligencia emocional, social, espiritual está tan por debajo de la mía que yo no voy a entretenerme, yo voy a seguir caminando y tú tienes que bregar con el karma que acabas de ganarte, bróder”.

La rapera Young Miko canta en Lisa: “Hablando claro, tengo un problema / es que rápido me enchulo de las nenas”. Villano Antillano se enaltece en Reina de la Selva como “transformista, antinaturalista / modelo bella como Evangelista”. En Tentretiene, sobre dos chicas, RaiNao canta “me dice vamos p’al baño a arreglarnos / pero yo sé que es pa alborotarnos”, y explica en casa de sus padres: “Yo escribo lo que vivo, y he estado con tipos, como he estado con tipas. Digo lo que quiero decir como lo quiero decir y eso motiva también a otras tipas y a otros tipos a hablar con su verdad”.

El salto femenino y de diversidad del reguetón cabe valorarlo teniendo en cuenta que el género viene de una narrativa pornomachista, muy asentada todavía, y que para la definición de su patrón rítmico, el dembow, fue clave la canción Son Bow (1991), del panameño El General, desde su título una soflama homófoba.

En su apartamento de San Juan, el diseñador de moda Fernando Sosa (58 años) cuenta un episodio relacionado con esta canción: “Yo recuerdo que me fui de una fiesta gay donde la tenían puesta. Me fui a donde el disc jockey y le dije: ‘¿Qué carajo tú haces poniendo esa música tan homofóbica en un ambiente como este?’. Me respondió: ‘Está de moda…”.

Hoy El General es pastor evangélico, igual que una de las figuras históricas más grandes del reguetón, Héctor Delgado, antes conocido como Héctor El Father.

“Dios los bendiga mucho, cómo está la cosa, dios los bendiga mucho, bienvenido a Puerto Rico”, sonríe quien fue uno de los más influyentes del género en los dos mil —intérprete, productor y empresario, llegó a asociarse Jay-Z — y, de buena mañana a las puertas de su iglesia, parafrasea a Pablo (Filipenses, 3) para explicar: “Lo que antes tenía por ganancia, ahora lo estimo por basura con tal de ganarme a Cristo y el Reino de los cielos”.

Héctor Delgado, antaño figura del reguetón como Héctor el Father, en la iglesia donde hoy es pastor.Steph Segarra

Triunfó primero con el dúo Héctor & Tito (“baila morena, baila morena / perreo pa los nenes, perreo pa las nenas”), luego en solitario como El Father, volviéndose puro reguetón gangsta. En 2006 cantaba: “Hay un rumor de guerra y de funeral / comentan que a mí se me acerca el final”.

Dice que fue cayendo en una depresión.

Dice que varias veces se puso la pistola en la sien.

Dice que estuvo a punto de tirarse desde el piso 19 de un hotel en Nueva York.

Asegura que cada año ganaba entre dos y tres millones de dólares, pero que su vida no tenía sentido. En 2008 deja la música, entra en una iglesia evangélica. Sobre su decisión se ha especulado con que fue una manera de salvar no tanto su espíritu como su vida debido a líos demasiado serios. Él lo desmiente y, aunque reconoce que tenía enemigos, asevera que fue una elección existencial, religiosa, la revelación.

Una y otra vez glorifica el nombre del Señor, abjura de su pasado, de Héctor El Father y su reguetón duro: “Cuando veo todo lo que ocasioné, no estoy orgulloso, porque confundí a muchos jóvenes. Yo tengo amigos que hoy en día le sirven al Señor y antes eran narcotraficantes, y me dicen que ellos salían a cazar con mis canciones. Cuando hablamos de cazar, es ir a matar a otras personas”.

La música y actriz Mussa, en una calle de San Juan.Steph Segarra
El cantante y compositor Rafa Pabón, en un concierto en San Juan.Steph Segarra

Delgado, con todo, muestra cierta satisfacción al recordar que Baila morena (2004) fue el primer éxito del reguetón en España. Una versión que matiza el experimentado locutor español Toni Aguilar: “Se pinchó mucho, eso seguro, pero yo creo que el primer gran impacto fue Papi Chulo, de la panameña Lorna”.

Tanto DJ Adam como DJ Playero mencionan un tema de El Father como pieza de excepción en la historia del reguetón, Tú quieres duro, que dice “tú quieres duro / dale duro papi más duro” y donde ese “dale duro papi más duro” es la voz de Glorimar Montalvo, Glory (44 años). Ella es una figura de gran interés, porque hizo los coros de canciones de enorme repercusión, incluido el “dale papi que estoy suelta como gabete” de Dale don Dale (Don Omar, 2003) o el inmortal “dame más gasolina” de Gasolina. Montalvo no ha respondido a las peticiones de entrevista de este periódico.

En su ensayo Reggaetón. Una revolución latina (2022, editado por el sello vasco Liburuak e impreso en un lugar poco tropical como Basauri), Pablito Wilson interpreta el rastro débil que ha quedado de ella como un signo de aquellos tiempos: “Estaría bueno preguntarnos si el mundo estaba preparado para que Gasolina fuera una canción a dúo y no el lanzamiento solista que finalmente fue; así como por qué, en un género musical a menudo referido también como machista, la primera mujer que tuvo un chispazo de fama global venía como acompañante invisible de un hombre”.

La cantante de aquel tiempo que superó todas las barreras fue Ivy Queen (51 años). Destacó desde el principio, se hizo un hueco, se consolidó como la estrella que es hoy y actualmente su tema Quiero bailar (que le produjo DJ Adam) se corea en marchas en el 8-M: “Yo quiero bailar / tú quieres sudar / y pegarte a mí / el cuerpo rozar / yo te digo sí / tú me puedes provocar / eso no quiere decir / que pa la cama voy”.

La Sista corrobora lo excluyente que era el ambiente a inicios de los dos mil: “Para mí fue bastante difícil, porque cuando yo empecé no había muchas mujeres cantando. Eran bien pocas, y este género siempre ha sido un género que son más los nenes que las nenas”.

En cuanto a la violencia callejera que alimentaban las canciones de El Father, sigue siendo un problema central en Puerto Rico, que es desde hace décadas una puerta del narcotráfico hacia Estados Unidos. Según los últimos datos oficiales (2019), la tasa de homicidios con arma de fuego superó el doble del promedio mundial (un 91 % del total de homicidios frente a un 42,7 %). Al igual que la marginación social (un 39,8 % de las familias viven bajo el umbral de la pobreza), permanece la dinámica de las bandas y los tiroteos, y su conexión de barrio con la música urbana sigue aflorando.

En junio pasado moría tiroteado con 42 años el reguetonero Pacho el Antifeka. En 2021 ocurrió lo mismo con el cantante Jehza, de 32 años. Igual que Yeruza, 22 años, en 2020 o que Kevin Fret, 25, en 2019. Fret se atribuía ser el primer artista de trap latino abiertamente gay. Hace unas semanas era detenido con otra persona, con una pistola y decenas de balas, Luar La L, 23 años, figura en auge del trap, cuyo representante senior más triunfal, Anuel, hace unos años pasó 10 meses preso por posesión ilícita de armas de fuego. Hoy sus letras siguen siendo bastante hardcore y ello no le impide acumular millones de fans, infinidad de ellos meros niños y niñas.

El mundo del reguetón en Puerto Rico, ritmos, contenidos, actitudes, sigue teniendo similitudes con sus inicios. A la vez se diversifica. De lo que no cabe duda es de que ha cuajado como un fenómeno de dimensiones históricas, en un recorrido asombroso, desde la lumpenización de los noventa hasta el ínclito Bad Bunny este año mirando alejadamente a las cámaras como una diva del Hollywood de los tiempos dorados, con un traje blanco de cola de ocho metros, by Jacquemus, en la ultraelitista gala del Met. Ese viaje del desprecio clasista, y de jerarquización inflexible entre alta y baja cultura, hasta la adulación, si bien no fue tan agudo, ya ocurrió en los setenta con la salsa.

El cantante y compositor Rafa Pabón, en un concierto en San Juan.Steph Segarra

El historiador Jorge Duany explica que los dos géneros tuvieron una recepción negativa “por su carácter popular, híbrido, afroantillano, y sus estrechos vínculos con los jóvenes de las clases subalternas” y que “fueron superando obstáculos hasta convertirse en las principales exportaciones musicales de Puerto Rico y otros países, así como en símbolos indiscutibles de las identidades culturales de los puertorriqueños en la Isla y en la diáspora”.

La socióloga Petra Rivera-Rideau, autora del ensayo Remixing Reggaetón (2015), sostiene que, desde el principio, el “prejuicio” contra el género fue “síntoma del racismo y del clasismo en Puerto Rico”. “Esto no significa que el reguetón no tenga problemas, sino que los prejuicios contra las comunidades que crearon reguetón influían en cómo se percibía. Esto incluye a los académicos. El reguetón no era una cultura que tuviese valor para ser estudiada”. Rivera-Rideau ve crecer el interés académico por el género y cree que en un futuro se irá desarrollando un corpus serio de análisis. “Todavía existe mucho prejuicio contra los estudios del reguetón en las universidades”.

Entrecruzada con la valoración del reguetón, un proceso progresivo de dos décadas y que continúa, se ha dado una afirmación de la singularidad lingüística de Puerto Rico. Lo explica Maia Sherwood, integrante de la Academia Puertorriqueña de la Lengua. Directora del Tesoro.pr y observadora atenta del fenómeno del reguetón, sostiene que a su forma de cantar, “cercana al modo de habla juvenil, informal, espontánea, directa, creativa”, subyace un creciente orgullo por la variedad dialectal boricua y la pérdida del “complejo de inferioridad” por ser un español que algunos veían como inferior, peor que otros españoles, entre otros factores por la fuerte presencia de anglicismos y por rasgos fonéticos del español caribeño.

Hoy multitud de jóvenes hispanohablantes ―también de otras lenguas― se gozan letras enloquecidamente híbridas, y que sería contraproducente traducir, como la de Riri, de Young Miko: “All my bitches bad / all my bitches yummy / la baby trabaja / she’s all about her money / sabe que está ricota / sabe que es una mami”.

Sherwood piensa que en esta flexibilidad del lenguaje reguetonero influye una corriente que trasciende esta expresión cultural: “Puede tener que ver con ese espíritu de época de los jóvenes de validar la diversidad en todas sus formas y de negarse a suprimir o alterar rasgos auténticos de su expresión para satisfacer exigencias sociales o comerciales”, dice en su casa de San Juan. La lluvia caribeña ametralla el techo de su agradable patio.

Las nuevas generaciones de lingüistas han empezado a prestar más atención a la riqueza del reguetón. Un ejemplo es la investigación de Cristina Maymí, a punto de publicarse: El léxico no registrado del español puertorriqueño en las letras del reggaetón, que viene a subsanar la carencia de estudios de enfoque lexicográfico acerca de este auténtico maná del lenguaje. Ha registrado 128 voces como está to’ Gucci (“Indica que todo se encuentra bien y en orden”), flow (“Estilo o manera de comportarse de una persona”) o rebuleo (“Bravuconeo o discusión entre personas”).

Y en lo más alto de la industria del espectáculo, Bad Bunny es la voz más potente en la reivindicación del reguetón y de sus raíces. En el último festival de Coachella, en California, fue cabeza de cartel y proyectó un vídeo sobre los orígenes de este género y de la salsa. “Sirvió para acentuar la importancia del trabajo que durante años han realizado los obreros latinos en la industria musical”, afirma el periodista cultural Hermes Ayala.

En la pasada gala de los Grammy, en Los Ángeles, Bad Bunny actuó rodeado de cabezudos de personajes boricuas históricos. Los cabezudos pertenecen al colectivo teatral Agua, Sol y Sereno. En su taller de San Juan, su fundador, Pedro Adorno (55 años), interpreta que esta decisión del cantante “tiene que ver con la identidad, con el rescate de la memoria histórica, con unos esfuerzos culturales de muchos años de movimientos políticos y sociales y de conciencia histórica”.

El cabezudo de Tego Calderón, realizado por el colectivo Agua, Sol y Sereno para la actuación de Bad Bunny en los Grammy de 2023.Steph Segarra

Adorno vivió en su barrio de San Juan la prehistoria del reguetón. Eran los años ochenta, la cultura hip-hop entraba a saco a través del ida y vuelta de boricuas con un pie en la isla y otro en Estados Unidos, sobre todo en Nueva York. Él fue bailarín callejero de breakdance, como DJ Adam. A finales de los ochenta, Adorno siguió su propio camino hacia los estudios universitarios y el teatro experimental. Con Agua, Sol y Sereno ha desarrollado un proyecto de cruce entre vanguardia y cultura popular. Su colectivo se caracteriza tanto por su práctica teatral, que bebe de referencias desde Antonin Artaud hasta La Fura dels Baus, como por su participación en el folclore local. La llamada de Bad Bunny la interpreta como un reconocimiento de la apuesta que han hecho desde los noventa por conjugar modernidad con tradición boricua.

La mayoría de los cabezudos los tenían hechos. El cantante pidió ex profeso dos nuevos: el de Felisa Rincón de Gautier, primera alcaldesa de una capital en América, y el de su reverenciado Tego Calderón, de quien tanto hablan todos, al que tan difícil resulta acceder. Para este reportaje no quiso ser entrevistado.

Si en la élite Bad Bunny es el altavoz reivindicativo, a nivel menos olímpico, más terrenal se encuentran iniciativas como Hasta ‘Bajo Project, que busca “salvaguardar, educar y exponer el reggaetón”. Gabriela Sepúlveda, miembro del proyecto, explica que procuran llenar el “vacío” en la concepción del reguetón como patrimonio. “El Instituto de Cultura Puertorriqueña, al momento, no incorpora el reggaetón en su plan de colección y documentación, aunque conocen y valoran nuestro trabajo”. (Mantenemos la grafía reggaetón en su cita por petición expresa suya).

El famosísimo en Puerto Rico gistro amarillo, repartido para promocionar la canción del mismo nombre de Wisin & Yandel.Steph Segarra
El rapero Vico C en una revista del archivo de Hasta ‘Bajo Project.Steph Segarra
Revistas de reguetón del archivo de Hasta ‘Bajo Project.Steph Segarra
Copias de cedés de los años noventa, cuando el reguetón aún era pura cultura de barrio que circulaba de mano en mano.Steph Segarra

Ahora mismo son un colectivo modesto, formado por siete voluntarias, con un considerable archivo digital, donado por Juan Arroyo, que creó en los noventa la primera web sobre el género, y otro material que conservan en un mínimo almacén en San Juan. Una de sus joyas es el gistro amarillo, un tanga que se repartía como publicidad del célebre tema homónimo de Wisin & Yandel.

“Enséñame

¡el gistro amarillo!

es sencillo, guaya el calzoncillo

se siente bien

¡bien a fueguillo!”.

[Sherwood aclara por correo que gistro viene del inglés g-string y que guayar es rayar, raspar con el guayo, que en Puerto Rico es el rallador de plátanos, viandas… “En el reguetón se habla mucho del guaya guaya por el baile del perreo. ‘Guayar calzoncillo’ es eso mismo: frotar genitales con genitales, o con las nalgas, mientras se baila el perreo”].

Para sacar el gistro y que sea fotografiado, Gabriela Sepúlveda se enfunda las manos en unos guantes de látex. Lo manipula como si fuera un vermeer. Es un tesoro de su generación. El sueño del colectivo Hasta ‘Bajo es que en un futuro exista un Museo del Reguetón en el que las generaciones que vengan pueden entender la historia contemporánea de su país contemplando un gistro amarillo. El gistro no es un gistro. Es patrimonio. Patria. El gistro es Puerto Rico.

Este periódico preguntó al Instituto de Cultura Puertorriqueña si había realizado o tenía planes de realizar algún estudio o actividad en torno al reguetón. El principal órgano cultural gubernamental de la isla dio acuse de recibo. No respondió.

“Es sencillo, guaya el calzoncillo

se siente bien

¡bien a fueguillo!”.

Más información

Archivado En