¿Responsabilidad individual? ¿De qué habla?
“Huy, qué pereza, tener que legislar y tomar decisiones, reunir al Congreso y soportar insultos, debatir con las comunidades…”
Cada vez que oigo a uno de nuestros gobernantes apelar a la “responsabilidad individual” de los ciudadanos para superar el coronavirus, no sé si echarme a reír o enfadarme al ver cómo nos toman por enésima vez el pelo, o si llorar al comprobar —en el supuesto de que lo digan de veras— lo soberanamente tontos que son. Apelar a eso en una época y un país como estos es una muestra más de la vagancia que domina a los dirigentes. Parece que se pasen la vida suspirando y quejándose: “Huy, qué pereza, tener que legislar y tomar decisiones, reunir al Congreso para prolongar el estado de alarma y sopor...
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Cada vez que oigo a uno de nuestros gobernantes apelar a la “responsabilidad individual” de los ciudadanos para superar el coronavirus, no sé si echarme a reír o enfadarme al ver cómo nos toman por enésima vez el pelo, o si llorar al comprobar —en el supuesto de que lo digan de veras— lo soberanamente tontos que son. Apelar a eso en una época y un país como estos es una muestra más de la vagancia que domina a los dirigentes. Parece que se pasen la vida suspirando y quejándose: “Huy, qué pereza, tener que legislar y tomar decisiones, reunir al Congreso para prolongar el estado de alarma y soportar los insultos de la oposición, debatir con las comunidades autónomas: que cada una se ocupe y haga lo que se le antoje, y si no los jueces: que autoricen o no lo que aquéllas les pidan sin preocuparse de si sus colegas de al lado opinan lo contrario y se contradicen unos a otros, allá ellos. Cualquier cosa con tal de quitarnos el muerto de encima. Y además, está la responsabilidad individual de cada español, ellos son los que se contagian y enferman y sabrán qué les conviene hacer o no. Eso, que se hagan cargo, que nosotros tenemos que departir con Macron, Von der Leyen o Merkel”. Lo único en lo que son diligentes nuestros gobernantes (Montoro como Montero) es en recaudar dinero de todas las maneras imaginables, con impuestos directos e indirectos, con cambios de criterio retroactivos, con tasas y peajes, con multas e intereses que ellos jamás abonan si se retrasan, con inspecciones e interpretaciones arbitrarias en las que a la vez son inapelable juez e interesadísima parte. Ante Hacienda no hay argumentación que valga.
En verdad es ridículo que se invoque continuamente algo que es palmario que apenas existe. ¿Responsabilidad? Hace ya décadas que nadie la tiene de nada. Los culpables siempre son otros, y si no, lo es “la sociedad injusta, que me ha obligado a cometer crímenes y me ha frustrado y humillado desde el día de mi nacimiento”. Y, claro, a la cabeza de los irresponsables están precisamente los altos cargos que luego exigen responsabilidad a la gente. ¿Y cómo va la gente a reconocer la suya si se mira en el espejo de tantísimos líderes que nunca reconocen un error, un despilfarro, una malversación ni un daño, no digamos una sisa? ¿Creen ustedes que se le pasará alguna vez factura a Colau por el destrozo y afeamiento sin precedentes de la hermosa Barcelona? ¿Creen que alguien se la ha pasado a los varios alcaldes y alcaldesas de Madrid que han gastado a manos llenas en obras inútiles o perjudiciales? ¿Que alguien va a reclamarle a Esperanza Aguirre los millones de euros tirados a la basura con su pomposa Ciudad de la Justicia, cuyo único y costoso edificio es una semirruina en un descampado? Es inverosímil, pero a los políticos nunca se les piden las cuentas que sí se les piden a empresarios, banqueros, médicos, jueces, ingenieros, y hasta a la cajera del supermercado si las suyas no cuadran.
Si el Gobierno PSOE-Podemos, al negarse a ampliar el estado de alarma, creía en la “responsabilidad individual” para la contención de la epidemia, entonces es más idiota de lo que se percibe. Las fiestas y botellones de la madrugada del 9 de mayo le habrán abierto los gandules ojos. Lo incomprensible es que no previera lo que estaba cantado para cualquiera con diminuto cerebro, y que en seguida habría una avalancha de viajes a ver a los parientes o a las playas. Que no adivinase que, en una sociedad con graves dificultades intelectivas, demasiados ciudadanos confundirían el término de la alarma con el término de la plaga. Ante una situación así, no me explico que el Presidente no haya salido a hablar con claridad y a poner los puntos sobre las íes (“Ay, no, qué lata, cámaras y preguntas”). O que, en su defecto, no lo haya hecho el Rey, que para eso es el Jefe del Estado: para suplir la desidia de sus gobernantes cuando pueda, y debería poder en momentos de emergencia y peligro extremo.
Médicos, sanitarios, epidemiólogos, han asistido desesperados al primer desmadre, y los que nos quedan. Mientras ellos se desloman curando, y acumulando agotamientos y muriendo, una buena parte de la población, con el beneplácito de las autoridades, se aglomera en fiestas, desplazamientos masivos y borracheras con baño en fuentes públicas. El mismo 8 de mayo ya estaban muchas ciudades atestadas de turistas mastuerzos, los cuales, bien informados de que en España entera había barra libre a partir del 9, se plantaron como centellas en nuestros bares, restaurantes y terrazas. Imagínense los italianos, que “padecerán” su alarma hasta el 31 de julio; o los alemanes, que con 50 contagios por cada 100.000 habitantes aplican restricciones sin cuento. Aquí se levantan casi todas, en cambio, con 200 contagios y sitios en los que aquellos días había 500, una bagatela. Visto el éxito de Ayuso en las elecciones madrileñas, no se sabe si de repente Sánchez ha corrido a imitarla o si es el primer individuo al que habría que exigirle lo que él pide a los demás mientras vuela de aquí para allá en aviones cómodos y descontaminados: responsabilidad.