Peregrinaje mágico del mar a los Picos de Europa
El Camino Lebaniego, a veces perpendicular, a veces conectado con el de Santiago, es una saciante caminata en cualquiera de sus variantes. De hecho, toda Cantabria es un entramado que invita a disfrutar de la naturaleza… con menos gente. Hay varios caminos lebaniegos, a cuál más bello

Representa un gran foco de peregrinación desde la época medieval. Y no es para menos: la reliquia del Lignum Crucis, el trozo más grande conocido de la cruz en la que murió Jesucristo, se custodia en el monasterio Santo Toribio de Liébana, en el corazón de los Picos de Europa. Aun así, el/los Caminos Lebaniegos se mantienen apartados de masificaciones y bullicios. Entre todas las rutas pedestres que pasan por Cantabria, esta se encuentra entre las menos transitadas, a pesar de su belleza natural. Hacia Santiago o hacia Liébana, los senderos configuran una red que conjuga espiritualidad y comercio, ya que unían el norte peninsular con el resto del continente europeo.
Hay varios Caminos Lebaniegos para elegir ruta. El Vadiniense, el Leonés, el Medieval y el Olvidado. En la actualidad, el más popular también parte de un lugar santificado: San Vicente de la Barquera. Hay más de 20 playas en el término municipal, pero ya las urbanas merecen la pena. Al otro lado del Puente de la Maza se llega a la del Tostadero y a la del Rosal, por ejemplo. Su pintoresco casco antiguo, de estrechas calles, animadas plazas (tomar el aperitivo al sol es un privilegio) y casas de piedra tradicionales aconsejan un par de noches de estancia. Para seguir calentando las piernas, el visitante puede descubrir la arquitectura gótica de la Iglesia de Santa María de los Ángeles, una imponente fortaleza medieval, y su Castillo del Rey, construido en el siglo XIII. La torre del Preboste, el Convento de San Luis...

El Camino Lebaniego es una histórica ruta de peregrinación centrada en la reliquia del Lignum Crucis, custodiada en el monasterio de Santo Toribio de Liébana
Pero aquí hemos venido a caminar. En tres, cuatro o cinco etapas se salvan los 72 kilómetros que median entre la playa y los Picos de Europa. El ritmo depende de la forma física y el ritmo del caminante, pero se trata de un viaje sencillo y de esfuerzo razonable en el que se pasa en pocas horas de las rabas de calamar al cocido lebaniego. En verano, del bañador al forro polar y de las chanclas a las botas de senderista. Campos de meseta alta, brañas, bosques antes del granito de Picos de Europa. Localidades de esas en las que el paseante sueña con retirarse del mundanal ruido: Muñorrodero, Cades, Cicera, Cabañes, Lebeña. Ermitas, piedra, tradiciones. Y siempre (un poquito) cuesta arriba.
Al igual que en el camino de Santiago, hay que llevar encima las credenciales, disponibles en cualquier oficina de turismo y necesarias para las pernoctaciones en los albergues y para certificar que se completa la ruta. Mientras la Compostelana requiere acreditar un mínimo de 100 kilómetros, la Lebaniega se adquiere al conseguir únicamente tres sellos. El único requisito es la prudencia, introducir paseos en la rutina previa para que la única preocupación sea disfrutar de las brumas matinales y el tímido sol con el avance del día. La meta es Santo Toribio de Liébana, un monasterio de estilo gótico, clásico y barroco cerca de Potes.
Leyendas y paisajes
La ruta está cargada de historia. Desde la antigüedad ha sido una vía de conexión y de transporte de mercancías entre la meseta y los puertos cantábricos. Los peregrinos jacobeos los transitaban; decidían desviarse para honrar. Hoy, asistir a la misa del peregrino, todos los días del año a las 12, es algo más que solemne. La comarca de Liébana atesora diferentes relieves en los que el peregrino transita la naturaleza más pura y frondosa. Liébana concentra la vegetación mediterránea y la atlántica, escenario de particulares bosques que reflejan vivamente el paso de las estaciones. En primavera se visten de un verde exuberante; en verano proporcionan frescura; en otoño sus hojas conforman una alfombra ocre, y en invierno quedan cubiertos por un manto de nieve.

El camino atraviesa pueblos tranquilos, ermitas, bosques y paisajes de montaña que revelan la transición hacia los Picos de Europa
La arboleda despliega variedad de especies: el castañar de Pendes, el hayedo de la Llama en Bejes y, ya en el límite con Peñarrubia, la Braña de los Tejos, de milenarios ejemplares. Destacan por su singularidad el castaño en La Narezona, situado en el monte de Casillas (Ojedo); el enebro de Viñón y el olivo monumental de Lebeña.
Además de la mirada, las piernas y la paciencia, en el Camino Lebaniego se ejercita el paladar. Los restaurantes y casas de comida de los pueblos ofrecen cocido lebaniego (hay peregrinos que cuentan las etapas por guisos) y/o montañés, un festín ineludible a base de alubias blancas, berza, y compango (tocino, costilla, chorizo y morcilla). No hay competencia entre ambos, solo placer. Antes, en la costa, preparan delicias como el sorropotún de bonito, una marmita que comían los pescadores cántabros, asturianos y vascos. Los sabores de la patata, cebolla, pimiento y tomate pochados a fuego muy lento se funden.
De postre, los canónigos, preparados a partir de natillas, almendra y canela. O los frisuelos de Liébana, una especie de crepes coronadas con miel autóctona. El menú se corona con un vino tostado de Liébana (hay que probarlo) o, para quien se anime a más, su afamado aguardiente de orujo, cuya destilación artesanal se lleva a cabo gracias a la fermentación de uvas de calidad.

Muchas opciones, la misma belleza
Estamos en un territorio único, con rutas diversas hacia un lugar mágico, místico y solemne: Santo Toribio de Liébana. El Camino Lebaniego Castellano, por ejemplo, está muy ligado a la provincia palentina, desde donde parte también un recorrido hacia el monasterio. Se cruza con el Camino de Santiago Francés en Frómista, con la recuperada Vía Aquitania en Osorno la Mayor, con la Ruta del Besaya en Alar del Rey, y con el Olvidado en Cervera de Pisuerga. En los senderos conviven las flechas granates que señalan el Camino Lebaniego con las amarillas que indican el Camino del Norte a Santiago de Compostela.
La gastronomía local (cocido lebaniego o montañés, sorropotún, postres tradicionales y orujo) es parte esencial de la experiencia del peregrino
El Camino Vadiniense bordea los Picos de Europa y prosigue en dirección a Riaño y Mansilla de las Mulas (ambos en León). Deriva en una pequeña variante conocida como Ruta Leonesa, que pasa por el puerto de San Glorio. Cuesta decidir por dónde empezar la peregrinación.
Y otro año, si quedan fuerzas, incluso se puede hacer una caminata de alta montaña hasta la cabaña Verónica, en Picos de Europa. La ruta parte del mirador del Cable (la estación cumbre del teleférico de Fuente Dé), a 1.823 metros de altitud. Realmente inolvidable.