Por Galicia, a través de sus ‘fervenzas’
Las cascadas y saltos de agua son uno de los patrimonios naturales más fotogénicos y espectaculares de esta región del norte. Sentir el ruido del cauce y la humedad del entorno mientras se descubren estos rincones casi ocultos es toda una experiencia sensorial
En Galicia, a las cascadas –que en esta región son numerosas y espectaculares– se les conoce como fervenzas. Cuando el agua cae con toda su fuerza, la espuma que genera parece que hierve. “Ferve a auga”, se dice en gallego. De ahí el nombre de fervenzas, un tesoro natural que brota en las cuatro provincias gallegas. Es difícil concretar el número exacto de estos saltos de agua, pero se cuentan por centenares a lo largo de los arroyos, torrentes, riachuelos y afluentes que atraviesan la comunidad.
Vale la pena acercarse hasta estos escenarios con aires de cuento de hadas. Atrapan por su potencia visual, pero también por el sonido del bosque y el agua, por sus juegos de luces y sombras, la humedad permanente que envuelve el entorno y la vegetación, frondosa y verde. Las cascadas se convierten así en lugares mágicos donde evadirse del mundo y conectar con la naturaleza. Fervenzas hay de muchos tipos, formas, tamaños, caídas… Algunas son de fácil acceso, a través de sendas señalizadas entre preciosos parajes repletos de vegetación. Otras, en cambio, requieren de mayor esfuerzo físico y de cierto nivel técnico para llegar hasta ellas.
Las hay altas y elegantes, como la fervenza de Santa Mariña ou de Graba, en la provincia de Pontevedra, con varios saltos que alcanzan los 30 metros de altura, o la de Santa Marta ou das Hortas (A Coruña), asociada a una hermosa leyenda con milagro incluido. Otras transcurren entre un caudal abundante. Es el caso de la fervenza de Belelle, en suelo coruñés. Contemplarla desde el mirador de Viladonelle, al que se accede por unas escaleras y un camino señalizado junto a una central hidroeléctrica, es una opción perfecta. Más al interior, en Ourense, la fervenza de Tourén destaca por la fuerza del agua y los parajes esculpidos en el cauce del río Cerves, que transcurre encajonado entre una garganta.
Algunas de estas cascadas forman caídas verticales tan espectaculares como el salto de Augacaída, en Lugo. Para llegar hasta ella hay que bajar por una escalera que parece que engulle al visitante hasta las profundidades de la tierra. Ya a los pies de la fervenza, con una caída de 40 metros, es posible asomarse a un mirador desde donde sentirla en todo su esplendor. Algo más al sur, en Ourense, la fervenza de Cidadella sobrecoge con sus 30 metros de caída y el rugir del agua.
Es difícil concretar el número exacto de saltos de agua en Galicia, pero se cuentan por centenares a lo largo de los arroyos, torrentes, riachuelos y afluentes que atraviesan la comunidad
Entre las más fotogénicas, están las cascadas en forma de cola de caballo, como la fervenza da Graña, en el corazón de la serra do Candán (Pontevedra), o la de Santalla (Lugo), que cae entre castaños desde unos 25 metros de altura tras haber atravesado antes prados y bosques de ribera. Precisamente entre bosques de aspecto mágico transcurre la fervenza de Gosolfre (A Coruña). La primera forma un tobogán de agua muy vertical que va horadado en la piedra. Bajo él, cae otra cascada de unos tres metros de altura, que se divide en dos por la roca que hay en medio. Y algo más alejada del cauce del río aguarda el salto más impresionante, rodeado de un denso bosque donde la luz no penetra.
Otras fervenzas se deslizan entre canales rocosos. Es el caso de la Corga da Fecha, en Ourense: esta cascada es una de las más altas de toda Galicia, y solo puede verse después de que haya llovido mucho. Para subir a la parte más alta, hay que ascender por un sendero muy empinado que permite ir haciendo paradas en diferentes alturas para observar la caía del agua desde distintos puntos. También serpentea entre rocas la fervenza do Fócaro, en Lugo. Con una caída desde 30 metros de altura y caudal constante de agua todo el año, es frecuente que haya nieve en invierno, por lo que hay que ir bien equipado en los meses más fríos del año.
Entre las fervenzas más fotogénicas destacan las que parecen escaleras de agua, como la pincheira de Portomao (Ourense), que se derrama sobre una pared de pizarra cubierta de helechos; o la fervenza do Rexedoiro (A Coruña), con un salto de agua en dos tramos de 10 metros de caída. En ocasiones, estas cascadas naturales desembocan en piscinas naturales en las que incluso es posible refrescarse en verano. Cuatro recomendaciones: las seimeiras do Queixoiro (Lugo), la fervenza das Olas (A Coruña), la de Parrelos (Pontevedra) y las pozas de Mallón (Ourense). Las hay, además, que caen en espectaculares toboganes de piedra, como la fervenza de Escouridal, en la provincia de Lugo, a la que se accede por una escalera con barandillas, o la de Misarela, en A Coruña, a la que se llega tras atravesar un puente medieval y unas piscinas naturales.
Los más osados se pueden atrever con excursiones más exigentes, como las que desembocan en la orensana poza da Seima, en la fervenza do Pombar (Lugo) o en la do fondo da Petada, en territorio lucense. Este catálogo de cascadas y saltos de agua está disponible en la web de Turismo de Galicia. La lista es tan amplia que solo es cuestión de elegir una de ellas y dejarse atrapar por su belleza.