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Extremo norte: epicentro del hambre en Camerún

Los informes de las organizaciones internacionales más prominentes avisan de que la inseguridad alimentaria aumenta más que nunca. Ponemos rostro a los datos de la desnutrición

Por primera vez en una década, el hambre aumentó este 2020, según el informe más importante que la ONU publicada cada año. A finales de 2020, entre 720 y 811 millones de personas no sabían si al día siguiente tendrían algo que llevarse a la boca. En un centro de salud especializado en atender a hambrientos de Camerún, los números de los informes se constatan echando un vistazo.Lola Hierro
Sala de espera de la consulta de alimentación terapéutica para niños con desnutrición en Kourgui, un centro de salud apoyado por Médicos Sin Fronteras en la región del Extremo Norte de Camerún. En el centro, Odette y su hijo Adama esperan a ser atendidos por el doctor. El niño come el contenido de una bolsita de Plumpy Nut, un complemento nutricional de pasta de cacahuete que aporta 500 kilocalorías.Lola Hierro
El 5,9% de los 559.000 menores de cinco años sufre desnutrición aguda severa en el Extremo Norte. Unicef y el Ministerio de Sanidad atendieron en el mes de julio de 2021 a 4.676 pacientes de seis a 59 meses con este diagnóstico en 366 centros de salud facilitándoles medicamentos y suplementos nutricionales. Unicef estima que 2,3 millones de niños de la región necesitan asistencia humanitaria urgente y mientras, no se ha cubierto ni el 4% de los fondos necesarios: hay 446.000 dólares de los 12 millones que hacen falta.Lola Hierro
Sala de espera de Kourgui, donde se efectúa el primer triaje de los pacientes. MSF atendió a 38.457 criaturas en 2020. La enfermera Carol Stella Djomako se enfrenta a diario con esta realidad en Kourgui y también tiene números que dar: “En este último mes [septiembre de 2021] hemos atendido a 3.600, la inmensa mayoría por debajo de cinco años”.Lola Hierro
Carol Stella Djomako y un compañero miden a un niño. Cuando les toca su turno, los pacientes son pesados y medidos, se les toma la temperatura, se calcula el perímetro braquial y se observan otros signos. En función de los síntomas, irán hacia un médico u otro.Lola Hierro
Una mujer mide el perímetro braquial de un niño. En Kourgui dan a las madres una de estas cintas para que la tengan en su casa y les enseñan a usarla. Saben que tienen que colocarla en el punto medio entre el codo y el hombro, y que si el diámetro es inferior a 11, hay un problema de desnutrición.Lola Hierro
Los niños más graves que no pueden ser tratados en el centro de salud de Kourgui son derivados al hospital distrital de Mora, a media hora en coche. Allí quedan ingresados los más graves. En la consulta, el pediatra Francois Xavier Yekeme atiende a Hadida y a su hijo, extremadamente delgado. Él es quien decide qué pacientes ingresan. “Generalmente, encuentro paludismo asociado a malnutrición y a diarreas sobrevenidas por beber agua sucia y no mantener una buena higiene, por lo que muchos casos son difíciles de tratar, ya que no toleran bien los antimaláricos”, expone.Lola Hierro
Una madre sostiene a su hijo, a quien está alimentando con un sobre de Plumpy Nut. En Camerún, más de la mitad de sus ciudadanos (un 55,8%) está en una situación de “inseguridad alimentaria moderada o grave”, es decir, que alguna vez han llegado al punto de pasarse un día entero sin comer. Se mire a donde se mire, la foto es igual de catastrófica: los niños no tienen con qué alimentarse, o repiten siempre lo mismo –maíz o un cereal por el estilo– porque las circunstancias no dan para más.Lola Hierro
A la sala de alimentación terapéutica acuden madres con niños cuya desnutrición no es tan grave como para estar ingresados, pero que requieren vigilancia para comer. Es importante saber si son capaces de ingerir alimento, porque esta es una señal para saber la gravedad de su estado. En la imagen, una madre demuestra cómo se mide el perímetro braquial.Lola Hierro
Adama es hijo de Odette Yagana y se ha embadurnado la cara con la pasta de cacahuete, que aparentemente tolera bien. “Vine primero porque el niño tenía fiebre; sospeché que era la malaria y al atenderlo me dijeron que también estaba desnutrido”, cuenta la progenitora, de 23 años.Lola Hierro
Pabellón de pediatría donde se recuperan niños con estados más graves de desnutrición en el hospital de Mora. Varios de los ingresados en Mora en octubre de 2021 sufren desnutrición severa en dos variantes, marasmo y kwashiorkor. La primera se caracteriza por la pérdida extrema de peso, de músculo y de grasa; la segunda, por abombamiento abdominal y edemas por la retención de líquidos, la coloración rojiza del cabello y despigmentación de la piel.Lola Hierro
La educación de los padres y madres es crucial, sobre todo cuando hay poco para elegir, pero resolver las lagunas informativas no supone, ni de lejos, acabar con el problema. Odette Maiwai es directora del centro de salud de Kourgui y en sus diez años largos de experiencia ha visto que la ayuda internacional sí que llega, no obstante no es raro que un grupo armado localice el cargamento y lo rapiñe porque en esta región está muy violentada por los ataques terroristas de organizaciones como Boko Haram o el Estado Islámico de África Occidental.Lola Hierro
Consulta pediátrica de Kourgui, donde Odette Yagana, con Adama en brazos, charla con el médico en presencia de otro sanitario. La directora del centro, Odette Maiwai, también considera que el reparto está mal organizado. “En los hogares, el padre es quien suele organizar las raciones, y si no sabe cómo alimentar a los niños, vende esos comestibles para comprar otras cosas. Por eso es importante que reciban información sobre la dieta adecuada para sus hijos”. Ellos, dice, se interesan cada vez más.Lola Hierro
La desnutrición a veces se complica con otras patologías; las más frecuentes son las infecciones respiratorias y cutáneas, las diarreas y la malaria, que es la más frecuente. Desde mediados de verano hasta principios de noviembre se da la época alta de esta enfermedad parasitaria que ataca sobre todo a menores de cinco años y causa más de 200.000 muertos al año, el 94% en África subsahariana. Por eso, la prueba rápida de diagnóstico para todo el que llega con fiebre es obligatoria.Lola Hierro
Adama se ha embadurnado con la pasta de cacahuete por la cara y las manos. Adama se recuperará si sigue los consejos del médico: en casa tendrá que alimentarse con una dieta más variada, algo que no va a resultar sencillo para su madre. “Ahora solo se alimentan de maíz. Sé que les tengo que dar otras comidas, pero no es posible porque no tengo, no puedo comprarlas. El problema es que no tengo”, lamenta. Ella y su marido trabajan como agricultores de este cereal que únicamente les permite un consumo de supervivencia. “Mis vecinas no tienen nada tampoco. Todas las familias nos dedicamos a la agricultura y el campo da poco. Es la situación de la pobreza aquí”.Lola Hierro
Exteriores del centro de salud de Kourgui, donde varias madres charlan. Todas las salas de espera están al aire libre. Docenas de madres y algún que otro padre se refugian a la sombra —la temperatura ronda los 40 grados— y aguardan a ser atendidos por alguno de los sanitarios de bata blanca que deambulan por allí.Lola Hierro