12 fotosCRISIS MIGRATORIAVarados en CanariasEL PAÍS narra la crisis migratoria que viven las Islas Canarias a través de las historias de 12 migrantesEl PaísMadrid - 24 feb 2021 - 08:11CETWhatsappFacebookTwitterLinkedinCopiar enlaceMamadu Wurie Dumbuya, Kenema (Sierra Leona). A Mamadu Wuria le asusta el agua, aunque vive rodeado de ella. En 2019 dejó Sierra Leona y emprendió una ruta por cuatro países hasta llegar a Dajla (Marruecos). Allí trabajó seis meses en la industria de la sardina hasta que en febrero de 2020 consiguió los 1.700 euros que le costaba subirse una patera. Más agua. “Yo no sabía que Gran Canaria era una isla. Solo conocía Las Palmas por el equipo de fútbol”. Wuria acaba de cumplir un año en la isla: “Solo quiero salir de aquí y dejar de ver el agua por todas partes”.Buba Camara, Gambia. Hubo una época en la que Buba Camara, un chico de Gambia de 21 años, hacía la misma pregunta todos los días tras desembarcar en Gran Canaria. “¿Cuándo voy a poder ir a la Península?”. Después de un año y dos meses y cuatro centros de acogida de emergencia, Camara ha conseguido volar a la Península.Zakaria L., Marruecos. Es un joven pescador de 19 años procedente de El-Kelaa des Srarhna. A los 16 años cambió el colegio por las redes de pesca y se marchó a Dajla a trabajar con sus hermanos. En plena vorágine de pateras saliendo hacia Canarias desde las playas de la ciudad, decidió embarcarse. Llegó en octubre de 2020 a Gran Canaria. “Me decidí porque con la pandemia nadie nos compraba el pescado, pero también porque aquí hay más libertad, más derechos”, cuenta.Abdelilah, Marruecos. Abdelilah, un pescador de 35 años, proviene de la localidad marroquí El Kelaa des Sraghna. Esta región del interior del país, agrícola y empobrecida, lleva toda una vida viendo a sus habitantes emigrar a otras ciudades marroquíes más prósperas y, en el último año, ha llamado la atención de periodistas, policías y observadores internacionales la cantidad de sus vecinos que han acabado en Gran Canaria, empujados por la pandemia y la sequía. Abelilah lleva ya cinco meses en la isla.Omar Niasse, Senegal. Este joven, de 24 años, es uno de los cientos de pescadores senegaleses que han desembarcado en las islas en los últimos meses. “En mi país no hay más pescado. Los barcos grandes [extranjeros] se lo llevan todo”, reclama. Su viaje en cayuco fue terrible y duró 12 días. La mezcla de gasoil y agua del mar le quemó el brazo. Pagó 600 euros por su trayecto en patera. Lleva 'atrapado' en Canarias desde el pasado noviembre.Souleyman, Malí. Este joven de 20 años solicitante de asilo ha esperado casi cuatro meses en un hotel hasta que, por fin, le trasladaron el pasado miércoles a Madrid. El recrudecimiento de los ataques yihadistas en Segou (Malí), le empujaron a emigrar. No recuerda el nombre de la ciudad en la que embarcó rumbo a Canarias, solo que el trayecto duró siete días. Una semana en la que el viento no cesó de soplar.Mamadou Diallo, Guinea. Ahora tiene 18 años, pero Mamadou Diallo comenzó su viaje con apenas 16. Cruzó Guinea, Senegal, Malí, Algeria y Marruecos. “Tardé un año y cuatro meses. Ha sido muy duro. En el trayecto entre Malí y Argelia nos pararon los rebeldes del Azawad, nos torturaron, nos robaron hasta los zapatos para caminar por el desierto”. Diallo era menor de edad cuando el pasado 13 de junio se subió a una patera en El Aaiún con rumbo a Fuerteventura. Esa es una de las rutas más cortas, 24 horas. Diallo, que cumplió la mayoría de edad en la isla, esperó casi siete meses hasta poder llegar a Francia.Ousman Diaby, Senegal. Este comerciante de 30 años vendía pasteles en Kedougou, al sudeste de Senegal. “Yo era el sostén de mi familia, pero con la pandemia, trabajaba una semana y luego me pasaba dos semanas sin trabajar”, recuerda. Trabajó en El Aaaiún antes de partir y llegó a Canarias el pasado mes de noviembre tras una travesía de 12 horas. Asegura que no pagó. “Un árabe me ayudó”.Mohamed, 17 años, Marruecos. Este menor, procedente de la ciudad de Safi, lleva en Canarias desde octubre de 2019. Mohamed compaginaba sus estudios con la pesca. “Viajé con mi tío Mehdi y otra gente que no conocía”, relata. Dio el salto a las islas desde el Cabo Bojador, al noroeste del Sáhara Occidental, en una travesía de tres días que les costó unos 500 euros por persona. “Vinimos a Canarias porque era el lugar más cercano”, afirma. No tiene familiares en Europa. “Solo tengo a mi tío”. Pese a ello, asegura no haberse planteado su futuro más allá del día a día. “De momento tengo pensado quedarme en Gran Canaria. No me planteo nada más”.Shutil Jamilat, Tanzania. Esta mujer, de 30 años, perdió a sus padres asesinados cuando era una niña. Creció a cargo de familiares, pero acabó emigrando a Uganda a escondidas para huir de un matrimonio forzado y de la ablación. Allí se casó y tuvo un hijo. “Mi situación allí era muy complicada, vivía asustada, tenía muchos problemas y decidí marcharme. Tuve que dejar a mi hijo de tres años”. En febrero de 2019 tomó dos aviones hasta llegar a Casablanca y de allí a El Aaiún. “Pasé un infierno. Dormí en la calle, los negros somos maltratados allí...Estuve a punto de suicidarme”, recuerda. El pasado 26 de agosto y tras vender todo lo que tenía por fin se embarcó. Desde entonces espera llegar a la Península y pedir asilo.Djeneba Doumbia, Malí. Mopti, la región donde nació Djeneba Doumbia hace 26 años, se desangra por violencia étnica y el terrorismo. La guerra y, después, un matrimonio forzado la empujaron a huir. Llegó a Tenerife el pasado 2 de enero tras una travesía de una semana que comenzó en Mauritania. No tiene familia en Europa pero sueña con llegar a Alemania. Ya ha logrado pisar la Península.Ousman, Guinea Conakry. Se marchó de su país para escapar de los conflictos intercomunitarios. Pertenece a la etnia peul, la mayoritaria en el país con un 40% de la población. Pese a ello, asegura que son perseguidos. "Yo mismo que tuve que huir de allí para evitar que me encarcelaran. Mi único crimen fue ser vecino de un barrio en el que se ha protestado mucho contra el presidente", asegura.