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Madrid. Retratos de la desolación

Cementerios, tanatorios y crematorios se han convertido en lugares vacíos en los que los empleados tratan el alud de difuntos infectados con coronavirus bajo normativas asépticas de emergencia

Empleados del Tanatorio M30 de Madrid pulverizan con agua y lejía el ataúd de una persona fallecida con la Covid-19. Álvaro Garcia
Ataúdes en el Tanatorio M30 de Madrid con una hoja donde se especifica que la persona falleció infectada con coronavirus. Los conductores de coches fúnebres deben atender a esa indicación para tomar medidas asépticas mayores con el manejo de dichos féretros.ÁLVARO GARCÍA
Empleados del Tanatorio M30 trasladando féretros. La llegada de ataúdes con personas fallecidas con el virus era de una frecuencia espantosa el pasado martes 31 de marzo. Los servicios realizados en este tanatorio han pasado de unos 60 en un día normal antes de la epidemia a unos 130 ahora.ÁLVARO GARCÍA
Personal del Tanatorio M30 mete un féretro en un coche fúnebre.ÁLVARO GARCÍA
El diácono Santiago Pérez salpica agua bendita sobre el coche fúnebre de una difunta, tras oficiar un responso a la entrada de la capilla de La Almudena, Madrid, el pasado 31 de marzo. A causa de la crisis vírica de momento se ha prohibido celebrar ceremonias dentro de la capilla y el sacerdote sale a la calle a realizarlas provisto con una mascarilla y guantes.Álvaro Garcia
Un entierro en el cementerio de La Almudena el martes 31 de marzo. La normativa de emergencia para contener la epidemia ha hecho que el Gobierno de España haya limitado a tres personas el número de familiares o allegados que puedan despedir a un difunto con coronavirus al pie de la tumba o a la entrada de un crematorio.ÁLVARO GARCÍA
Conductores del Tanatorio M30 vestidos con trajes EPI (equipo de protección individual) introducen el féretro de una víctima de la Covid-19 a la entrada de la morgue del hospital Gregorio Marañón de Madrid.ÁLVARO GARCÍA
Ataúdes en el almacén del Tanatorio M-30 de Madrid durante la crisis del coronavirus. Álvaro Garcia
José Luis Pérez, conductor de coche fúnebre del Tanatorio M30, en el garaje restringido a los vehículos de servicios funerarios. Pérez afirma que pese a que él y sus compañeros están por oficio acostumbrados a la muerte, la situación les está resultando muy dura: "Uno no tiene una coraza", dice.ÁLVARO GARCÍA
Nuria Andrés, empleada del Crematorio Sur de Madrid, junto a varios féretros de fallecidos con coronavirus a las puertas de la zona de incineración el pasado 31 de marzo.ÁLVARO GARCÍA
Almacén de ataúdes del Tanatorio M30. Su responsable, Julio Benito, afirma que el aumento del trabajo ha sido muy acentuado por la epidemia. En una semana normal recibían 200 féretros. Durante esta crisis, están recibiendo 200 al día.ÁLVARO GARCÍA
Percheros con trajes EPI (equipo de protección individual) en el garaje de los vehículos funerarios del Tanatorio M30 de Madrid.ÁLVARO GARCÍA