Tribuna

Salgamos de esta sin dejar a nadie atrás

Nos enfrentamos a una inédita crisis de salud global, que tendrá graves consecuencias, sociales y económicas en todo el mundo. Pero, no cabe duda, serán los países y las personas más vulnerables quienes recibirán con más fuerza el golpe

Un sanitario toma la temperatura en una estación de autobuses en Kigali (Ruanda). SIMON WOHLFAHRT (AFP)

Vivimos en un mundo escandalosamente desigual. Desigual en términos económicos en primer lugar. Recordemos que la mitad de la humanidad sobrevive con menos de cinco dólares y medio al día, mientras ¡tan solo 25 personas concentran más riqueza que el 40% del total de la humanidad! Pero también desigual en el acceso a la educación o a la cultura o a la tecnología; desigual en derechos, en el reparto del poder, en las relaciones de género. No en vano, la creciente desigualdad entre y dentro de los países, junto con la insostenibilidad ambiental de nuestro modelo de desarrollo, fueron los dos grandes desafíos mundiales identificados por Naciones Unidas en la Agenda 2030.

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En este escenario, ya de por sí preocupante, aparece el coronavirus para ponerlo todo aún más patas arriba. Nos enfrentamos a una inédita crisis de salud global, que tendrá graves consecuencias, sociales y económicas en todo el mundo. Todos los países y todas las personas estamos potencialmente en riesgo. Pero, no cabe duda, serán los países y las personas más vulnerables quienes recibirán con más fuerza el golpe social y económico de esta enfermedad.

No hacen falta grandes conocimientos para comprenderlo. Los países empobrecidos no tienen el músculo económico, político e institucional necesarios para responder con contundencia a una emergencia sanitaria global como la que enfrentamos. La fragilidad de sus sistemas públicos de salud, junto a la debilidad institucional o la falta de recursos, vaticina un más que probable colapso de sus servicios de salud. Y, también lo sabemos antes de que suceda, todo ello unido a una gran crisis económica y social, en la que los más vulnerables tienen las de perder.

En nuestro país, así como en el resto del mundo desarrollado, el punto de partida es cualitativamente mejor en términos de recursos y capacidades para hacer frente a la emergencia sanitaria. Ya estamos sufriendo la embestida del virus. Y ya estamos luchando contra él. Sufriremos sin duda, la pérdida de muchas personas y tal vez, de algunas queridas o conocidas. Pero una vez más, los efectos más devastadores recaerán entre la población más pobre y vulnerable de nuestra sociedad.

Pensemos unos momentos en las implicaciones de esta crisis para personas en situación de precariedad laboral, o para quienes viven de las sobras de la economía sumergida. En las empleadas de hogar o cuidadoras, que no entran dentro de las medidas para afrontar la crisis. Pensemos en las personas sin hogar, en migrantes en situación administrativa irregular, en familias monoparentales o personas —mujeres, menores— en situación de violencia. En los niños, niñas y jóvenes sin herramientas para afrontar la educación online de estas semanas... De alguna manera esta emergencia sanitaria pone en evidencia que, mientras sigamos infectados por el virus de la desigualdad, que crece y se expande cada día más, tenemos mucho por hacer, para construir un mundo inclusivo y sostenible, en el que no se quede nadie atrás.

Es por ello que las organizaciones que formamos Futuro en Común consideramos urgente, en este contexto, recuperar la conciencia sobre la importancia de construir, cuidar y mantener estructuras sociales justas y solidarias, que nos permitan salir juntas de la crisis y emergencias como la que estamos viviendo estos días. Un Estado de Bienestar robusto. Una salud pública universal, solvente y eficaz. Unos servicios públicos con capacidad para defender y garantizar los derechos de la ciudadanía y los elementos esenciales para un vida digna.

En el diseño de la reconstrucción debe tenerse muy presente nuestra historia más reciente: no puede repetirse el modelo neoliberal de salida de la crisis financiera de 2008. Esta salida sólo será justa y sostenible si se orienta hacia una profunda transformación de las bases del actual modelo de desarrollo e incorpora de manera prominente la coherencia de políticas. La Agenda 2030 debe ser, la hoja de ruta a seguir. Y para que esta pueda suponer la diferencia, consideramos imprescindible:

  • Caminar hacia un modelo económico que sitúe en su centro el cuidado de la vida, las personas y el planeta, potenciando los sectores sostenibles. Supeditar el modelo únicamente al crecimiento económico genera desequilibrios insostenibles y merma nuestra capacidad de resiliencia ante crisis como la que ahora vivimos.
  • Garantizar los derechos laborales y condiciones de trabajo que permitan una vida digna, considerando el habitualmente invisibilizado trabajo de cuidados, imprescindible para la vida y para la existencia de las otras dimensiones económicas, cuya necesidad imperiosa ha emergido como nunca en la situación que atravesamos.
  • Blindar un sistema de derechos sociales y de protección social sólido y eficiente, que proteja a las personas en mayor situación de vulnerabilidad en cualquier contexto.
  • Reformar el sistema fiscal para aumentar su suficiencia, progresividad y capacidad redistributiva, como elementos clave de la cohesión social y para que nadie se quede atrás. La reconstrucción necesitará de una nueva visión en la planificación de las políticas públicas pero también en la recaudación de los recursos necesarios para impulsarlas. La carga fiscal de la salida de la crisis no puede ser a costa de las capas más vulnerables de la sociedad como ocurrió en 2008.
  • Garantizar la protección frente a las violencias y la discriminación. Los actos de discriminación y estigmatización hacia determinados grupos desde que inició la emergencia sanitaria, nos alertan de la necesidad de avanzar hacia una sociedad más inclusiva y que neutralice el discurso del odio.
  • Fortalecer el liderazgo de nuestro país en el ámbito internacional. La pandemia también nos muestra una vez más que los grandes desafíos que enfrentamos son globales y requieren respuesta articulada internacionalmente. España debe mejorar su contribución, a través de la cooperación internacional, a la defensa de los Derechos Humanos y de los bienes públicos globales, como la salud.
  • Garantizar una transición ecológica que nos conduzca a una sociedad neutra en emisiones, resiliente y que restaura y preserva el patrimonio natural para las próximas generaciones. Las medidas de excepcionalidad han supuesto una reducción drástica del consumo y las emisiones, indeseable por no haber sido planificada de acuerdo a criterios de justicia social y económica, pero que puede servir de aprendizaje para plantear modos de vida con menor huella de carbono.

Decía Philip Alston, relator de Naciones Unidas para la extrema pobreza y los derechos humanos, en una entrevista en EL PAÍS tras su reciente visita a España, que “La palabra abandono ha sonado recurrentemente. La gente se siente abandonada. No reciben el apoyo que esperarían del Gobierno, de las autoridades locales, del sistema educativo, del sistema de protección... Simplemente sienten que están a su suerte”.

Desde Futuro en Común confiamos en que estas palabras, en ningún lugar del planeta, vuelvan a repetirse. Para ello, por supuesto, es imprescindible dejar atrás la crisis del coronavirus. Pero no podemos hacerlo de cualquier manera. Debemos superarla sin dejar a nadie atrás, de verdad.

Andrés Amayuelas es presidente a la Coordinadora Estatal de ONGD; Felix Ovejero, de CCOO y Graciela Malgesini, de la red EAPN, todas ellas entidades miembros de la plataforma Futuro en Común.

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