De Garfield a Aladdin: 11 tiernos personajes infantiles que el cine nos arruinó

La última polémica se la han llevado 'Sonic' y el genio de 'Aladdin', pero la decepción con las versiones reales de ídolos de los dibujos o los videojuegos viene desde hace varias décadas

¿Puedes reconocerlos? Son (o aseguran ser) Dora la exploradora, Sonic, Super Mario, el genio de Aladdin y Popeye interpretados por actores de carne y hueso o bien creados a partir de efectos especiales. En todos los casos, han recibido críticas negativas de los fans de los personajes originales.

Si algo hemos aprendido de estos personajes nacidos de la literatura infantil, tiras cómicas universalmente famosas, tebeos históricos españoles o videojuegos de ventas millonarias es que a veces los ídolos fantásticos, antropomórficos o pixelados deben quedarse así. La voluntad del cine por llevarlos a la realidad y convertirlos en sagas millonarias ha dado como resultado versiones de estos queridos ídolos que solo han manchado su legado. Ahora que acaba de estrenarse la versión cinematográfica de Aladdin y pronto lo harán las de Sonic (el 27 de diciembre de 2019) y ...

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Si algo hemos aprendido de estos personajes nacidos de la literatura infantil, tiras cómicas universalmente famosas, tebeos históricos españoles o videojuegos de ventas millonarias es que a veces los ídolos fantásticos, antropomórficos o pixelados deben quedarse así. La voluntad del cine por llevarlos a la realidad y convertirlos en sagas millonarias ha dado como resultado versiones de estos queridos ídolos que solo han manchado su legado. Ahora que acaba de estrenarse la versión cinematográfica de Aladdin y pronto lo harán las de Sonic (el 27 de diciembre de 2019) y Dora la exploradora (el próximo 30 de agosto), repasamos por qué estos y otros personajes animados no deberían haber cruzado nunca a la realidad.

La película 'Super Mario Bros' (1993) demostró que un fontanero orondo y con bigote es mucho más atractivo para el público infantil si se trata de un dibujo o una creación digital.

Mario, en 'Super Mario Bros' (1993)

¿Por qué nos gustaba el personaje original? Con el mundo de los videojuegos dominado por marcianos y luchadores de musculatura de hormigón, Mario Bros, la creación de Shigeru Miyamoto que surgió en 1985 como un spin off del popular Donkey Kong, supuso una alternativa inédita y refrescante. Su protagonista era bajito, rechoncho, con un inmenso bigote y una profesión muy poco heroica: fontanero. Aunque a lo largo de todos estos años jamás le hemos visto reparar una cañería, sino jugar al tenis, conducir karts o rescatar princesas.

¿Por qué la película lo arruinó? Como pasa en tantas grandes producciones de Hollywood, lo que llegó a la pantalla fue el resultado de un corta y pega de distintos guiones, unos que priorizaban el aspecto lúdico del juego y otros que pretendían atraer a los adultos aportando oscuridad a la historia. Harold Ramis fue tanteado para dirigir el proyecto, pero, viéndolas venir, renunció a ello y la historia pasó a manos de los mucho menos experimentados Rocky Morton y Annabel Jankel. El rodaje fue un desastre. Dennis Hopper, que daba vida al malvado Bowser, le gritaba a todo el mundo que sólo estaba allí por dinero –como si alguien trabajase en la historia de un fontanero que recolecta setas para sentirse más cerca de Kurosawa–. Bob Hoskins y John Leguizamo (que daban vida a Mario y Luigi) recurrían al whisky para olvidar lo que estaban haciendo y el guion, que se reescribía a diario, se alejaba cada vez más de la historia que el público esperaba. Hoskins recalcó siempre que tuvo ocasión que aquella había sido la peor película de su carrera y el crítico Stephen Garret, de Time Out, dio el diagnóstico definitivo: “Desconcertará a los niños, aburrirá a los adolescentes y deprimirá a los adultos”. No se equivocó. La película costó cincuenta millones de euros y no recaudó ni la mitad.

Sonic, el popular personaje de videojuegos de Sega, fue especialmente criticado en su versión cinematográfica por esos extraños dientes de humano para un puercoespín.

Sonic, en 'Sonic: La película' (2019)

¿Por qué nos gustaba el personaje original? Cuando en 1991 Naoto Oshima y Hirokazu Yasuhara crearon a Sonic tomando como referencia a un famoso aviador japonés de la Segunda Guerra Mundial apodado El Erizo, no podían imaginar que acabaría siendo el juego más popular de SEGA y vendería más de 800 millones de ejemplares. El principal emblema de la compañía fue el único capaz de plantar cara a su competidor, el Mario Bros de Nintendo.

¿Por qué la película lo arruinó? Tras más de 25 años manejando los mandos de Sonic, los fans esperaban ansiosos la primeras imágenes del erizo en el mundo real. Parece que lo que han visto (la película se estrena el próximo agosto) no les ha gustado demasiado. Las principales quejas se deben a su aspecto excesivamente humano que, según algunos, recuerda a "un niño con pijama". Y también a unos dientes picudos y una mirada inquietante más propios de los Critters (la saga de extraterrestres hambrientos surgida en los años 80) que de un producto destinado al consumo familiar. El cabreo de los seguidores fue tal que hasta el primer programador del videojuego, Yuji Naka, manifestó su descontento con la imagen del erizo. El director de la película, Jeff Fowler, temiendo una debacle en taquilla, se apresuró a aclarar en su cuenta de Twitter que habrá cambios en la versión final. "Gracias por su apoyo y por las críticas”, tuiteó. Y añadió: "El mensaje es alto y claro… no estáis contentos con el diseño y queréis cambios. Sucederá. Todos en Paramount y SEGA están completamente comprometidos en hacer que este personaje sea lo MEJOR que pueda ser". Lo veremos.

El Pinocho tal cual lo inmortalizó Disney en 1940, que es como muchos han conocido a la criatura creada por Carlo Collodi, y la (más inquietante) versión de carne y hueso con Roberto Benigni.

Pinocho, en 'Pinoccio' (2002)

¿Por qué nos gustaba el personaje original? En 1940, Disney hizo de Pinocho, el personaje creado por Carlo Collodi, el protagonista de su segundo largometraje animado. En manos del estudio, el niño de madera que sueña con ser real perdió los rasgos más crueles de la historia original y se transformó en un epítome de inocencia y bondad. Además, fue dibujado de una manera tan preciosista y con tanta perfección técnica que, a pesar de las ocho décadas transcurridas desde su estreno, sigue siendo uno los personajes más apreciados y relevantes de la compañía.

¿Por qué la película lo arruinó? Tras conquistar Hollywood con La vida es bella, Roberto Benigni se creyó infalible. Si había podido hacer reír desde un campo de concentración, qué no podría conseguir recurriendo a la inmortal historia del muñeco de madera. El problema es que el Pinocho de Benigni estaba más cerca de la Bette Davis de Qué fue de Baby Jane que del tierno personaje que Disney había clavado en nuestro inconsciente colectivo. “¿Qué se puede decir acerca de un actor calvo de 50 años interpretando a un niño inocente tallado en un tronco?”, se preguntaba Edward Guthmann, crítico del San Francisco Chronicle. Guthmann señalaba el primer y más obvio problema de una adaptación que, a pesar de ser la película más cara de la historia del cine italiano, se hundió en las taquillas de todo el mundo. Ahora, el director italiano Mateo Garrone ha vuelto a involucrar a Benigni en otra producción sobre el clásico de Collodi, pero demostrando mucho más sentido común que el actor: le ha reservado el papel de Gepetto.

La voz de Robin Williams y el dibujo de Disney hizo del genio de Aladdin un personaje entrañable para las audiencias. Pero la versión con actores de carne y hueso ha convertido a Will Smith en objeto de memes y burla en las redes sociales.

El Genio, en 'Aladdin' (2019)

¿Por qué nos gustaba el personaje original? Dos palabras: Robin Williams, que en contra de la política de Disney, improvisó gran parte de sus diálogos y convirtió al Genio en una prolongación de sí mismo. La intensidad y la exuberancia del personaje acabaron opacando al resto de los protagonistas e incluso hubo voces que pidieron una nominación al Oscar para el actor.

¿Por qué la película lo arruinó? La película acaba de estrenarse (el 24 de mayo llegó a los cines), pero las reacciones a las imágenes que trascendieron antes de su estreno no fueron muy esperanzadoras. Las primeras críticas se centraron en que el personaje interpretado por Will Smith no era azul, pero tras mostrarle con su tono característico, las protestas no menguaron y lo más bonito que se ha escuchado es que recuerda a Papá Pitufo. Smith, ansioso de un éxito que no huele desde Men in Black 3, prefiere quitarle importancia a los memes que ha generado su personaje. Que el número musical que pretende mostrar la majestuosidad de la producción parezca un descarte del peor Bollywood de los ochenta tampoco está ayudando a generar ruido positivo.

El carácter del pato Howard, creado por Steve Gerber y Val Mayerik, era casi existencialista, pero la película de George Lucas lo convirtió en un chiste.

Howard. El Pato, en 'Howard. Un nuevo héroe' (1986)

¿Por qué nos gustaba el personaje original? Porque la vocación de aquel pato antropomórfico creado en 1973 por Steve Gerber y Val Mayerik más que heroica era existencialista y estaba más cerca de Larry David que del Capitán América.

¿Por qué la película lo arruinó? Viendo las recaudaciones de sus últimos productos es difícil pensar que en una época Marvel fue falible, pero Howard. Un nuevo héroe es la prueba irrefutable. Tras adaptar a sus héroes clásicos y en pos de un público más adulto, los productores rebuscaron en el cajón de rarezas de La Casa de las Ideas (como se conoce popularmente a la compañía) y rescataron un personaje que con el tratamiento adecuado podría haberse convertido en un fenómeno de culto. Pero el afán por llegar a los mayores sin perder a los niños les llevó a una infantilización que acabó convirtiéndolo en el símbolo de lo peor del cine de los ochenta. Y eso es mucho decir. Es difícil elaborar un ranking de lo más sonrojante de la producción de George Lucas, pero la escena de cama entre Howard y su novia humana tiene todas las papeletas para estar en el podium. Si el sexo interespecies de La forma del agua hizo arquear más de una ceja, imaginen cómo fue encontrarse esa escena en un filme dedicado al público infantil. Con un presupuesto de casi 40 millones de dólares (unos 36 millones de euros) apenas recaudó la mitad, fue nominada a siete Razzie (premios a las peores películas) de los que ganó cuatro y supuso el final de la carrera como director de Willard Huyck. Tres décadas después, Marvel ha vuelto a reivindicar a Howard en Guardianes de la Galaxia convirtiéndolo en uno de los guiños ocultos dirigidos a los espectadores más adeptos de la saga.

El personaje original de Dora la exploradora, creado en 2000 por Eric Weiner, era una niña de siete años. Pero la Dora de la película que se estrena en agosto de 2019, interpretada por Isabel Moner, ha dejado ya muy atrás la infancia.

Dora la Exploradora, en 'Dora y la Ciudad Perdida' (2019)

¿Por qué nos gustaba el personaje original? Dora, el personaje creado en 2000 por Eric Weiner, Chris Gifford y Valerie Walsh, es curiosa, inteligente, despierta y tiene un montón de amigos divertidos. Los niños pueden verse reflejados en la pequeña exploradora de siete años y sus padres respiran aliviados porque la serie de Nickelodeon les proporciona horas de entretenimiento blanco y didáctico.

¿Por qué la película lo arruinó? Lo único que conocemos de ella por ahora es el tráiler, pero, como en el caso de Aladdin y Sonic, ha sido suficiente para poner en pie de guerra a los fans. La primera pregunta que todos se han hecho es: "¿Quién es esta señora?". Y es que la Dora Márquez cinematográfica, interpretada por Isabela Moner, una actriz estadounidense de 17 años, tiene más de Lara Croft que de niña de siete años que todavía se relaciona con sus amigos invisibles. Las siguientes decepciones llegaron tras echar un vistazo a su alegre pandilla: el mono Botas, ¡no lleva botas!; Mochila no parece ser más que una simple mochila, no hay ni rastro de ningún mapa parlanchín, y las pequeñas aventuras cotidianas se han transformado en salvar a sus padres de una banda de secuestradores. Algo así como si hubiesen transformado a los Teletubbies en cuatro brokers de la City londinense que tras terminar el trabajo se hinchan a pintas mientras ven un Arsenal-Watford. Esa Dora no es nuestra Dora.

El Popeye de Robert Alrman, al que dio vida Robin Williams, se convirtió en uno de los mayores fracasos de la carrera de ambos en 1980: fue un fracaso de crítica y de público.

Popeye, en 'Popeye' (1980)

¿Por qué nos gustaba el personaje original? El Popeye creado en 1929 por Ezlie Segar era musculoso, tatuado y se comunicaba con gruñidos ininteligibles; o sea, la versión años treinta de un tronista: excepto porque en lugar de para hacerse selfies en el baño, el marinero usaba esos músculos para luchar contra las injusticias y los abusones como Brutus, su rival en el corazón de Oliva.

¿Por qué la película lo arruinó? Tras encadenar varios fracasos de taquilla, Robert Altman buscaba reverdecer el éxito conseguido con Nashville (1975). Para ello apostó por transformar la historia de uno de los personajes más famosos de la cultura estadounidense en un musical de Hollywood. Para encarnar al protagonista eligió a Robin Williams, novato en la gran pantalla, pero famoso gracias a la comedia televisiva Mork y Mindy y reservó el rol de Olivia para su musa Shelley Duval. La parte musical quedó en manos de Harry Nilsson, reputado compositor de éxitos como Everybody's Talkin' y Without You, y al mando de la producción se situó Robert Evans, responsable de El Padrino II y Chinatown. Todo apuntaba a triunfo. Sin embargo, Altman, que jamás había dirigido cine familiar, decidió recrear las tiras originales nacidas al calor de la Gran Depresión y no la exitosa serie televisiva y el resultado fue una película naif, pero a la vez altamente política que resultó demasiado compleja para los niños y demasiado infantil para los adultos. Los espectadores esperaban los dibujos alegres y luminosos con los que se habían criado y encontraron un desastrado pueblo pesquero por el que un Williams hiperlocuaz farfullaba sin sentido mientras se iban sucediendo las peores canciones que jamás formaron parte de la banda sonora de un musical.

Garfield, la ácida pero entrañable creación felina de Jim Davies, vio como, en su versión cinematográfica, se convertía en una criatura sin gracia hecha enteramente con efectos especiales.

Garfield, en 'Garfield: La Película' (2004)

¿Por qué nos gustaba el personaje original? Es un gato y en el siglo XXI no hace falta nada más para agradar. Pero además es gordo, perezoso, odia los lunes y adora la pizza: si no es posible sentirse identificado con él a ver con quién. Garfield nació de rebote en 1978 -su creador Jim Davis quería hacer una tira cómica sobre un mosquito pero aconsejado por varias editoriales terminó centrando sus historias en un gato- y terminó publicándose en más de 2.500 periódicos de todo el mundo.

¿Por qué la película lo arruinó? En el subgénero “animales parlantes” es muy fácil cruzar la fina línea que separa lo divertido de lo sonrojante; y Garfield, más que atravesarla, la arrasa con un aerodeslizador. Si las tiras del gato naranja rezuman ironía y mala leche, la película es una sucesión de lugares comunes en los que los adultos, los actores Breckin Meyer y Jennifer Love Hewitt, se comportan como niños y un gato animado tiene que aportar todo el carisma durante 80 minutos. Y eso es demasiado hasta para Garfield. Lo único que arranca una carcajada en esta producción es descubrir cómo llegó Bill Murray a ella: creyó que el responsable del guion era el Joel Coen de Muerte entre las flores y El gran Lebowski y no. El Joel Cohen de Garfield llevaba una h intercalada y era el responsable de Papá Canguro 2. Una sola letra puede significar una gran diferencia.

Los populares Pitufos creados por el belga Peyo han visto infinidad de adaptaciones, formas y encarnaciones, pero ninguna tan mal recibida como la película que Raja Gosnell dirigió en 2011.

Los Pitufos, en 'Los Pitufos' (2011)

¿Por qué nos gustaba el personaje original? El belga Peyo los dibujó por primera vez en 1958 como invitados en una aventura de Johan y Pirluit y su tremendo éxito les llevó a protagonizar sus propias historias y a convertirse en los personajes más famosos de su creador. A simple vista parecía un grupo homogéneo, pero eran fácilmente diferenciables y cada uno tenía sus seguidores, especialmente Pitufina y Pitufo Gruñón –cómo resistirse a alguien cuyo grito de guerra es “odio pitufar”–. A lo largo de los años y al igual que su compatriota Tintín, han sido catalogados de fascistas y racistas, pero ellos han seguido pitufando sin importarles un pitufo.

¿Por qué la película lo arruinó? Ni el Padre Abraham ni Los Pitufos Makineros: el mayor horror que tan tenido que sufrir los fans de Los Pitufos es el filme perpetrado por Raja Gosnell en 2011. Su escasa solidez argumental hace que Pocoyó parezca Ciudadano Kane y su 3D recuerda más a los humanos envueltos en goma eva azul con los que te puedes fotografiar en Times Square que al producto de un gran estudio. Todos los protagonistas están fuera de tono, especialmente Hank Azaria, que interpreta a un Gargamel tan torpe y ridículo que no arranca sonrisas ni a un bebé. La trama, por llamarle de alguna manera, está destinada a concienciar al protagonista, un melifluo Neil Patrick Harris, de las bondades de la paternidad. Pero de lo que realmente conciencia el film es de las bondades de la eutanasia. El crítico Peter Bradshaw, de The Guardian, lo tuvo claro: “Desde los primeros minutos, sentí ganas de cortarme las muñecas con un cuchillo”. Lo más pitufante de la historia es que para promocionarla se pintó de azul todo un pueblo malacitano que vivió del turismo pitufo hasta que un problema con los derechos de autor dio al traste con la ocurrencia.

Los populares gemelos creados por Escobar a mediados del siglo XX se convirtieron en los reyes del tebeo español, pero nunca lograron encontrar una versión cinematográfica a su altura.

Zipi y Zape, en 'Zipi Zape y el Club de la Canica' (2013)

¿Por qué nos gustaba el personaje original? Josep Escobar los dibujó por primera vez en 1948 y durante tres décadas compitieron contra los Mortadelo y Filemón de Francisco Ibáñez por el trono del tebeo español. Sus historias eran sencillas y predecibles: en la primera viñeta Zipi y Zape hacían una travesura y en la última se escondía en un tonel mientras Pantuflo les perseguía con un sacudidor. El escenario podía ser el salón de su casa, el colegio de Don Minervo o la India, por cortesía de la casa Pam-Pam, pero el desarrollo era tan predecible como encantador.

¿Por qué la película lo arruinó? Los protagonistas de esta película se llaman Zipi y Zape como se podría haber llamado Borja y Pelayo. Excepto el nombre y el color del pelo no hay nada en ellos que recuerde ni remotamente a los personajes de Escobar. Como en esos bares centenarios que mantienen el reclamo de su nombre, pero pasan de cubrir el suelo con serrín a servir tostadas de aguacate, todo lo que hay en El Club de la Canica está destinado a atrapar a un público nuevo mientras se reza para que el antiguo esté tan senil que no note la diferencia. En esta adaptación no hay ni rastro de calabazas ni bicicletas, no están Pantuflo ni Jaimita, Los Plómez no interrumpen las veladas familiares, el Manitas de Uranio no amarga la vida de los niños Zapatilla y nadie grita “albricias y zapatetas”. La película de Oskar Santos recuerda más a las aventuras de pandillas como las de Los Goonies o Stranger things que a las historietas cotidianas que les convirtieron en los hermanos más famosos del tebeo español.

Zipi y Zape ya conocieron una versión cinematográfica en 1982 que quedará para la posteridad como una de las peores películas del cine español de esa década.

Zipi Zape (sí, otra vez), en 'Las aventuras de Zipi y Zape' (1981)

¿Por qué la película lo arruinó? Cualquiera de las películas de Parchís, Enrique y Ana o Regaliz pondría los pelos de punta hasta a los programadores de Sitges. Y entre todas hay una que destaca por mérito propio: Las Aventuras de Zipi y Zape. Que las películas previas de su director, Enrique Guevara, fuesen Orgasmo caliente y El mundo sexual de la pareja, ya nos da una idea del tono y la sutileza que podemos esperar de la historia. Como suele ser habitual, los protagonistas, los gemelos Javier y Luis María Valtuille, tenían aproximadamente el doble de la edad de los niños Zapatilla, algo bastante habitual en el cine de adolescentes. El problema era que su aspecto recordaba más al Vaquilla y al Torete que a dos infantes cuyo mayor terror es una cucharada de aceite de ricino. Para solucionarlo fueron doblados por dos mujeres dando al conjunto un tono todavía más aterrador. Por si la historia central, un pastiche de cine de secuestros en el que intervenían desde Sherlock Holmes hasta Los Ángeles de Chorli –por aquello de la propiedad intelectual– no era bastante, añadieron números musicales que no venían a cuento. Pero si en las demás películas infantiles había niños cantarines por qué no los iba a haber en esta...

Una de las escenas más sonrojantes de 'Las aventuras de Zipi y Zape' (1982). En realidad, podríamos haber elegido cualquiera.

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