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Cinco álbumes ilustrados para abordar con los niños el drama de los refugiados Estos cinco libros nos enseñan formas diferentes de enseñar esta dura realidad a nuestros hijos, sin necesidad alguna de dulcificarla ni mucho menos de hurtársela La odisea de los 629 migrantes y refugiados del Aquarius, rescatados cuando navegaban a la deriva frente a las cosas libias, rechazados por los gobiernos de Italia y de Malta y finalmente acogidos por España, que ha puesto a su disposición para alcanzar tierra firme el puerto de Valencia, ha vuelto a poner en el primer plano informativo el drama de los refugiados. Un drama del que no escapa ninguna región del planeta y que en los últimos años nos ha dejado algunas de las imágenes más impactantes y descorazonadoras, especialmente en los casos de las crisis de Siria y de los rohingyas; y también ejemplos de lo mejor y de lo peor de la condición humana.
No es un tema fácil de tratar en casa con los hijos, a los que intentamos mantener al margen de una realidad que como adultos nos resulta tan violenta como vergonzosa ha sido la pasividad de los gobiernos. En ese sentido, especialmente a raíz de la llegada masiva a Europa de refugiados sirios y dada la forma en que han sido tratados en su viaje a ninguna parte, la literatura infantil y juvenil no ha dudado en dar salida a títulos que de una u otra forma acercan el drama de los refugiados a los niños, ya sea a través de la explicación de la odisea que viven quienes se ven obligados a huir de su país como a partir de ejemplos esquemáticos y sencillos que inciden en valores como la solidaridad y la aceptación del diferente.
ÓSCAR CORRAL. Un iglú que no se derrite aparece de repente en el camino que une un pequeño pueblo con el colegio, alterando la rutina de sus habitantes. El iglú se convierte entonces en centro de atención y de preguntas. Incluso acapara el interés de los medios de comunicación. Con el tiempo, sin embargo, el interés se desvanece y el iglú se torna un objeto más del paisaje para los vecinos del pueblo, que siguen con su vida normal, ajenos a que dentro del iglú hay una familia (que perfectamente podrían ser refugiados) que pide ayuda ante la indiferencia ciudadana. El texto de Jesús López Moya y las ilustraciones de Zuriñe Aguirre dan forma a esta bella metáfora que nos pone frente a frente con nuestra falta de solidaridad, con la invisibilidad a la que condenamos a los que nos piden ayuda por el simple hecho de ser diferentes. Uno no puede leer este álbum ilustrado sin ver en el iglú y en todo lo que sucede a su alrededor un reflejo tan duro como realista de la sociedad actual. Medalla de Oro de la Sociedad de Ilustradores de Nueva York 2015, Premio Llibreter 2016 y Premio Kirico 2017. Estos tres galardones dan buena fe del éxito del primer álbum ilustrado de la italiana Francesca Sanna, que vivió de cerca el drama de los refugiados sirios a su llegada a las costas italianas y que tras conocer los relatos de muchos de ellos elaboró este libro que es la historia de un viaje, el viaje que han llevado a cabo miles de exiliados en busca de un mundo mejor. Contado en primera persona, a través de la mirada de un niño, Sanna muestra como una ciudad en paz, que podía ser la nuestra, es consumida por el color negro de la guerra, que devora sueños y seres queridos, como el padre del protagonista. El viaje es la huida del horror de una madre y sus hijos. Una huida no exenta de miedos, de renuncias y de pérdidas, pero que la autora reviste de un halo de optimismo; del optimismo de quienes, como el niño protagonista, sueñan con encontrar un nuevo hogar, “un lugar donde podamos vivir en paz y comenzar de nuevo nuestra propia historia”. No está de más recordar a nuestros hijos que hace mucho tiempo nosotros también fuimos refugiados. Que igual que viajaban 123 niños solos a bordo del Aquarius, también un 27 de mayo de 1937 casi 500 niños españoles (456 exactamente), sin sus padres republicanos, embarcaron rumbo a México huyendo de la guerra (“La guerra es un ruido fuertísimo. La guerra es una mano enorme que te sacude y te arroja dentro de un barco”). La historia de esos niños que se iban para tres o cuatro meses pero que nunca regresaron, convirtiendo su exilio en definitivo, la cuenta con una delicadeza conmovedora María José Ferrada, que en la última página del álbum maravillosamente ilustrado por Ana Penyas recuerda que en el libro se cuenta la historia de un barco, el Méxique, “sabiendo que no hay registro de todos los que cada día cruzan el océano, llevando a seres humanos, que tienen la esperanza y, lo más importante, el derecho a una vida sin miedo”. Barcos como el Aquarius, lleno de personas “que se desplazan en busca de un lugar”.
La sencillez es la característica fundamental de este álbum ilustrado de mensaje rotundo, asequible y universal, escrito por Luis Amavisca e ilustrado por Guridi, que es un canto a la pureza de la infancia, a esa capacidad de los niños para relacionarse con iguales y de aceptar al diferente sin importarle el color de su piel o cualquier otro rasgo de su físico o de su personalidad. Una valla separa a unos ciudadanos azules de otros naranjas. Unos tienen agua, los otros tienen pan, pero se niegan a compartir, separados como están por prejuicios, representados tan bien por esa barrera física coronada por una concertina. Los niños, sin embargo, sí juegan entre ellos y comparten, a pesar de la valla. A esta realidad se suman más tarde unas gentes representadas de verde, gente que no tenía nada, los refugiados, a la que pronto los adultos dejan claro que no van a dar agua ni pan. Imposible no ver en ellos el reflejo de muchas actitudes de miedo y rechazo al diferente que hemos podido observar con la crisis de refugiados. Menos mal que están los niños para marcar el camino… La crisis de Siria también es protagonista en el premiado cómic del danés Dürr Horneman, una novela ilustrada en la que el texto brilla por su escasa presencia y en la que la imagen pone la poesía en mitad de la dureza de lo que se cuenta. La primera ilustración nos muestra una barca atestada en mitad de la inmensidad del mar, un Aquarius en el que viaja la protagonista, una pequeña niña siria que perdió a sus padres y que escapó del horror, de un país devastado por las bombas, junto a su tío, que al final por no tener dinero suficiente para pagar a los traficantes de personas, a quienes comercializan con la vida en mitad de la tragedia, tuvo que quedarse en tierra. Todo eso lo sabemos conforme avanza la historia, una vez que el fuerte oleaje hace volcar a la embarcación y mientras se hunde, mientras el mar la engulle, Amina recuerda momentos de su pasado, de un pasado en el que todavía estaban su padre y su madre. Es Zenobia una historia dura, sin lugar para la lágrima fácil, que muestra el drama de la guerra, el instinto de supervivencia, la miseria humana y una realidad que nunca deberíamos olvidar: la de las miles y miles de personas anónimas, entre ellas muchos pequeños héroes como Amina, cuyas vidas acabaron antes de lo debido en un cementerio llamado mar Mediterráneo.