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Una de las claves para cosechar el éxito en la música popular actual es tener aspecto de pandillero armado y peligroso, mientras se despacha una música blanda como una diarrea provocada por una semana de curris callejeros en el Punyab con letras románticas y babosas. Tyler, The Creator, cuando emergió hace una década al frente del colectivo de raperos Odd Future, se equivocó en dos de estas premisas: tenía pinta de malote; pero, además, se portaba fatal, decía groserías e incitaba a sus oyentes al desorden. Hizo gracia un rato. Luego emprendió una carrera en solitario que arrancó insistiendo en los errores conceptuales de sus inicios. Más tarde intentó colarse en lo masivo con el despiste del que no sabe descifrar la actualidad. Lanzó un disco, Cherry Bomb, que era como uno de Pharrell Williams de hace 15 años, con la diferencia de que a él ninguna marca de moda quiso vestirle. Por XAVI SANCHO
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El País
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