10 fotos10 películas polémicas del Festival de Sitges que cambiaron las reglas del juegoLos amantes del cine de terror, fantástico y gore estos días tienen una nueva cita en el festival barcelonésSergio del Amo13 oct 2017 - 13:00CESTWhatsappFacebookTwitterLinkedinCopiar enlaceLa ópera prima de Spasojevic causó tal revuelo que hasta el director del Festival de Sitges, Ángel Sala, fue denunciado por un presunto delito de pornografía infantil por el simple hecho de exhibirla. Finalmente la cordura llegó a buen puerto y la causa fue archivada, pero nadie puede discutir la brutalidad de la cinta y que el cineasta serbio pretendía causar polémica a toda costa con dos escenas de muy dudoso gusto en las que un menor y un bebé se veían involucrados (hasta se bautizó el asunto como “newborn porn”). Si te van las emociones fuertes con lo que te vas a encontrar es con una película de ambientación asfixiante que provoca muy, pero que muy mal rollo.Hay que estar muy enfermo para que se te pase por la cabeza la idea de hacer una película en la que dos estadounidenses y un japonés son secuestrados por un médico para crear un ciempiés humano. El año en el que pudo verse en Sitges no se hablaba de otra cosa. Y con razón. Más allá de un guión que es una ida de olla total y la magistral interpretación del alemán Dieter Laser en la piel del cirujano Josef Heiter, lo que quedó fue una cinta que insinuaba mucho más de lo que realmente mostraba. Aunque eso sí: en las dos secuelas que vinieron después Six no escatimó ni en escenas gore ni escatológicas, convirtiendo la primera entrega en la más apta para estómagos sensibles.Los zombies homosexuales no se estilan mucho en el género de terror. Por ello no debe extrañar a nadie que el realizador canadiense queer por excelencia se atreviese a contarnos la historia de un zombie gay llamado Otto que se entremezclaba con los humanos por las calles de Berlín mientras una aspirante a directora documentaba su vida. La cinta era bastante fallida en sí, pero a todo el que la vio se le quedó grabada en la retina una escena de sexo en la que un estómago era penetrado no precisamente por una arma blanca. Piensen mal y acertarán. Las polémicas en Sitges no sólo se traducen en el grado de sadismo y los litros de sangre que se muestran en pantalla. Noé puso el festival patas arriba con esta atípica película en la que, entre otras cosas, mostraba como violaban a Monica Bellucci durante nueve insoportables e interminables minutos. Esa escena lo eclipsó todo, pero ciertamente la película ponía a prueba al espectador por su inusual narrativa.A Iskanov se le fue la mano al dejar el metraje definitivo en 247 minutos que son excesivos se mire por donde se mire. Y más teniendo presente que el argumento, por mucho que se estire, no da tanto de sí. Mediante la técnica del falso documental esta película mostraba las atrocidades y experimentos que Japón, en plena II Guerra Mundial, realizó contra chinos y soviéticos. Se agradeció que el director decidiera grabarlo prácticamente todo en blanco y negro, pero cuando se exhibió en Sitges muchos claudicaron antes de terminar porque resultaba casi imposible aguantar en la silla hasta los títulos de crédito finales.Se vendió hace un año como la película más salvaje de la temporada, capaz incluso de provocar mareos y hacer vomitar a los espectadores en las primeras salas donde se exhibió. Pero nada de eso ocurrió como era de esperar. Sorprendentemente elegante, la directora francesa debutó en el formato largo con una cinta que reinventaba las historias de canibalismo (y, de paso, también se cachondeaba de los vegetarianos) situando la acción en una universidad francesa. La crítica la alabó y se estrenó meses después en los cines convencionales de nuestro país, por lo que no resultaba tan brutal ni explícita como su equipo de marketing nos quiso vender.Un ejemplar abogado y padre de familia se encuentra con una mujer salvaje en el bosque cerca de su casa de campo y, sin dudarlo, decide “civilizarla” con mano dura. McKee, que ya había triunfado en Sitges con ‘May’ en 2002, no escatimó en escenas durísimas que dejaban poco para la imaginación en una película que pone sobre la mesa hasta dónde el ser humano es capaz de llegar por sus propios intereses. La mala uva que se gasta no debería pasar inadvertida para los amantes del terror y el gore.El cine francés de terror del siglo XXI abogó por las vísceras como expresión creativa, tal como queda claro con el tridente que finaliza esta galería. Aja levantó pasiones en Sitges gracias a este filme ultraviolento al que los amantes del género slasher sólo pusieron una pega: su tramposo final (que obviamente no desvelaremos para reventar spoilers). Cruda, capaz de dejarte pegado en el asiento durante su hora y media de duración y repleta de escenas duras difíciles de olvidar. Abrió la veda para que otros directores de terror galos se animaran a revolucionar el género. Aunque el año pasado precisamente inauguró el festival el remake de esta misma película dirigida por el español Miguel Ángel Vivas, la original de 2007 dejó sin habla a la platea de Sitges por su violencia desmedida. El hecho de que una de sus protagonistas sea una mujer a punto de dar a luz ya pone de por sí los pelos de punta, pero lo que nadie se imaginaba antes de su estreno es que la cinta mostraría sin ningún tipo de censura tantísimos litros de sangre. Su guión en los minutos finales naufraga por una escena concreta en la que el realismo previo da paso al surrealismo post mortem pero, sin duda, se trata de un filme muy a reivindicar.Antes de su estreno en el festival ya se puso en aviso de su brutalidad, y ciertamente no defraudó en absoluto a los amantes de las emociones fuertes. Lo que empieza como un filme típico de venganza acaba convirtiéndose en una orgía de sangre de coartada religiosa. Como en las dos películas francesas precedentes todo se muestra sin fisuras, destacando una larguísima escena de tortura que levantó mucha polvareda. ‘Hostel’ o la saga ‘Saw’, dos de los mayores exponentes del “torture porn”, son una película de Disney al lado de ésta.