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Es el 31 de octubre de 1931 en el Cigarral. En el centro de la fotografía, el presidente francés, Édouard Herriot; a su izquierda, su homólogo español, Manuel Azaña; Marañón y Luis de Zulueta. A su derecha, Fernando de los Ríos. Y detrás de Azaña, Salvador de Madariaga. Se inaugura una década convulsa, marcada por la II Guerra Mundial y la Guerra Civil. Gregorio Marañón hizo cuanto pudo para evitarla desde su espíritu conciliador. “Aquí se reunía mi abuelo con sus amigos poseídos de un mismo espíritu liberal, para disfrutar de conversaciones y de lecturas, para compartir conocimientos, para pensar apasionadamente en España”, escribe Marañón Bertrán de Lis en su memorial. Y menciona los “abismos de la guerra”. Y evoca la carta que su abuelo escribe a Marcelino Domingo, político y periodista, al enterarse de la muerte de Calvo Sotelo: “Mi dolor, el más grande de la vida, al ver la República deshonrada y manchada con las mismas culpas que nos hicieron combatir lo que pasó. Dicen de mí que soy un burgués y un fascista. Usted sabe lo que soy”. Es el 16 de julio de 1936 en el Cigarral.
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Los intelectuales del Cigarral

La finca del Cigarral, en Toledo, acogió a Unamuno, Lorca, Azaña, Ortega, Marie Curie, Juan Belmonte, Charles de Gaulle o Alexander Fleming

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