Tango adolescente

Ivanna y Lucía Fernández, de Buenos Aires, hoy tienen 22 años. Su charla está repleta de color y datos: estudios, proyectos, novios y reformas de la casa en el último lustro

Las hermanas Fernández. Ivanna, Lucía, Anahí e Irene en el patio de su casa, muy mejorada hoy.

Las calles de Buenos Aires huelen en octubre a primavera, brotan las flores como brotan por el centro los clientes y tenderos; la inflación arrasa los sueldos y los sueños de los argentinos, pero suena la música hasta las madrugadas en los boliches, al tiempo que los “árboles”, hombres estatua, animan al cambio inmediato de pesos a dólares, para atenuar así los vaivenes de “esta crisis” y “esta vida”, cual tango porteño que se precie.

Un soplo cálido corre al cruzarse con Ivanna y Lucía Fernández (22 años hoy), las gemelas protagonistas de esos “...

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Las calles de Buenos Aires huelen en octubre a primavera, brotan las flores como brotan por el centro los clientes y tenderos; la inflación arrasa los sueldos y los sueños de los argentinos, pero suena la música hasta las madrugadas en los boliches, al tiempo que los “árboles”, hombres estatua, animan al cambio inmediato de pesos a dólares, para atenuar así los vaivenes de “esta crisis” y “esta vida”, cual tango porteño que se precie.

Un soplo cálido corre al cruzarse con Ivanna y Lucía Fernández (22 años hoy), las gemelas protagonistas de esos “pibes del Sur” que retratamos aquí hace un lustro. Aparecen junto a dos miembros más de la familia (seis hermanos son): Anai, de 21 años, estudiante de baile, que antaño vivía lejos, y la pequeña Irene, que ni siquiera había nacido. Llegó hace dos, por sorpresa y prematura. Y quién diría al verla incansable, guapísima, que anduvo en pelea con la muerte con apenas el kilo de peso. Lo cuenta la mamá de todas ellas, María Carolina, de 43, entre suspiros de pena, pues el hijo mayor anda en líos. Los giros del destino, asegura. Todo se contonea.

Siguen siendo las hermanas dicharacheras, lustrosas, bromistas (hoy le toca turno al remisero, el chófer, al que vacilan y sacan lustre sin fin). Su charla es como baño de espuma, pompas repletas de color y datos: estudios, proyectos, novios (“me volví a enamorar, ya no lo creía posible”), reformas en la casa (“mira, nuevos suelos, techo de madera, ordenamos un tanto, cambiamos el ropero y el jergón, ¿tomás vos mate?, acá lo dejo”), deseos (“¿me casaré? Sí, pero sin prisa”)… Jóvenes y trabajadoras, hablan al unísono. “Hacemos de mozas de eventos, que mi padre cocina rico; yo anduve en peluquería, yo limpio casas, yo cuido niños, yo estudié en la uni, yo me preparo para la vida…”. Han crecido sanas –se les ve– en este lapso desde que pasamos por Lomas de Zamora, por Fiorito, para describir el mundo adolescente del conurbano de la capital. Villas y villeros (asentamientos de emergencia, los llaman) castigados por el olvido, la falta de oportunidades; empujados por toda droga que sirva para trapichear y desconectar: “El paco sí; eso ha ido a más”, dicen. Y rematan: “Afloró la injusticia social”. Buen resumen del informe del Gobierno y Unicef de 2013: un 22% de los hogares acá con niños y adolescentes viven en zona inundable, sin servicios, basurales; un 25% del conurbano habita en monoblock o villa; un 35% de hogares con hijos son llevados por mujeres; ellas abandonan los estudios, se embarazan… a pesar de los progresos del país en educación y paridad.

Las gemelas Ivanna y Lucía, hace cinco años, en una esquina cercana al estadio del Boca.Isabel Muñoz

Ivanna y Lucía parecen jugar en otra liga, la edad las ha hecho críticas, más sensatas que cuando eran alumnas en la Escuela Villaurbana. “La 44 es el cole acá más despreciado”, comentan. Por ser arrabal. Pero hasta este paisaje muta. Para bien y para mal. “Se va a construir aquí, mira, un hotel de lujo con dos piscinas… ¡Pero si no hay cloacas en todo Lomas!”, exclaman ellas. ¿Cómo es posible? Explicación: “La municipalidad invierte solo en barrios ricos, en Palermo, en Recoletos”, dicen. Dinero llama a dinero. He ahí el virus de la desigualdad. Vanessa Encinas, amiga, misma edad, se suma al encuentro. Ella fue parte inspiradora entonces del monográfico Nuestro pequeño mundo y del texto de la exposición Infancia. Esta mujer, morena y bien seria, es hoy más rostro y cuerpo adulto. Se ha cortado su melena, y tal gesto ha sido liberación y cuestionamiento del ser al tiempo: vive en fase nueva, en encrucijada de caminos, en proceso de despegarse del peso familiar. Ahora alquila casa en el centro de Lomas por la que paga cien euros (“Trabajo en tareas administrativas, así tiro”) y una perrita encontrada a la que ha llamado Lola. Abre hoy la puerta y el mundo gira ante ella pleno de actividad, negocios, cafés; una ciudad compartida. Nada que ver con su entorno villero de alambrada y uralita, callejones embarrados por las aguas sucias, ese lugar donde está prohibido adentrarse; si eres mujer, doble tormento. “Un día me atracaron tres veces, me quitaron todo, el móvil, el dinero, la cazadora…”. Fue la gota. Se marchó.

Escapa Vanessa (lo va a lograr) de ese pasado asfixiante donde habitaba hacinada (es cuarta de siete hijos), padre, madre, hermanos, hermana embarazada, cuñados, sobrinos, cuatro televisores, tres altares a tres santos, en unos metros cuadrados, sin alcantarillado, luz pirateada… “Hay agua corriente ya”, suaviza ella. Antaño decía que la universidad era utopía para su condición. Pero hoy estudia para ser “martillera pública”, tasadora; colabora en una asociación y en una biblioteca, se ha hecho “muy política”. Lo cuenta emocionada, como si este lustro pasado fuera una canción apenas y se viera a sí misma en su letra veloz. Las fotografiamos por El Caminito y el estadio del Boca, entre borbotones de turistas y popurrí de tangos… Demasiado caro, dicen, para las chicas de Lomas.

La educación ante todo

Hay grandes avances en el acceso a la educación de los niños en primaria en todo el mundo. De 1990 a 2012, la matriculación era de casi el 90% en todos los países, y en 2012 todas las regiones habían alcanzado o casi la paridad de género. Pero aún hay muchos niños fuera y no se cumplirá la meta para 2015: los afectados por conflictos, de zonas rurales y con discapacidad son los más vulnerables. Hay 58 millones fuera de primaria y alrededor de 63 de secundaria. Más de la mitad en África subsahariana, progresando, pero con gran crecimiento demográfico y disparidad.

Argentina alcanzó matriculación del 100% en primaria antes de 2015 y está por encima de la media en secundaria. Con grandes progresos, aún quedan fuera muchos adolescentes. En 2009, 35.000 no iban a secundaria; fueron 20.000 en 2011.

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