Putos protocolos

Unas señales presuntamente sospechosas y se activa la cadena. Sordos y ciegos a la esesperación de los padres y los llantos de la hija, una dermatitis provocó la retirada de la custodia

José Poyatos

Creo que es Todorov quien, en La conquista de América, nos advierte de los peligros de la sobreinterpretación a propósito de la historia de Moctezuma, el caudillo azteca que podría haber acabado sin grandes dificultades con Cortés y los suyos de no ser víctima de una profecía que encarnaba el español. Pudo más la profecía, que era un cuento, que la realidad, constituida por un ejército de soldados hechos polvo, cansados hasta la extenuación, diezmados por los mosquitos y la enfermedad, aunque empujados por una ambición sin límites de color amarillo. El oro.

Los peligros de la s...

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Creo que es Todorov quien, en La conquista de América, nos advierte de los peligros de la sobreinterpretación a propósito de la historia de Moctezuma, el caudillo azteca que podría haber acabado sin grandes dificultades con Cortés y los suyos de no ser víctima de una profecía que encarnaba el español. Pudo más la profecía, que era un cuento, que la realidad, constituida por un ejército de soldados hechos polvo, cansados hasta la extenuación, diezmados por los mosquitos y la enfermedad, aunque empujados por una ambición sin límites de color amarillo. El oro.

Los peligros de la sobreinterpretación, decíamos. Al matrimonio de la foto le arrebataron la custodia de su hija de 11 años, que aparece de espaldas, porque alguien del colegio, en un recreo, vio en la piel de la niña unas señales como de quemaduras de cigarrillos. Ese alguien avisó a otro alguien, en este caso un especialista, que confirmó la sospecha y pasó el asunto a otro alguien que detuvo a los padres, les quitó la custodia de su hija e inició un proceso judicial por malos tratos. He ahí una cadena de álguienes sordos y ciegos a la realidad. Los llamaban, les contaban el asunto, se asomaban ligeramente al caso y veían lo que esperaban ver. Ni las protestas de los angustiados progenitores ni los llantos de la pequeña fueron capaces de poner en cuestión aquellas certidumbres. Qué gusto, ¿no?, descubrir a unos padres torturadores. Pues bien, era una dermatitis. A preguntas de la prensa, los responsables del desaguisado dijeron que habían aplicado los protocolos. Putos protocolos.

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