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Charles Saatchi y Nigella Lawson o la atracción de los polos opuestos

El galerista esquivo y la telecocinera explosiva forman una de las parejas más famosas de la 'jet-set' británica

Charles Saatchi y su mujer, Nigella Lawson.
Charles Saatchi y su mujer, Nigella Lawson.CORDON PRESS

Nigella Lawson y Charles Saatchi forman una curiosa pareja. Ella, extrovertida y coqueta, se ha hecho famosa cocinando ante la cámara como si flirteara con la audiencia, aunque ella dice que no es coqueteo, sino naturalidad. Él ha cimentado su fortuna en la publicidad pero huye de ella: odia las entrevistas y no acude ni a las inauguraciones que él mismo organiza con el argumento de que tampoco va a las de otros, aunque no falta quien sostiene que es una mera treta para poder elegir con cuidado su agenda social.

Nacido en Bagdad en 1943 en una familia judía que emigró a Londres cuando él era poco más que un bebé, Charles fundó junto a su hermano Maurice la archifamosa agencia de publicidad Saatchi & Saatchi. Maurice era el hombre de empresa y Charles el genio creador. Asociados desde siempre a Margaret Thatcher, de ellos es el histórico lema 'Labour is not working', un juego de palabras que denunciaba al mismo tiempo que el Gobierno laborista de la época no funcionaba y que por eso había tanto desempleo.

Los Saatchi tuvieron que abandonar a mediados de los noventa del siglo pasado la firma que ellos habían creado y lanzaron una segunda marca, M&C Saatchi. Pero Charles empezó a ser más conocido como mecenas y coleccionista de arte que como publicista. Su hallazgo más rentable ha sido Damien Hirst, que hoy pasa por ser el artista más rico del mundo (o casi…) y al que él lanzó a la fama en los noventa.

Suya es la famosa Galería Saatchi, situada ahora en el corazón de Londres. Y a tiro de piedra está la nueva casa de la familia, una antigua factoría del siglo XVIII por la que han pagado, dicen los medios, 12 millones de libras (casi 15 millones de euros). Una fortuna, sin duda, pero mucho más barata que el piso en el que hasta entonces vivían, en Mayfair, que acaban de vender por más de 30 millones de euros.

Charles y Nigella no tienen demasiadas cosas en común. Y quizás la que más les separa es la comida. Ella se ha hecho famosa cocinando. “Él dice que nada de lo que yo cocine puede competir con Weetabix”, ha confesado Nigella con buen humor. Charles se ha alimentado durante años a base de Weetabix y frapuccinos de Starbuck’s, una dieta que ha dejado secuelas en forma de peso hasta el punto de obligarle a poner en práctica durante meses una salvaje dieta base de nueve huevos diarios: tres por comida.

Nigella tiene también tendencia a ganar peso pero nunca ha querido ser una sílfide. Su silueta de pronunciadas curvas, su generosos pechos resaltados a menudo con ceñido jerséis de punto y su seductora sonrisa son quizás los ingredientes más sabrosos de su cocina. Algunos críticos sostienen que su sexualidad es el secreto de su éxito. Pero no consiguen ofender a Nigella porque nunca ha tenido ínfulas de alta cocina ni se ha comparado con los profesionales. Lo suyo es hacer platos que se puedan hacer sin complicaciones y que le gusten a ella.

Nacida en 1960 hija de Nigel Lawson, exministro de Hacienda de la era Thatcher, y de Vanessa Salmon, Nigella mantuvo de joven una relación bastante tormentosa con sus padres que le llevó a interiorizar el lema de que, seas hijo de quien seas, te has de ganar la vida por ti mismo. Ella empezó a ganársela como periodista y crítica gastronómica. Pero el éxito de verdad llegó cuando en 1998 escribió su primer libro, Cómo comer. A ese le siguió Cómo ser una Diosa de la Casa, con el que ganó el premio a autor del año. Y enseguida llegó la televisión y, con ella, la popularidad absoluta.

Su constante coqueteo con la cámara ha tenido la virtud de atraer lo mismo a hombres que a mujeres: “Los hombres quieren estar con ella. Las mujeres quieren ser ella”, ha dicho un crítico. Otros, menos sutiles, la han llamado “la reina de la comida porno”. “No intento ser coqueta. No tengo el talento de representar a otra persona. Es intimidad, no coqueteo”, se defiende. A él, de todas formas, le encanta: “¿Quién quiere casarse con alguien que no sea deseado por los demás?”, se pregunta. La respuesta quizás sea Nigella. A fin de cuentas, él confesó una vez: “El por qué Nigella ha querido vivir conmigo es algo que está más allá de la comprensión humana”.

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