¿Son seguras las redes sociales para los menores?
Hace unos días, Eduardo y yo vimos en mi muro de Facebook unas fotos en las que salía etiquetada su hija mayor, que cumplirá 15 años en un par de meses, y de quien soy amiga en la red social. Las había colgado una compañera de clase, a cuyo perfil completo pudimos entrar sin problema: nombre y apellido, fecha de nacimiento, instituto, teléfono fijo y móvil, dirección de correo electrónico, muro con las conversaciones con sus amigos, aficiones, y casi 700 fotos subidas, muchas de ellas con otros chavales de su edad. Todo visible.
Los niños y adolescentes pasan parte de su vida en mundos paralelos como Tuenti y Facebook, es una realidad imparable y parece que irreversible. Y lo hacen cada vez antes, pese a que ambas redes sociales requieran de una edad mínima de 14 años o de autorización paterna. El 11,9% de los niños de 9 y 10 años tienen un perfil en una red social, porcentaje que sube al 43% entre los 11 y 12 años, al 75,2% entre los 13 y 14 años y al 88,9% entre los 15 y 16, según un estudio de EU Kids Online que se puede descargar aquí. La hija de Eduardo se abrió un perfil en Tuenti cuando tenía 13. También muchos de sus compañeros de clase, incluso su primo pequeño, con 11, tiene uno. Es muy fácil: basta con falsear el año de nacimiento.
Pese a que se desenvuelven en ellas mucho mejor que muchos adultos, a muchos padres nos entra la desazón, cuando no el pánico, al pensar en ello: ¿Pasan demasiado tiempo conectados? ¿Son conscientes de los riesgos y saben protegerse? ¿Qué debemos hacer los adultos?
Este tema, el de los menores y las redes sociales, es precisamente el que centra este año el festival de comunicación infantil El Chupete, que hoy comienza en Valencia, bajo el título ¿Conectados o atrapados? El festival premia cada año los mejores trabajos publicitarios y de comunicación de productos dirigidos al público infantil en todo el mundo, además de organizar mesas redondas y ponencias. Sus organizadores me ponen en contacto con algunos expertos en la materia, que contestan a mis dudas.
¿Cuáles son los principales riesgos que corren niños y adolescentes en las redes sociales?
- El descontrol de la edad: "Los padres se sorprenden, no saben que en España es ilegal que un niño menor de 14 años esté en una red social sin autorización, y que ellos son los responsables", explica Miguel Comín, director de la Fundación Alia2, una entidad que trabaja con instituciones públicas y privadas para luchar contra la pornografía infantil, con la ayuda de voluntarios y donaciones. Comín coincide en que estas redes han de mejorar sus sistemas, pues burlar esa prohibición es tan fácil como dar una fecha falsa al registrarse. Explica que en Tuenti ya existe un sistema de validación de la edad cuando se detecta un perfil de un menor de 14 años sin autorización, que solicita la autorización paterna en un plazo so pena de borrar la página del niño. Sin embargo, ni Tuenti ni Facebook, las más usadas por los menores en España (el 60% de los menores tiene perfil en Tuenti, y el 21% en Facebook, según el libro Menores y Redes Sociales, del Foro Generaciones Interactivas), garantiza su privacidad, según un reciente informe de la Comisión Europea: es decir, ni fijan la configuración de privacidad máxima por defecto cuando un menor abre una cuenta, ni establecen que el niño o adolescente solo pueda ser contactado por sus amigos en la red.
- La suplantación de identidad y el ciberacoso o ciberbullying: la tecnología permite de forma muy fácil copiar una foto de otra persona, crearse un perfil falso y hablar en su nombre. También facilita el trabajo a los acosadores de toda la vida. "Ahora, en vez de llamar a un compañero gordo o gafotas en clase, puedes meter una foto suya que has hecho con el móvil, manipularla, enviársela a tus amigos...", describe Comín. En España, según un estudio de INTECO con encuestas a menores de entre 6 y 16 años, padres y tutores, un 5,9% afirman haber sido víctimas de ciberbullying, un 2,9% reconoce haber actuado como acosador. El consejo de Comín: educar a los menores en que la misma conducta que no está bien en el mundo real, tampoco lo está en Internet.
- El sexting: el director de la Fundación Alia2 pone otro ejemplo muy claro de una tendencia creciente: "Me envío mensajes con mi novia, y le pido una foto subida de tono o que se quite algo de ropa delante de la webcam. Después de tres semanas, rompemos, y empiezo a reenviar sus fotos". Aunque parece obvio, "hay que educar a los jóvenes, que sepan que las relaciones no duran para siempre, y que piensen en qué información dan". Es un tema muy relacionado con la privacidad: "El adolescente no es consciente de la trascendencia de subir a Internet esa foto del botellón, que las fotos se copian, se envían, perduran", advierte. Yo diría que muchos adultos tampoco son conscientes...
- El grooming: se denomina así al comportamiento del adulto que se hace pasar por un menor para intentar tener una relación con un niño o adolescente, conseguir información, fotos e incluso quedar.
¿Qué pueden hacer los padres y profesores ante estos fenómenos? Aunque en la página de la Fundación Alia2 hay un decálogo con consejos para los padres, Comín lo resume en educar, concienciar y enseñar a usar el sentido común. "Antes, cuando iba a salir, mis padres me preguntaban que con quién iba, quién era... No se venían conmigo a la discoteca, pero controlaban los tiempos, me preguntaban... Hay que hacer lo mismo que hacían nuestros padres, pero en las redes sociales". Pone un ejemplo similar a los contenidos a los que no deben acceder los menores: "Es como los dos rombos de la tele, que te mandaban a tu cuarto aunque protestaras". Herramientas hay muchas: filtros parentales, que avisan si un menor se mete en determinado tipo de páginas, controles de tiempo... Pero lo mejor, es llegar a un acuerdo sobre las condiciones en las que se usará la web.
El mayor problema es el desconocimiento de los padres sobre este nuevo mundo. Comín lo describe con otro ejemplo muy claro que pone en las charlas que imparte: sumando las horas, "puede que su hijo viva en Tuenti un mes y medio al año, y usted no ha ido nunca". La consecuencia: "Que ya no somos referentes para nuestros hijos, porque saben que si tienen un problema en ese mundo, no lo vamos a saber solucionar porque no lo vamos a entender". Para esto, puede ser útil el código ciberético para niños que ha elaborado la Fundación Alia2, un decálogo de compromisos para los menores que pueden firmar.
"Es el típico caso de la casa en la que el dueño del ordenador es el niño, porque el padre no sabe, y ha delegado la responsabilidad en él, dejándole hacer cosas en Internet que no le dejaría en el mundo real", añade Rocío Álvarez, portavoz del Foro Generaciones Interactivas, organización que promueve un uso responsable de la tecnología, y que subraya la importancia de acompañar a los menores cuando navegan (el 85% lo hacen solos, según el libro Menores y redes sociales). "Es importante el diálogo, la confianza, no se trata de fiscalizar ni cortar el acceso a Internet, pero sí de comprobar que no hay comportamientos de riesgo ni dejar que se sientan solos ni dueños, porque en ese caso, cuando hay problemas, como el ciberacoso, no saben a quién acudir", coincide con Comín.
¿Cuánto tiempo pueden pasar en Internet? ¿Puede crear adicción?
Álvarez explica la diferencia entre uso, abuso y adicción: el abuso es cuando robas tiempo a otras cosas importantes de tu vida para estar en una red social, en Internet o en otro tipo de pantallas (televisión, consolas, móviles...). Y la adicción, cuando ya no entras para pasarlo bien, sino para evitar pasarlo mal. Aunque no hay estudios rigurosos sobre el tema, la portavoz del Foro Generaciones Interactivas explica que el fenómeno de la adicción "es muy marginal".
"Los padres nos preguntan a veces que cuánto tiempo es aconsejable que esté el niño conectado. Pero nadie le tiene que decir una familia el tiempo que tiene que estar un niño en la web", dice Rocío Álvarez, que compara: "Es igual que la hora de volver a casa, o el tiempo de ver la tele", es decir, un criterio que ha de fijar la propia familia. "Pero damos un consejo: si el niño -o el adulto- va a entrar en Internet, tiene que saber para qué: para estudiar, para jugar, para chatear...". En resumen, que no suceda que, en vez de charlar o cenar con la familia, se conecte sin saber para qué y se tire horas.
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