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EL DEBATE SOBRE EL ESTADO DE LA NACIÓN

Discurso íntegro de Mariano Rajoy

Señor presidente, esta mañana se ha producido en la ciudad de Ferrol un grave accidente, han fallecido cuatro personas. Quiero expresar mi sentir y el de mi grupo, que sin duda es el de todos, por la pérdida de estas vidas y trasladar a las familias nuestro más hondo pesar.

Señor presidente, señorías, tras el idílico panorama que nos ha pintado el presidente del Gobierno esta mañana la realidad es que si un viajero hubiera estado fuera de España durante un año y regresara hoy no daría crédito a lo que ve. Gobiernan los socialistas, pero quien tiene la vara alta es Esquerra Republicana de Catalunya.

El Gobierno se dedica a reabrir las heridas del pasado. En España vuelve a haber buenos y malos y ha resucitado el cantonalismo.

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Cualquiera que conociera la España que dejó el Partido Popular y viera esto pensaría que se había metido en el túnel del tiempo. Esta es la España que está usted construyendo, señoría; así es el progreso que nos ha traído: un progreso regresivo que consiste en caminar hacia atrás. Esto es lo más llamativo en su primer año de Gobierno, señor Rodríguez Zapatero: su resuelta voluntad de avanzar con paso firme hacia el pasado, como si la historia hubiera estado esperando su providencial advenimiento para detenerse, hacer tabla rasa del presente, regresar a las cavernas del pasado para reconstruir la historia y volver a comenzar.

Hace un año sabíamos que llegaba usted al Gobierno sin esperarlo, sin planes, sin mayoría y sin experiencia. Le ofrecimos el apoyo del Partido Popular para las cuestiones de Estado y usted lo rechazó, porque consideró mejor para sus objetivos personales que España se hipotecara en manos de una minoría nacionalista y radical. En un año ha organizado usted el mayor lío autonómico que hemos conocido desde que comenzó la transición. Ha puesto en almoneda la idea de España y la estructura del Estado; ha enfrentado como nunca a las comunidades autónomas. Todo ello, a mayor gloria de los señores Maragall y Carod Rovira, que le sostienen en el poder. Al mismo tiempo, ha desguazado la política anterior sin ofrecer alternativas -porque no las tiene, ni mejores ni peores- ha hecho trizas el Plan Hidrológico Nacional; ha paralizado las obras públicas; ha arruinado la reforma educativa; ha degradado la política exterior; ha traicionado la Ley de Partidos y acaba de meter en el congelador el Pacto por las libertades y contra el terrorismo.

Señor presidente, y, ¿que más ha hecho usted? Un conjunto de frases -eso sí lo hace muy bien-; el ridículo con las viviendas; cruzarse de brazos en economía; hacer una ley de dudosa eficacia contra la violencia doméstica y aprobar unas normas con vistas a la galería, que no hace más que cambiar el nombre a las cosas. Esto es lo más destacado de su gestión, señoría. Usted no lo menciona, sin duda por modestia, pero si su mandato terminara aquí, pasaría a la historia como el hombre que en un año puso al país patas arriba; detuvo los avances; creó más problemas que soluciones; hizo trizas el consenso del año 78; sembró las calles de sectarismo y revigorizó una ETA moribunda.

La historia le recordaría no por lo que ha hecho, que no ha sido gran cosa, sino por lo mucho que ha deshecho y por su voluntad de seguir deshaciendo todo lo que haga falta con tal de mantenerse en el poder.

De acuerdo con su discurso de esta mañana, parece que España disfruta de un Gobierno firme, moderado, dialogado, transparente y eficaz. Decididamente, vamos a verlo. Probablemente ustedes y nosotros no contemplamos la misma realidad o quizá tenemos que acostumbrarnos a su peculiar manera de llamar a las cosas, como cuando dice, por ejemplo, que tenemos un rey republicano o que la multiplicación de las lenguas se ha hecho para entenderse. Donde usted habla de un Gobierno firme, lo que vemos todos es un Gobierno débil, en minoría, que se sostiene porque usted lo prefiere así gracias a los apoyos de los grupos más radicales de esta Cámara. Un Gobierno que necesita que le den permiso para todo y que, cuando se lo niegan, hace que todos los españoles paguemos tributo al señor Carod Rovira. A eso llama usted un Gobierno fuerte. Donde usted habla de un Gobierno moderado, los datos objetivos muestran un Gobierno radical. Usted, desde su nostalgia de la pancarta no sabe qué significa moderación

Provoca conflictos donde no los había: con los creyentes, con los Estados Unidos, con las víctimas del terrorismo, con los educadores, con las familias, con las autonomías que no están en su cuerda e incluso con quienes defienden la Constitución en el País Vasco.

Es usted radical y además hace ostentación…

Celebro que en esto estemos todos de acuerdo, porque es la verdad.

Gasta usted mucha más energía en crear problemas que en resolverlos, le gusta provocar turbulencias y brindárselas a esa galería radical para la que gobierna.

Sí, se lo voy a explicar, estén ustedes tranquilos; si además ya me han dado la razón. Usted huye de la moderación (esto lo digo porque ustedes están de acuerdo, lo han demostrado), utiliza el radicalismo para ocultar la pobreza de sus ideas y para disimular que su política hoy es un frasco vacío con restos de una etiqueta descolorida. Aplaudan, si quieren.

Donde usted habla de un Gobierno para todos, los hechos delatan un Gobierno sectario. Sí, señoría, esto se lo digo con toda cordialidad y por su propio bien, porque este defecto puede acarrearle más antipatías que todos los demás juntos. Sí, se lo voy a explicar. Sectario, porque se ha propuesto dividir y enfrentar a los españoles, los suyos y los ajenos, los buenos y los malos; le gusta hurgar en las heridas del pasado; ha declarado culpable a todo español que piense diferente. Me parece que arrastra usted un problema, se lo voy a explicar: no acepta la reconciliación que alcanzamos el año 1978, no la acepta. Era usted muy joven entonces y tal vez no le explicaron que la transición fue un derroche de generosidad y de inteligencia por parte de todos. Sobre todo representó, y representaba hasta que usted llegó al Gobierno, un inmenso afán de convivencia y concordia, de mirar hacia delante. Llevábamos 25 años muy tranquilos en este aspecto, pero ha tenido que llegar usted para recordarnos que existe el resentimiento. Sí, señor Rodríguez Zapatero. Y donde usted ve un Gobierno dialogante, muchos ven otra cosa muy distinta. A usted le gusta mucho el diálogo, pero no en su casa. Usted no escucha a nadie, ni al Senado, ni al Consejo de Estado, ni al Consejo General del Poder Judicial, ni a la Iglesia, ni a las víctimas del terrorismo, ni a la oposición, ni al Foro de Ermua, ni a sus propios compañeros, ni al sentido común. Usted presume de dialogar, pero en realidad adora las alcaldadas, algo muy propio -¿saben de quién?- de quienes carecen de argumentos y se saben débiles.

Sin dialogar con nadie paralizó el Plan Hidrológico Nacional, las obras públicas, la reforma educativa del PP. ¿Es que tenía algo mejor? No, por cierto; ni siquiera lo tiene todavía. Sin dialogar con nadie impuso la forma de elegir las vacantes judiciales por el Consejo General del Poder Judicial; sin dialogar con nadie ha impuesto al comisionado para las víctimas del terrorismo; sin dialogar con nadie pretende desmantelar el Archivo de Salamanca. ¿A qué llama usted diálogo, señor presidente? Fíjese usted, sin dialogar con nadie, paralizó el Plan Galicia, con muy malos modos por cierto. Usted se acordará de aquel micrófono indiscreto que difundió las escatológicas opiniones de la excelentísima señora ministra de Fomento.

No reproduzco sus palabras por no faltar al decoro en esta Cámara, pero esa es la opinión que le merece al Gobierno el Plan Galicia.

Durante todo este año no ha atendido más que a dos tipos de personas: los que le bailan el agua y los que le chantajean. Con todos los demás no quiere saber nada. Donde usted ve un Gobierno transparente, señor Rodríguez Zapatero, yo veo un Gobierno taimado, maniobrero, que huye de la luz, que esconde la verdad y que disimula sus intenciones. Esconde la verdad del Partido Comunista de la Tierras Vascas desde hace un mes, esconde la verdad sobre los riesgos en economía, sobre el déficit, sobre Europa, esconde la verdad en el Estatuto de Maragall y esconde la verdad en sus tratos con el señor Ibarretxe. Y no esconde más verdades porque le falta tiempo.

Usted esconde la verdad de oficio porque considera que ser sincero es una temeridad y, en su caso, sin duda lo es. Le reconozco una capacidad asombrosa para el fingimiento. Tiene usted un arte especial para decir cosas como si dijera algo, pero sin decir nada. Oculta sinuosamente sus intenciones bajo el embozo del buen talante, la sonrisa amplia y las manos abiertas, señor presidente, y todo esto para no hacer nada, porque donde usted habla de un gobierno eficaz, los resultados denuncian un gobierno mediocre e incompetente, que hace pocas cosas y rectifica casi todas. El suyo es el Ejecutivo con menos capacidad de iniciativa legislativa de los últimos 25 años; nunca se había legislado menos. El Gobierno del Partido Popular aprobó durante su primer año el doble de leyes que ha aprobado el suyo. Usted, en cambio, tiene pocas iniciativas y más de la mitad de sus proyectos están sin aprobar: unos en trámite y otros aparcados. Eso sí, trabaja poco, pero rectifica sin parar. Las contradicciones en el Gobierno, la falta de coordinación entre los ministros y su entusiasmo innovador nos han acostumbrado ya a un continuo baile de propuestas y desmentidos. Se mueven mucho, pero no venden más que aire. Lo que ocurre es que alborotan tanto cada vez que alumbran una iniciativa, la jalean y la aplauden con tal entusiasmo, que todo el mundo la da por hecha. Y con tantos aplausos pareciera que llevan ustedes una actividad frenética, y no es así; en realidad, se limitan a presentar y retirar papeles. Aplauden las entradas porque temen que no podrán aplaudir las salidas.

Señorías, el tiempo no me permite entrar en los detalles de la crítica a la gestión concreta del Gobierno, pero comentaré algunas cosas. Por ejemplo, en política internacional, ¿de qué presume usted si lo que ha hecho es degradar la imagen de España y reducir sus oportunidades? Fíjense, nos ha impuesto una política exterior inconsecuente, tercermundista y, en Europa, ruinosa. Lo peor para la imagen de España es su carácter errático, su inconsecuencia, porque usted está consiguiendo que nadie pueda fiarse de nosotros. Retiró usted las tropas de Irak, es verdad, en cumplimiento de una promesa electoral, pero lo hizo mal, con muy malos modos: no avisó a nadie, no respetó los plazos que había ofrecido a la ONU y dejó a la gente tirada. Muy malos modos. Todo el mundo entendió que a partir de ese momento España no respetaba sus propios compromisos internacionales; es decir, que se había vuelto informal. No lo digo yo, lo dijeron nuestros socios. El caso es que, a continuación, el 8 de junio, en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, sustentó una resolución que solicitaba el apoyo de todos los países al Gobierno provisional de Irak y -cito textualmente- pedía, usted pedía, a los Estados miembros y a las organizaciones internacionales y regionales: presten asistencia a la fuerza multinacional -en particular, usted- con fuerzas militares. Y lo firmó usted sin que se le moviera una pestaña. Lo más gracioso es que, poco después, el 10 de septiembre, se presentó usted en Túnez para decir, y vuelvo a citar textualmente: Con respecto a todos los países que están allí -con tropas-, si hubiera más decisiones en la línea del Gobierno español -retirada de efectivos-, se abriría una expectativa más favorable. Es decir, retira nuestras tropas apresuradamente dos meses antes de lo comprometido, poco tiempo después pide, usted, a todos los países del mundo que envíen tropas a Irak y algo más tarde recomienda a los que se quedaron allí que le imiten en la retirada. ¿No le suena todo esto un poco antojadizo, veleidoso e inconsecuente? Y luego pretende que se le pongan al teléfono, señor Rodríguez Zapatero.

No insistiré en su vocación tercermundista. No sé si será un problema de radicalismo o de infantilismo, pero pretender a estas alturas del curso que la política exterior española en América pasa por los caudillos bananeros de Cuba y Venezuela son ganas de hacer chistes, señoría, y de que nadie nos tome en serio.

De Europa ya hemos hablado muchas veces en esta Cámara. Su empeño por evitar la senda del Partido Popular y la sumisión al eje franco-alemán nos pueden costar una fortuna. Ha cedido una y otra vez - el poder obtenido en Niza, la firma del Tratado Constitucional en Roma, el Pacto de Estabilidad - a cambio de nada. Y sus amigos ya le han dado o ya nos han dado el primer guantazo en la negociación de los fondos de cohesión. En la economía, por decirlo pronto, vive usted de las rentas, de la herencia recibida y de las rentas que esta genera. Ustedes no han hecho nada. Sí, señoría. ¿Qué medidas económicas puede usted invocar para afirmar que la situación actual es fruto de sus iniciativas? ¿ Qué medidas? Ninguna. No tiene nada bueno que atribuirse, salvo que quiera su señoría hablarme de las llamadas cien medidas de dinamización de la economía e impulso a la productividad, tan insustanciales que ni siquiera han provocado el más mínimo debate. O que pretenda presentarme la reducción de la libertad de horarios comerciales como la genial contribución española a la lucha por el incremento de la productividad o quizás vendernos la paralización del Ministerio de Fomento como un factor clave para el relanzamiento de la competitividad de la economía española. Es verdad que tampoco ofrece usted nada escandalosamente malo. Ya le digo que en esta materia usted se ha cruzado de brazos. Pero usted no puede seguir así. Las rentas no son eternas y las cosas, cuando no se hace nada, tienden a empeorar. El diferencial de crecimiento de los precios con los países de la Unión Monetaria y el brutal incremento del déficit de la balanza de pagos con el exterior - asuntos de los que usted no ha dicho nada- son dos señales de alerta que indican que se deberían haber tomado medidas a tiempo. Tendrá que tomar medidas, señor Rodríguez Zapatero, porque las cosas irán empeorando progresivamente. Tendrá que empezar a gobernar, y eso es algo a lo que usted en estos asuntos le tiene un pánico insufrible. Señor Rodríguez Zapatero, cuide usted la estabilidad institucional que tanto puede afectar - ayer lo recordaba el señor Solbes- a la confianza de los agentes económicos. Y hablando de profecías y confianzas, señor Rodríguez Zapatero, recuerde que el pasado año la inversión extranjera directa en España cayó un 70 por ciento, excluidos inmuebles el 90 por ciento, lo que es una buena muestra de la confianza que su gestión despierta.

En política social y sectorial, no hay mucho de que hablar. Desde hace 25 años nadie se ha presentado a este debate con las manos tan vacías. Nadie. En ningún otro capítulo destaca tan ostentosamente la desproporción entre la sobreabundancia de palabras y la pobreza de los hechos. Para empezar, ha incumplido sin freno sus fáciles promesas electorales: ni hay paga para las madres ni plan de choque de guarderías ni viviendas para los jóvenes ni medidas de conciliación de la vida laboral y familiar ni mejoras para los discapacitados, señor Zapatero, ni los mil millones de euros prometidos para la dependencia en el primer año ni plan de regeneración ni nada de nada, salvo palabras, palabras y palabras. Su política de educación - siento que no esté aquí la ministra- ha puesto una pica en Flandes. Se ha cargado la ley que apostaba por una enseñanza de calidad. De momento pues, seguiremos con la LOGSE que, por cierto, está muy acreditada como fábrica de fracaso escolar. A todo esto, circula por ahí un anteproyecto que ha recibido un sinfín de críticas porque recorta la libertad de enseñanza, rompe el modelo educativo español en 17 - esto no es un tema menor- y arruina la cultura del esfuerzo.

En política de vivienda, bien podemos decir que tampoco nunca ha dado que hablar tanto.

Los precios, a pesar de que S.S. está en el Gobierno y de que ahora tenemos un lujosísimo Ministerio de la Vivienda, han subido el 17 por ciento, un ministerio que prácticamente no tiene competencias, solo surgen disparates una y otra vez, y permítanme, señorías, que en este terreno no me extienda porque no quiero ser calificado de cruel.

La fama de la política de inmigración ha llegado ya -y nunca mejor dicho- hasta Paquistán. Solo le falta abrir oficinas de acogida en los países de origen No les agobie allí con papeleos que ya los legalizará usted cuando lleguen a España. Le voy a decir una cosa, señor Rodríguez Zapatero, anunciar un proceso de regularización seis meses antes de iniciarlo es un auténtico disparate, y de ese disparate se deriva que el pasado año se empadronaron en España 660.000 nuevas personas, casi el doble que el año anterior, a los que en el primer trimestre de este año se han sumado 200.000, según cifras del Instituto Nacional de Estadística. Negaron ustedes que pudiera producirse un efecto llamada y mire por donde tenían razón, no ha sido un efecto llamada, ha sido un auténtico trompetazo. Y ahora, al finalizar la fase de presentación de documentos, el ministro de Trabajo sale diciendo que el proceso de regularización ha sido un rotundo éxito.

Que van a legalizar la situación en España de unos 600.000 inmigrantes y que todo lo más quedarán unos 100.000 en situación irregular. Señor Rodríguez Zapatero, prefiero pensar en el error o en la improvisación que en el engaño. ¿Podría explicarme -espero que lo haga- cómo es posible que resten 100.000 inmigrantes en situación ilegal cuando según datos de su Gobierno la cifra de irregulares era a 31 de marzo de 1.837.047 y el máximo que van a regularizar ahora son 700.000?

¿Podría explicar a esta Cámara qué van a hacer no con los 100.000 sino con el 1.100.000 que restan? Señorías, esta cuestión no admite frivolidad ni demagogia. Detrás de la frialdad de los números se encuentra un mundo de esperanzas personales, de tragedias humanas, de gentes que buscan en nuestra tierra un trabajo que les permita vivir con dignidad, y es obligación de los poderes públicos conseguir la integración social de los inmigrantes, pero ello será imposible si persiste la actitud demagógica de papeles para todos o de intentar ocultar la realidad del más de 1.100.000 inmigrantes en situación irregular. Ésta es una bomba que nos puede estallar en las manos y están ustedes jugando peligrosamente con ella. Y cuando hablamos de inmigración debemos recordar a los españoles que viven en el exterior; a esos compatriotas nuestros que viven fuera de nuestras fronteras debemos garantizarles las prestaciones sociales a las que tienen derecho como españoles con absoluto respeto al proyecto personal de cada uno y apoyar su integración sociocultural en los países donde residen.

Señor Rodríguez Zapatero, en materia de infraestructura dos son sus logros más relevantes. Uno, han reducido las licitaciones en un 38 por ciento (véase el Boletín Oficial del Estado); dos, han paralizado o retrasado las obras en curso, quizá con el objetivo de que cuando se inauguren dentro de dos o tres años puedan ser presentadas como iniciativas de su Gobierno. Podría darle muchos ejemplos; en Asturias, en Castilla y León, en todo el Levante español, la Y vasca, los accesos a Madrid…, pero me ceñiré a tres por su expresividad. La ampliación del aeropuerto de Barajas, cuyas dos nuevas pistas siguen sin entrar en servicio en una mezcla de intento de apropiación de su construcción y de incompetencia para aprovechar los recursos invertidos; la conexión ferroviaria con Portugal, acordada en noviembre de 2003 por los gobiernos español y portugués, frenada hace unos días con el rechazo del gobierno portugués por la excelentísima señora ministra de Fomento, y el Plan Galicia, señor presidente, que en su día dijeron que era humo, usted mismo dijo que no contribuía a la vertebración de España.

Fíjese, hasta abril de 2004, en poco más de 12 meses desde su aprobación se habían licitado 2.055 millones de euros, cerca de 350.000 millones de pesetas. Desde que usted es presidente, algo menos de 39 millones de euros, es decir, el 1,9 de lo licitado por el Partido Popular.

Además, han paralizado, como sabe la ministra de Fomento, obras ya licitadas y, por si fuera poco, han insultado a los gallegos.

Señorías, el tiempo tasado de esta intervención impide tocar otros aspectos relacionados con la gestión de este año de Gobierno. Un periodo de tiempo, a mi entender, que ha tenido más sombras que luces y, sobre todo, en el que usted, señor Rodríguez Zapatero, ha generado unas situaciones de riesgo para nuestra convivencia que vamos a padecer de forma inmediata. No responsabilizo ni culpo al Gobierno de todos los males o todas las tragedias. No soy de los que piensa piove, ¡porco governo!? o si no llueve también ¡porco governo!. No me lo permiten ni mi experiencia en la vida pública ni mi talante, porque yo, humildemente, también tengo mi talante, señorías.

Sí, sí. Y haciendo uso del mismo, afirmo solemnemente, por ejemplo, que ni el actual Gobierno ni el señor Rodríguez Zapatero tienen la menor responsabilidad en la prolongada ausencia de lluvias, pero con el mismo talante le diré que, si no es el responsable de que no llueva, sí lo es de la imprevisión y de las consecuencias graves de paralizar el Plan Hidrológico Nacional.

Si en algunas tierras de España la sequía va camino de convertirse en una tragedia, la responsabilidad será de usted, señor Rodríguez Zapatero, porque indiferente a los secarrales y con la complacencia de su Gobierno el Ebro sigue vertiendo al mar todos los días 380.000 litros de agua por segundo, y a ver cómo les explica usted esto a los regantes de Castellón, Valencia, Alicante, Murcia, Almería o Andalucía. A ver cómo lo explica.

Señor Rodríguez Zapatero, esta mañana, tras un repaso a la gestión del Gobierno, cargado de autocomplacencia y traspasando los límites del autobombo, ha anunciado también S.S. un gran número de iniciativas. ¿Se da usted cuenta de que se pasa la vida hablando de planes y de intenciones? Es usted infatigable inaugurando promesas. Me las cuenta el año que viene, si es que se concretan, que ya nos vamos conociendo.

Ahora, vamos a dejar estas cuestiones concretas y vamos a hablar de España. Se lo diré con el mejor talante: lo que S.S. está haciendo con España es muy grave. Ha creado un gran desorden, ha desatado expectativas imposibles de atender, ha sembrado a toda España de inquietud y, a todo esto, nadie ha conseguido averiguar qué pretende usted, adónde nos lleva y qué quiere hacer con España. Habla poco, como quien no se atreve a confesar sus intenciones, lleva sus cosas a la chita callando y cuando habla lo pone peor, porque nos dice que no ve claras las diferencias entre soberanía y autonomía, ni siquiera aprecia las diferencias -que tiene gracia- entre nación, nacionalidad o comunidad nacional. Me sorprende mucho que este debate siga llamándose del estado de la Nación, porque debe sonarle a usted rarísimo. No sabrá usted de qué estamos hablando. Imagino que se siente como quien debate sobre una incógnita. Señoría, es usted un monumento a la indecisión que se deja arrastrar por los acontecimientos y por el señor Maragall. Se ha embarcado en una aventura que sobrepasa su capacidad y su experiencia. No tiene un plan ni alberga una idea realista de España ni sabe a ciencia cierta cómo acabará esta locura. Señor Rodríguez Zapatero, no tiene usted ni siquiera una cierta idea de España. Lo único que está claro, señoría, es que hace un año se puso voluntariamente en manos de nacionalistas radicales, que ha hecho muchas promesas a la ligera, que tiene que empezar a pagar sus compromisos, que ahora no sabe cómo salir del lío que ha organizado en Cataluña cuando prometió aceptar cualquier cosa, cualquiera, sin tocar ni una coma, que aprobase el Parlamento de Cataluña.

Y ahora, para tapar este embrollo, planea otro mucho más grave en el País Vasco. Gracias a su talante y a su vocación por arreglar las cosas en dos tardes ha multiplicado las exigencias de los nacionalistas y ha sembrado España de crispación, pero esto no es todo. Lo peor es que usted se ha convertido en parte del problema. No se limita a ser condescendiente con el nacionalismo, se suma a ellos, como ha hecho en Cataluña, en el País Vasco y en Galicia. ¿Contra quién, señoría? ¿Contra quién? ¿Cuál es ese adversario que comparte con los nacionalistas? ¿España? ¿La Constitución española? ¿Contra quién se asocia? ¿Contra el Partido Popular? ¿No me diga que con tal de derrotar al Partido Popular es capaz de dar usted satisfacción a los nacionalistas, de renegar incluso de la idea de nación como entorno de solidaridad que ustedes y nosotros hemos compartido siempre? Tienen razón los que dicen que usted ha dejado de pensar en España. Ha puesto usted la nación en almoneda y se propone descoyuntar lo que haga falta con tal de que le ayuden a conservar el poder. No le importa el precio. Por ejemplo, esta mañana nos enteramos que ha dado un paso más en el proceso de ruptura de todo lo que nos une como nación: la justicia. Usted ha anunciado el fin de una justicia igual para toda España y a cambio nos ofrece 17 justicias distintas en función del lugar donde se viva. El fin de la cuestión, señor Rodríguez Zapatero, al servicio de otros intereses.

Hablemos de la financiación de las comunidades autónomas. Es sabido que S.S. distribuye a las mercedes con desenvoltura. Ello responde en parte al desprendido talante que le caracteriza, en parte a su incapacidad para decir que no a sus valedores y sobre todo al horror que le produce cualquier responsabilidad. No se atreve a decir que no. Por eso ni dice ni deja de decir, pero deja creer. Nunca es claro ni tajante y eso alienta determinadas iniciativas de otros por disparatadas que estas sean. Usted es el responsable de que germinen y maduren las peligrosas ensoñaciones que cultiva el señor Maragall, usted las deja crecer sin salirles al paso porque S.S. es muy fuerte con los débiles y muy débil con quienes le chantajean.

Y ya que usted no es capaz de resolver los problemas que usted mismo crea, traslada la patata caliente a la conferencia de presidentes para que sean ellos quienes digan no al señor Maragall, pero usted no se moja. ¿Tiene alguna posición el Gobierno en este terreno? ¿Tendría usted la bondad de revelárnosla? La nuestra no ofrece dudas. Estamos en la Constitución, defendemos los principios constitucionales y la Constitución no considera federalismos, asimetrías o privilegios. Nosotros tampoco, señorías. Usted, que parece darle la razón al señor Maragall cuando alega que la solidaridad de Cataluña es excesiva, hace como que se distrae, que se olvida de que la cuestión social es un pilar básico de nuestra convivencia. No se distraiga, señoría, porque es cierto que el sistema económico español podría sobrevivir con grandes diferencias de renta en nuestras regiones, lo que no sobreviviría es la idea de España como nación y allí donde no existe un entorno de solidaridad entre personas y territorios no existe nación.

¿Se da usted cuenta, señor presidente, de que sea cual sea el problema que nos ocupa siempre sale a la luz la misma forma de gobernar? No sabe usted a dónde quiere ir, no tiene planes, no asume ninguna responsabilidad, menosprecia a las mayorías y se olvida de los valores. Supongo que es muy duro tener que hacer tantos equilibrios para sujetarse al poder. Debo añadir, a propósito de la financiación, que su sintonía con el tripartito y la del tripartito con usted está contribuyendo a enconar las relaciones entre Cataluña y el resto de España. Me gustaría pensar otra cosa, pero da la impresión de que a usted no le disgusta. Yo, señor presidente, me niego a que ustedes consoliden una imagen negativa de Cataluña y de los catalanes, porque no es justo, señoría. Son muchísimos los catalanes que no comparten los delirios ni la insolidaridad de sus amigos del tripartito. Existe una Cataluña abierta, moderada, proyectada al exterior, solidaria y hospitalaria, que nada tiene que ver con esa Cataluña ensimismada, cerrada, egoísta y antipática que los amigos de usted nos ofrecen.

No es Cataluña, señor presidente, no son los catalanes, sino algunos correligionarios o aliados suyos los que intentan evitar que la ciudad de Madrid consiga los Juegos Olímpicos de 2012, los que menosprecian a los murcianos cuando afirman que no saben administrar su agua o los que insultan al conjunto de españoles diciéndoles que chupan del bote. Los problemas de Cataluña deben resolverse sin agravios comparativos, sin agresividad y conciliando los intereses de todos. Ni usted ni nadie podrá resolver nada atendiendo a los caprichos y a la irracionalidad de quienes no piensan más que en la confrontación, en el desapego y en la ruptura. A todo esto, señoría, ¿qué esta haciendo en el País Vasco? ¿Qué oscuros enjuagues se trae con el señor Ibarretxe? Me llaman la atención tres hechos muy alarmantes. El primero es que Batasuna ha regresado al Parlamento Vasco para quedarse y usted, que podía haberlo impedido, no ha hecho nada. El segundo es que el señor Ibarretxe recibe en su despacho a los representantes de ETA para tratar sobre el futuro de España. El tercero es que el señor López también se presta a recibirlos y usted, de todo esto, no tiene nada que comentar. Esto es dar mucho el cante, señoría. ¿Será cierto que los ha dejado entrar porque quiere pactar con ellos el futuro de España? ¿Será cierto que usted, Otegui e Ibarretxe se proponen engañarnos a todos? Tal vez por eso utilizan ustedes de repente el mismo lenguaje de Otegui, con sus mismas expresiones: normalización, pacificación, apertura de un proceso de paz, hoja de ruta, definición del marco político. Se han puesto ustedes a hablar en batasuno. Incluso han tomado de ETA la idea de las dos Mesas. Lo que condenaban en Lizarra lo aprueban aquí. Digo mal, no solo lo aprueban, sino que lo hacen suyo: qué vueltas da la vida, señoría. Ha dicho usted que está dispuesto a llegar hasta el final, usted. No sé si lo sabe, pero eso para sus compañeros de esas Mesas significa -para ellos- que usted está dispuesto a saltarse la Constitución, fulminar la Ley de Partidos, deshacer el Pacto antiterrorista, legalizar a Batasuna, indultar a los asesinos, amordazar a las víctimas y entrometerse en Navarra. Sí, señoría, eso es lo que entienden. Usted también dice que todos tenemos que partir de cero y añade que está dispuesto a aprobar -usted- cualquier Estatuto que le envíe la Mesa del Parlamento Vasco con tal de que lo suscriban dos tercios de los parlamentarios, es decir, el PNV, ETA y el PSOE. Como dice Otegui: si el PP va a ser un lastre en el proceso, mejor soltarlo. Si hemos de llamar a las cosas por su nombre, señoría, esto que usted se dispone a promover es el mismo Lizarra de antes con dos novedades: la primera es usted y la segunda es que lo van a hacer en Vitoria. Estamos ante un Lizarra con PSOE y disfrazado de ley del Parlamento Vasco. Ya tiene ETA sus dos Mesas: una para tratar de las armas, los presos y los perdones y otra, con el señor López, para escribir la nueva Constitución de Euskal Herria y en ambas estará ETA que abrirá las sesiones con una tregua y cuando convenga las cerrará. Lo más gracioso, señoría -si es que algo de esto tiene gracia-, es que con esas melifluas palabras, a las que ya nos vamos acostumbrando, reafirma usted su lealtad en esta Cámara al Pacto por las libertades y contra el terrorismo en el que espera que yo le acompañe. Yo soy leal al pacto, señoría, lo reafirmo. Sí, sí, lo reafirmo y lo suscribo, me gustaría mucho ser leal con usted, pero no se lo puedo asegurar, porque no sé dónde está S.S. Constato que no está con las directrices del pacto. El pacto rechaza cualquier final de ETA que no sea la derrota; estoy de acuerdo, usted por el contrario ha renunciado a la derrota. El pacto no permite pactar con los terroristas; estoy de acuerdo, usted por el contrario busca una negociación con ellos. El pacto ni siquiera permite negociar con quien pacte con los terroristas; estoy de acuerdo, usted por el contrario busca un acuerdo para negociar con los terroristas.

El pacto rechaza cualquier precio por la paz; yo estoy de acuerdo. Usted, por el contrario, está dispuesto a que paguemos un precio por lo que nos han robado. A mí no me molesta el pacto, señoría, es a usted a quien le estorba porque le impone una dirección que no le gusta y le exige una política antiterrorista con la que no está de acuerdo. Es usted quien se ha propuesto cambiar de dirección, traicionar a los muertos y permitir que Eta recupere las posiciones que ocupa antes de su arrinconamiento. Sí, señor presidente, y de hecho ya ha pagado un anticipo; ha dejado una señal para que los terroristas confíen en usted; ha permitido que los representantes de Eta ocupen sus escaños en el Parlamento vasco. Sí, sí, sí. Lo que usted me pide no es que sea leal con el pacto, que ya lo soy, sino que lo abandone, que le acompañe a usted, que le cubra la espalda y que bendiga su traición al pacto. No cuente con eso, señor Rodríguez Zapatero. No cuente con eso. Yo estoy y voy a continuar con el espíritu y en la letra del pacto por las libertades y contra el terrorismo. Ahí es donde usted puede encontrarme siempre que lo desee y desde ahí le digo que no voy a respaldar que se negocie el futuro de España con los enemigos de España; no voy a recomendar que se pague un precio por la paz; no voy a firmar el armisticio de la derrota y no voy a humillar la dignidad de los españoles. Lo siento mucho, señor Rodríguez Zapatero, pero no puedo acompañarle porque con uno de nosotros dos que pierda la cabeza ya es bastante, señorías. No pida usted que la perdamos todos. Por cierto, me ha dicho usted esta mañana que debo ser leal al Gobierno como lo fue usted, no es así. Usted no fue leal al Gobierno; usted fue leal a la política que señala el pacto, que era una política eficaz como ninguna, que ha dejado a la banda terrorista en la peor situación de su historia, sin dinero, sin partido, sin Europa y sin atentados. Usted apoyó al Gobierno para que hiciera esa política, que es la que usted había suscrito y usted se comprometió a que, si España cambiaba el Gobierno, no cambiaría la política antiterrorista. Si quiere que yo haga lo mismo que hizo usted, empiece por hacer lo mismo que yo hacía antes: actuar teniendo siempre claro que el objetivo es la derrota del terrorismo.

Termino, señorías. Se lo dije al principio, señor Rodríguez Zapatero: este año será recordado no por lo que usted ha hecho, que ha sido poco, sino por lo mucho que ha puesto en riesgo. Gracias a las rentas algunas cosas siguen marchando por fortuna más o menos bien, aunque ya se levantan brumas en el horizonte. Sí. Este es el caso de la economía del empleo, de la seguridad social o el bienestar de los españoles. Pero usted, señor Rodríguez Zapatero, se ha empeñado en ponerlo todo patas arriba: la Constitución, los estatutos, la financiación de las comunidades autónomas o nuestra propia historia. Usted ha generado muchas divisiones; ha crispado a muchos; ha provocado muchas incertidumbres, dudas, inquietudes y riesgos para el futuro. Usted recibió un país que progresaba en el orgullo de sí mismo y de su unidad en torno a la Constitución, un país que exhibía ante Europa y el resto del mundo una prosperidad económica y una estabilidad institucional envidiables, un país con enormes posibilidades de avance en todas las direcciones. Le ha bastado a usted un año para transformar el orgullo en resignación, el progreso en estancamiento y la confianza en inquietud. Lo bueno de las democracias, señoría, es que son los ciudadanos quienes deciden y que cuando pueden comparar saben escoger lo que más les conviene. Aplaudan esto también, aplaudan esto. Hace un año no pudieron comparar porque usted no había gobernado jamás; ahora sí pueden. Los españoles después de este año comienzan a conocerle, señoría, y me alegro porque es una condición necesaria para que las cosas se corrijan y España recupere su rumbo. Señor presidente, señorías, muchas gracias.

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