2022, año del ahora o nunca
Un gran poder, el motor de los fondos europeos, conlleva una gran responsabilidad: invertirlos con puntería no solo en digitalización industrial sino en el capital más valioso, el humano. Hacerlo bien, hacerlo pronto
La tecnología es solo un producto en el estante, una posibilidad al alcance de la mano. Es esa mano la que convierte en resultado la posibilidad. O fracasa al no intentarlo.
“No estamos limitados por la tecnología, sino por nuestras ideas, la experimentación y lo rápido que probamos las cosas”, decía Tim Sweeney, CEO de Epic Games, al recordar que la capacidad para desarrollar redes sociales existía diez años antes de que a alguien se le ocurriera hacerlo “a lo grande y con cierto nivel de calidad”.
Lo mismo puede decirse de la recuperación económica que urge y depende no solo de la inversión sino de la visión. Ese repunte del crecimiento a corto plazo, en 2022, implica un cambio de tendencia tras el desplome, pero además debe iniciar “un cambio de paradigma sobre las sólidas bases de una nueva economía digitalizada”, apunta Eduardo Gómez de Tostón García, CEO de Alisys, líder en software y plataformas cloud de gestión industrial 4.0.
Y debe hacerlo en un momento donde contienden fuerzas épicas a favor y en contra.
Next Generation
En una esquina del ring, las certezas: los fondos Next Generation, una curva de crecimiento al alza y el motor industrial por el que apuesta Europa. Como poco, aspira a un 20% de contribución al PIB partiendo del 17% de media.
La industria 4.0 tiene todo el potencial como agente de transformación, de calidad de vida y de crecimiento más equilibrado y justoJoan Manel Casamitjana, CEO de Picvisa
En la otra esquina, las incertidumbres: inflación, tarifas energéticas, cuellos de botella en el suministro, escasez de componentes y materias primas, el coste mismo de la transición económica y el riesgo de que la competencia tome decisiones más ágiles porque la transformación es contrarreloj.
Todos los directivos que hablan en este reportaje, de empresas integradas en el hub de industria 4.0 DFactory Barcelona o instaladas en el Consorci de la Zona Franca de Barcelona, coinciden en que el cuánto depende del cuándo, y la oportunidad, de aprovecharla ya. Este año viene con un cronómetro en la mano.
“Otros países del entorno también aceleran y, si no actuamos deprisa, España corre el riesgo de quedar rezagada”, apunta Ramón Pastor, director general mundial del negocio 3D Metal en HP. La digitalización permitiría revertir viejas carencias como el déficit de competitividad industrial frente a economías más eficientes.
“La economía 4.0 nos da la oportunidad de reconfigurar nuestro modelo económico y no podemos dejar pasar este momento. El mundo nos pide que cambiemos la forma de producir”, tercia Oriol Riba, Chief Operations Officer de Wallbox —sistemas de recarga de vehículos eléctricos y gestión energética renovable en edificios comerciales—, con sede en la Zona Franca.
Folio en blanco
“Tenemos las herramientas, pero debemos aprender, y aprender rápido, cómo utilizarlas. Estamos ante un folio en blanco y el mayor reto es diseñar a tiempo aquello que la tecnología ya nos permite, experimentar y obtener resultados sin demasiada demora”, explica el CEO de Alisys. “La automatización física y virtual, la inteligencia artificial y el análisis de datos son el vapor y la electricidad de una revolución irrevocable”.
Según el directivo, que contribuya a la recuperación aquí y ahora depende de medir su rendimiento —resultados, beneficios, ahorros, calidad y sostenibilidad— para saber mejor cómo adaptarse a la transformación. Y depende, de nuevo, del factor humano: de un cambio de mentalidad profundo, del conocimiento compartido, de colaborar más que competir y de invertir en inteligencia humana no solo individual sino colectiva.
El mayor reto es diseñar a tiempo aquello que la tecnología ya nos permite, experimentar y obtener resultados sin demasiada demoraEduardo Gómez de Tostón García, CEO de Alisys
Por eso Pastor aplaude el aumento presupuestado de inversión española en ciencia, I+D y digitalización, hasta el 3% del PIB, que, junto con los fondos europeos, “provoca el efecto arrastre de las empresas más innovadoras para que otras también innoven” y estimula el talento. “En una sociedad del conocimiento, base de un ecosistema empresarial eficiente, las personas son de verdad el principal activo”. Dicho de otra forma, calidad de capital humano y calidad de la inversión van de la mano.
Todos los directivos consideran única la oportunidad de los Next Generation, pero en el criterio de distribución está el debate, y el riesgo. “Vemos un compromiso claro para avanzar en la era digital y tomar decisiones basadas en datos, no en la intuición”, apunta Jaume Rey, director general de Nexiona, especialista en analítica avanzada y software para IoT industrial. “Los fondos animan a muchas empresas a plantearse que con esas ayudas les será más fácil invertir en digitalización. Pero también temen que acaben solo en manos de grandes empresas o entidades públicas o semipúblicas y no lleguen a las pymes”, sobre todo a las que innovan con rapidez para convertir el corto plazo en una ventaja competitiva.
Reindustrializar en casa
Volviendo al contexto, el debate sobre la reindustrialización europea tiene todos los ingredientes de las grandes tramas, desde la geopolítica a la implicación directa del lector porque es su propia historia. En el lado de los pros destaca la capacidad movilizadora de la industria —por ejemplo, en la Zona Franca un 40% de empresas puramente industriales alimenta a otro 60% de logística y servicios—. Es el sector que más innovación materializa y España cuenta con una base propicia por ejemplo en automoción e industria agroalimentaria.
En cuanto a los contras: que los costes europeos de producción sigan siendo bastante mayores que en Asia o África, el prohibitivo impacto medioambiental de industrias tradicionales o, en el caso español, el hándicap añadido de la baja productividad manufacturera. Bien, para autores como José Molero, catedrático de Economía aplicada, la salida a este dilema sería reindustrializar sobre actividades intensivas en conocimiento, tecnología y sostenibilidad. En economía 4.0.
Las razones: su contribución a niveles inéditos en ahorro, flexibilidad y autonomía de producción, es decir, en una mayor soberanía industrial. Para Jaume Rey, la industria 4.0 camino de la 5.0 no tiene competencia en soluciones de eficiencia energética, trazabilidad de la procesos y de economía circular, y control de los equipos “en un nuevo concepto de fábrica con menor impacto en los recursos naturales”.
Héroes locales
“Quien digitalice más y mejor —amplía Rey— podrá competir contra modelos antiguos basados en mano de obra de bajo coste en otros países. Veremos nuevos héroes locales, empresas que, sin ser multinacionales, ganarán el tamaño suficiente para tener un nombre a nivel global”.
Veremos nuevos héroes locales, empresas que, sin ser multinacionales, ganarán el tamaño suficiente para tener un nombre a nivel globalJaume Rey, director general de Nexiona
Quizá uno de esos héroes sea e-Miles, la empresa fundada por Malena Engineering para fabricar un vehículo eléctrico urbano y en un 90% impreso en 3D. “Si conseguimos introducir la impresión aditiva en la automoción —explica el CEO, Mike Hastewell— estaremos más cerca de la neutralidad de emisiones y de la fabricación local que reduzca el transporte de componentes a grandes distancias mediante sistemas logísticos complejos, débiles y contaminantes”.
Si mentamos la 3D para hablar de soberanía industrial es porque es una de las tecnologías liberadoras. Pastor recuerda que diseñar, producir y personalizar sin límite de formas, simplificando procesos y reduciendo la dependencia de suministros externos, permitió cambiar de modelo de negocio en tiempo récord y fabricar material médico para salvar vidas durante la pandemia. Menos consumo energético, menos equipos y menos material implican menos costes, menos impacto ambiental, menos emisiones, menos derechos de CO₂.
“La Industria 4.0 aporta transparencia en los procesos, capacidad de análisis, menor desperdicio y un uso mucho más consciente de los recursos. Tiene todo el potencial como agente de transformación, de calidad de vida y de crecimiento más equilibrado y justo para preservar el planeta”, añade Joan Manel Casamitjana, CEO de Picvisa, experta en equipos de clasificación óptica para la recuperación y valorización de residuos.
Dueña de sus decisiones
El 2022 a punto de aterrizar es también una pista de despegue. “Hoy la economía digital ya supone el 20% del PIB y con el 5G el salto será exponencial —aclara Hastewell—. A menudo creemos que lo que viene de fuera es mejor. No es cierto, tenemos una enorme base de creatividad e ingenio, y tenemos la oportunidad única de ser dueños de nuestras decisiones y recuperar nuestra capacidad productiva, el centro de decisiones”.
En España tenemos la oportunidad única de ser dueños de nuestras decisiones y recuperar nuestra capacidad productiva, el centro de decisionesMike Hastewell, CEO de e-Miles
El directivo regresa al factor humano, sugiere elevar la visión, tomar perspectiva para no acabar superados por los cambios. “La velocidad de la innovación es inimaginable. En unos pocos años internet se ha convertido en el nexo del mundo, todo el conocimiento está en la nube, hemos pasado a ser entes digitales y cualquier niño o niña de cinco años se maneja con un móvil de forma completamente intuitiva. Resulta increíble a lo que nos estamos acostumbrando y necesitamos entender que cuando se producen transformaciones tan importantes siempre perdemos algo que quizá nos gustaría conservar, algo tan importante como la privacidad que ha dejado de existir en la era 4.0. No somos perfectos, nada es perfecto”.
Fortalezas, debilidades y cifras de la recuperación
Según el Barómetro Industrial 2019, en 2018 la contribución de la industria española al PIB fue del 16%. En 2000 casi alcanzó el 19%.
Los fondos Next Generation suman 750.000 millones de euros, 140.000 destinados a España. El 70% deberá asignarse a proyectos concretos antes de que acabe 2022 y el resto durante el año siguiente.
La Comisión ha rebajado notablemente las previsiones de crecimiento para España: 4,6% en 2021 y 5,5% para 2022, cuando la media comunitaria rondará el 4,3%.
Entre 2003 y 2007, el 7% de los empleos destruidos en Europa se los apuntó la deslocalización de industrias en otras regiones, según el Observatorio Europeo e la Reestructuración.
Cepyme afirma que antes del coronavirus solo el 14% de las empresas españolas tenía un plan tecnológico.