‘Start-ups’: cinco maneras de conseguir financiación para emprender un negocio
Las empresas emergentes de base tecnológica tienen a su disposición múltiples vías para acceder a capital con el que impulsar sus ideas y crecer. Fórmulas que, en muchos casos, implican apoyo y asesoramiento, así como la entrada de nuevos socios
Tras dar a luz una idea de negocio prometedora, una start-up se enfrenta al desafío de hacerla realidad. Esta tarea conlleva la búsqueda de financiación externa, pero la naturaleza de este tipo de compañías complica la misión: son organizaciones emergentes, con pocos años de vida, por lo que no cuentan con una trayectoria que avale su solvencia. Tampoco disponen de avales que garanticen los préstamos ni cotizan en bolsa. Como destaca Joan Riera, profesor de Innovación y Emprendimiento en Esade, “no tienen un pasado que acredite su flujo de caja futuro, que se espera que sea negativo en sus primeros años, y sus ideas de negocio plantean un alto nivel de incertidumbre, lo que, en consecuencia, supone un riesgo elevado para los inversores”.
La capacidad de las start-ups para crecer rápidamente les otorga una ventaja, según Riera. Ya que, si el negocio prospera, se obtendrá una alta rentabilidad. Esto las convierte en objeto de interés para los inversores que toleran el riesgo, así como aquellos interesados, no solo en poner su dinero, sino en actuar como mentores. Circunstancias que han fomentado la aparición de múltiples modalidades de financiación que se adaptan a cada etapa de estas compañías. El ecosistema inversor ha evolucionado en los últimos 10 años, destaca Javier de Toro, gestor de inversiones en Angels Capital, que participará en el webinar El Mundo que viene: tendencias en Financiación para startups, organizado por BStartup de Banco Sabadell y Startup Valencia, a través de HUB Empresa de Banco Sabadell: “Hay muchos más inversores en cada etapa y cada vez son más accesibles”.
Apúntese al ‘webinar’
El mundo que viene: tendencias en financiación para start-ups, con Sergio Pérez Merino, Managing Director Sabadell Venture Capital; José Luis de Cachavera, COO Startupxplore; Carmen Cuesta, directora de Comunicación y Promoción de ENISA; Javier de Toro Velázquez, Investment Manager Angels Capital; Ángel Buigues, BStartup Advisor y Karina Virrueta Head of Ecosystem Development Startup Valencia.
Esta será la 32º y última edición del ciclo El mundo que viene sobre tendencias empresariales y sociales en los principales sectores económicos. Organizado por BStartup de Banco Sabadell y Startup Valencia, a través de HUB Empresa de Banco Sabadell. Cuándo: 29 de junio, a las 18.00.
Francisco Isidro, profesor de Finanzas de ESIC Business & Marketing School, señala que no tiene las mismas necesidades una start-up en su etapa embrionaria, conocida como semilla, que otra en plena expansión internacional. “En cada momento el empresario ha de valorar qué cantidad necesita y cuánto poder de decisión está dispuesto a ceder, ya que la financiación habitualmente lleva aparejada la participación de los inversores”, detalla.
Ángel Buigues, director de Segmento BStartup de Banco Sabadell, indica que el ecosistema emprendedor innovador se encuentra cada vez más fuerte. “Si algo define a las start-ups es la capacidad de escuchar y de adaptarse rápidamente a los cambios y demandas del mercado”, agrega.
La visibilidad del ecosistema a la hora de atraer inversores, explica Nacho Mas, director general de Startup Valencia, es importante: “Grandes eventos tecnológicos que tienen lugar en nuestro país como Valencia Digital Summit, South Summit o 4YFN ponen a nuestras start-ups en el radar de la inversión internacional”.
1. ‘Crowdfunding’: buscar aliados en la Red
Las start-ups tienen a su disposición una fórmula para obtener capital nacida directamente de internet: la financiación participativa. Esta modalidad, más conocida por su nombre en inglés, crowdfunding, permite al emprendedor conseguir capital para su arranque procedente de usuarios de internet. La empresa registra su proyecto en una plataforma especializada, lo presenta, plantea sus necesidades financieras y los usuarios envían su contribución.
Estos colaboradores reciben una contraprestación, por ejemplo, ser los primeros en recibir el producto o el servicio, contenido exclusivo, aunque también se pueden convertir en socios minoritarios de la compañía. Existe una variante denominada equity crowdfunding por la que los colaboradores pasan a ser inversores y accionistas y, en consecuencia, forman parte del negocio, de manera que asumen también los riesgos asociados.
Esta vía, explica Riera, sirve para financiar un prototipo del producto o el servicio, como el primer modelo de una bicicleta o la versión beta de un programa informático. Entre sus ventajas, destaca que el crowdfunding permite validar la solución de negocio en el mercado de manera rápida. “Si se consiguen 100 usuarios que apuestan por el producto, están respaldando tu propuesta de valor, lo que minimiza el principal riesgo de esta etapa, que es diseñar un producto o un servicio que nadie quiere ni necesita”, aclara.
2. Incubadoras: germinar una buena idea de negocio
El objetivo de las incubadoras es ayudar a las start-ups a desarrollar sus ideas de negocio cuando aún se encuentran en fase embrionaria. Proporcionan asesoramiento experto, una red de contactos profesionales y, en ocasiones, financiación. Las aportaciones oscilan entre los 10.000 y los 50.000 euros y, a veces, establecen la opción de obtener una participación en la empresa.
Estas organizaciones toman la forma de empresas independientes o pueden nacer al abrigo de multinacionales que buscan incorporar soluciones innovadoras a su estructura y su modelo de negocio. Muchas entidades bancarias, empresas de telecomunicaciones, de infraestructuras y de energía han creado sus propias incubadoras. Es el caso de BStartup de Banco Sabadell, un servicio especializado en contribuir al éxito de empresas innovadoras y digitales.
En un entorno económico en el que se valoran la agilidad y la flexibilidad, destaca Riera, las multinacionales recurren a las start-ups para incorporar estos atributos a su forma de trabajar en un modelo que beneficia a ambas partes. “La ventaja principal que aporta una incubadora corporativa es que el emprendedor accede a un gran primer cliente que seguramente le servirá de buque insignia para ganar capacidad comercial. Pero cuenta con una gran limitación, normalmente cierta exclusividad, que puede limitar a la start-up trabajar únicamente para ella y hacerlo en la dirección de los intereses corporativos de la compañía madre”, advierte el profesor de Esade.
Muchos organismos públicos, como la Unión Europea (UE), el Gobierno a través de los ministerios o las universidades han creado incubadoras con el fin de impulsar start-ups que contribuyan al desarrollo de sectores estratégicos de la economía y la sociedad.
3. Aceleradoras: un impulso a la idea que funciona
Las aceleradoras son organizaciones similares a las incubadoras, pueden ser empresas, pertenecer a grandes compañías o a instituciones públicas, pero en este caso están orientadas a etapas más avanzadas del desarrollo de la start-up. “Se centran en aquellas cuya propuesta de valor se ha validado en el mercado y disponen ya de algún cliente”, destaca Riera.
Estas organizaciones ofrecen asesoramiento y recursos materiales, así como el acceso a rondas de inversión, un proceso en el que los emprendedores presentan su proyecto a personas y fondos que podrían estar interesadas en contribuir con capital al crecimiento de la start-up. Sus aportaciones suelen ser mayores que en las incubadoras, entre 20.000 y 800.000 euros, aunque no siempre entran en el capital. A veces, su valor se basa en proporcionar el primer cliente, en el caso de una aceleradora corporativa.
Financiación pública que sirve de garantía
Joan Riera, profesor de Innovación y Emprendimiento en Esade, destaca que la financiación pública siempre es una opción bienvenida cuando una empresa está naciendo o en plena expansión, especialmente en sectores estratégicos de la economía. Pero, advierte de que aunque inyectan capital en condiciones favorables, no dan pistas sobre si el modelo de negocio es viable o no.
ENISA es una de las empresas públicas que ofrece financiación a empresas innovadoras. José Bayón, consejero delegado, destaca una de las fórmulas de su cartera, el préstamo participativo: “Un instrumento financiero a medio camino entre el préstamo tradicional y el capital riesgo ideado para reforzar la estructura financiera de la empresa”, describe.
Esta opción no exige avales ni garantías y cuenta con plazos de amortización y carencia más amplios. Su remuneración está vinculada a la evolución económico-financiera de la empresa. Este tipo de préstamo tiene un efecto tractor para otras fuentes de financiación, añade Bayón, ya que actúa como certificador ante business angels, entidades de capital riesgo y otras ayudas públicas.
4. ‘Business angel’: padrino y mentor
El business angel (ángel de los negocios, en español) es un inversor privado que aporta capital en la etapa inicial, fundamentalmente. Riera, que ejerce de business angel, explica que esta es una de las figuras que proporciona el llamado smart money (dinero inteligente, en español), como se conoce a la inversión económica que llega acompañada de asesoramiento y de una red de contactos.
Este profesional de los negocios contribuye, al igual que las incubadoras y las aceleradoras, al crecimiento de la compañía para que sea capaz de, entre otras cosas, concebir el primer prototipo del producto o del servicio y encontrar los primeros clientes. La aportación económica ronda, de media, los 20.000 euros. Y proporciona, además, prestigio al proyecto si se trata alguien con buena reputación, lo que animará a otros a invertir. “Dirán: ‘Si él ha confiado su dinero en este proyecto, debe merecer la pena”, ejemplifica el profesor de Esade.
En España existen redes de business angels que conectan a inversores con emprendedores. “Las start-ups presentan sus proyectos y un equipo asesor de la red selecciona los más prometedores. Por su parte, los business angels reciben asesoramiento para invertir en los proyectos que mejor se ajustan a sus expectativas”, explica Riera.
Financiación bancaria: una opción clásica muy utilizada
El préstamo bancario es una de las principales vías para obtener financiación en las empresas. En el caso de las start-ups, explica Joan Riera, profesor de Innovación y Emprendimiento en Esade, es una opción útil en las fases más avanzadas, cuando cuentan con historial y avales que sostengan el crédito.
Actualmente, continúa siendo la opción más utilizada por las pequeñas y medianas empresas (pymes), categoría en la que se engloban las start-ups. El 23,9% acudió a alguna entidad de este tipo para obtener recursos en 2022, de acuerdo con el Informe sobre Financiación de la Pyme en España, elaborado por la Confederación Española de Sociedades de Garantía Recíproca (Cesgar -SGR).
De cualquier modo, antes de decantarse por una fórmula de financiación, es recomendable contar con el asesoramiento profesional de un experto como el de la entidad bancaria, que resolverá las dudas que se pueda plantear el empresario y le ayudará a tomar la decisión más acertada.
5. Sociedades de capital riesgo: inversión para la consolidación del proyecto
Cuando la start-up ya ha testado su fórmula comercial en el mercado y dispone de un equipo consolidado, entran en escena las sociedades de capital de riesgo y las family offices (gestoras de patrimonios familiares). Estas compañías representan habitualmente a fondos de inversión o inversores especializados en private equity, en otras palabras, en inyectar capital a empresas. Si esta financiación está dirigida a start-ups, se denomina venture capital (capital de riesgo, en español), puesto que ofrece rentabilidades muy altas —pueden crecer rápido—, pero conllevan un riesgo elevado —ya que la idea de negocio, pese a haberse probado, puede que no termine de cuajar, lo que pone en peligro el dinero del inversor—.
Las sociedades de capital riesgo suelen entrar, explica Riera, cuando la start-up ya genera ventas recurrentes y dispone de un sistema de producción que se puede escalar, es decir, que puede hacerse más grande. Y pone un ejemplo: “Una tienda en línea que ya genera conversiones de forma regular, o sea, que, de cada cien visitantes, uno ya compra, o un negocio en el que, de cada 10 reuniones comerciales, dos clientes acaban firmando”, expone. Las inversiones en este segmento superan los 300.000 euros e incluso alcanzan el millón de euros. No se trata de una iniciativa solo con futuro, sino con un sólido presente.
José Antonio Clemente, docente y responsable del servicio de asesoramiento para pequeñas y medianas empresas (pymes) de la Universidad Internacional de La Rioja (Unir), señala una variedad del venture capital, el venture debt. Esta modalidad divide la participación de la sociedad de capital de riesgo en dos: por un lado, financiación directa, y, por otro, en préstamo. Así se convierte en socia y acreedora. Sergio Pérez, director de Sabadell Venture Capital, indica que es un instrumento a largo plazo que combina la financiación tradicional con una pequeña parte de equity.
Con esta fórmula, la start-up cede una porción menor de participación. Algo clave en esta fase tan avanzada de su desarrollo en la que ya habrá pasado por aceleradoras y business angels, que participarán en su capital. Ambos salen beneficiados: “La sociedad concede el préstamo a un tipo de interés más alto que los habituales y, además, reduce su riesgo. En caso de que el negocio no funcione, el accionista es el último en cobrar, mientras que los acreedores son de los primeros”, completa Clemente.
Retener (o no) el control de la ‘start-up'
Francisco Isidro, profesor de Finanzas de ESIC Business & Marketing School, advierte de que el emprendedor se enfrenta desde el principio al riesgo de que su participación en el capital de su empresa se diluya a medida que da acceso a nuevos inversores para financiarse, lo que produce que pierda control sobre ella.
No existe una norma escrita sobre qué nivel de dilución es aconsejable. “Depende de las expectativas de cada start-up", argumenta José Antonio Clemente, profesor de Finanzas en la Universidad Internacional de La Rioja (Unir). Se puede tener una gran idea, pero, si no se dispone de recursos, va a llevar más tiempo materializarla, mientras que, si se cede participación a cambio de capital, ese proceso se agiliza. “Es cuestión de valorar el coste de oportunidad de dejar o no entrar a los inversores y decidir si quieres tener, por ejemplo, el 49% de un negocio que se concreta o el 51% de, solamente, una buena idea”, completa este experto.
José Luis de Cachavera, director de operaciones de la plataforma de financiación Startupxplore, destaca que el emprendedor tendrá que buscar un equilibrio entre las múltiples fórmulas de financiación. Dentro del tipo “que no diluye”, señala, “está la bancaria, la pública, las ayudas y las subvenciones, así como los instrumentos mixtos como el venture debt”. El emprendedor tendrá que tomar la decisión de cuánto está dispuesto a ceder según la etapa en la que se encuentre la start-up —“no es lo mismo estar facturando que no hacerlo”—, las circunstancias macroeconómicas —“como la inflación o los tipos de interés”— o la naturaleza de la actividad —“cuanta más innovación, mayor posibilidad de acceder a ayudas”—.