El FMI alerta de una recuperación a dos velocidades que dejará cicatrices en los países más rezagados
La salida de la crisis toma fuerza gracias al impulso de las vacunas y los planes de estímulo fiscal
La salida de la crisis del coronavirus parece cada vez más factible gracias a las vacunas y la adaptación de la economía a la nueva realidad, dos factores que han permitido una recuperación más rápida de lo previsto. Pese a la incertidumbre en torno a la evolución de la pandemia, la respuesta política con un impulso fiscal sin precedentes ha espoleado la mejora de la actividad económica. Por eso, el Fondo Monetario Internacional (FMI) mejora sus previsiones globales: ...
La salida de la crisis del coronavirus parece cada vez más factible gracias a las vacunas y la adaptación de la economía a la nueva realidad, dos factores que han permitido una recuperación más rápida de lo previsto. Pese a la incertidumbre en torno a la evolución de la pandemia, la respuesta política con un impulso fiscal sin precedentes ha espoleado la mejora de la actividad económica. Por eso, el Fondo Monetario Internacional (FMI) mejora sus previsiones globales: la economía global crecerá un 6% en 2021 y el 4,4% el año próximo, más de lo estimado en octubre, cuando el Fondo publicó sus penúltimas previsiones.
Pero el optimismo que refleja el Panorama Económico Mundial, el informe para 2021 y 2022 presentado este martes en la asamblea de primavera del FMI, se ve empañado por sombras: la primera de ellas, el retraso de la recuperación de los países emergentes por la dificultad de acceso a las vacunas (el primer mundo, que reúne apenas el 16% de la población mundial, atesora el 50% de las dosis). Habrá pues una recuperación a varias velocidades, complicada por el incierto rumbo de la pandemia —con derroteros preocupantes en Europa, por ejemplo— y la aparición de nuevas cepas del coronavirus. No es casual que el FMI haya titulado su informe de primavera Gestionando divergencias en la recuperación. Y que el Fondo advierta de que esas divergencias pueden dejar cicatrices persistentes sobre la economía en los países con más dificultades.
“Gracias a una respuesta política sin precedentes, es probable que la recesión de la covid-19 deje cicatrices más pequeñas que la crisis financiera mundial de 2008. Sin embargo, las economías de mercados emergentes y los países de bajos ingresos se han visto más afectados y se espera que sufran pérdidas más importantes a medio plazo”, señala el Fondo en su informe de primavera. “Es probable que estas vías de recuperación divergentes creen brechas más amplias en los niveles de vida en todos los países en comparación con las expectativas prepandémicas”, añade Gita Gopinath, economista jefa del FMI.
Tras una contracción estimada en el 3,3% en 2020, la economía global crecerá el 6% en 2021, y el 4,4% en 2022. Los pronósticos son mejores que los apuntados en la actualización en enero de las previsiones de otoño: el crecimiento para estos dos años es, respectivamente, ocho y dos décimas mayor de lo anticipado.
El FMI espera que EE UU supere su nivel de PIB previo a la covid este año, mientras que otros países ricos lo harán en 2022. Entre los emergentes y los países en vías de desarrollo, China lo consiguió ya en 2020, mientras que otros no lo harán hasta 2023, especialmente los dependientes del turismo. El organismo estima que las políticas para combatir la pandemia permitieron sumar un 6% al crecimiento global en 2020.
Una caída tres veces mayor sin estímulos
En comparación con las previsiones que se manejaban antes de la crisis sanitaria y económica, estos ritmos divergentes ampliarán la brecha entre los países desarrollados y el resto. La pérdida acumulada de ingresos per cápita entre 2020-2022 respecto a las proyecciones previas equivale al 20% en los emergentes y las economías en desarrollo (salvo China, caso aparte y, junto a EE UU, locomotora de la recuperación), mientras que en las economías avanzadas será del 11%. El colapso, sin embargo, habría sido tres veces peor si las economías más punteras no hubiesen tomado rápidas medidas, como los sucesivos planes de ayuda de Washington (tres en un año, incluido el último, de 1,9 billones de dólares) o los programas de Japón o de la Unión Europea. En conjunto, los más ricos han inyectado 16 billones de dólares en liquidez para evitar el colapso.
No obstante, el coronavirus ha revertido los progresos en la reducción de la pobreza, y se calcula que 95 millones de personas engrosaron las filas de la pobreza extrema en 2020, además de condenar a la desnutrición a 80 millones.
El ritmo de recuperación varía incluso en el mismo nivel de ingresos. Si EE UU prevé regresar a los niveles de actividad de finales de 2019 en la primera mitad de este año, Japón, en cambio, lo hará en la segunda. Los países europeos fueron capaces de salvar los muebles de la temporada turística en 2020, pero con un alto coste: un repunte del virus que lastrará 2021. Para 2022, se prevé una recuperación del 3,8% en la eurozona (un 0,7% más de lo previsto en otoño), y para el Reino Unido pos-Brexit, un vigoroso 5,1% (una mejora del 1,9%).
El informe no descarta la necesidad de nuevos confinamientos y restricciones en los países emergentes y en desarrollo este año y el próximo. La excepción es China, donde “efectivas medidas de contención del virus, una respuesta de inversión pública poderosa, y un banco central inyectando liquidez han hecho posible una recuperación muy sólida”.
La experiencia de recesiones anteriores permite calcular cómo evolucionará la situación a medio y largo plazo. A diferencia de la crisis de 2008, que golpeó especialmente a las economías avanzadas, la pandemia está afectando especialmente al resto. Las distintas velocidades discriminan también entre regiones y segmentos de población. Los jóvenes y los trabajadores menos cualificados son los más damnificados, así como las mujeres y los trabajadores informales.
Acelerón en la digitalización y automatización
El empleo ha caído más también en sectores especialmente vulnerables a la automatización, dado que la pandemia ha acelerado las tendencias de la digitalización y la automatización. Por tanto es muy probable, subraya el FMI, que esos puestos de trabajo perdidos no se recuperen, lo que obligará a reubicar a los cesantes en otros sectores, con previsibles mermas salariales. El caso estadounidense es significativo: de los 10 millones de empleos perdidos cuando la pandemia se abatió sobre el país, en la primavera de 2020, apenas se han recuperado 1,6 millones. Y aún hay 8,4 millones menos que en febrero de 2020.
La carrera que disputan el virus y la vacunación también permite ajustar el panorama a corto y medio plazo. La inmunización puede mejorar los pronósticos; la aparición de nuevas cepas resistentes, empeorarlos. El protagonismo de EE UU, a la cabeza de la vacunación en el mundo, puede arrastrar a sus socios en los avances, pero también afectar gravemente a los mercados más endebles si, en principio contra pronóstico, la Reserva Federal decide aumentar abruptamente los tipos de interés.
Más inversión en sanidad y educación
El Fondo apela, como directrices básicas, a una mayor inversión en sanidad y educación, así como a mantener los estímulos fiscales. “Mientras la pandemia continúe, las políticas [nacionales] deben priorizar el gasto en salud (en producción y distribución de la vacuna, tratamientos e infraestructura sanitaria), así como un apoyo fiscal bien definido a los hogares y empresas más afectados, que se irá retirando progresivamente para evitar caídas bruscas”. La educación debe corregir desigualdades provocadas por la emergencia: los países menos ricos perdieron el 70% de las horas lectivas, en comparación con el 15% de las economías avanzadas. El promedio mundial es del 50%.
Cuando pase la pandemia, “los esfuerzos políticos pueden centrarse más en la creación de economías más verdes e incluyentes. Invertir en infraestructuras verdes para mitigar el cambio climático, incrementar las redes de seguridad social para mitigar la desigualdad, incrementar la productividad y adaptarla a una economía más digitalizada y resolver el sobreendeudamiento” son otros tantos pasos para evitar recaídas.
Pero para todo ello hace falta financiación, como ha dejado de manifiesto el ambicioso plan de infraestructuras para modernizar la economía de EE UU presentado por el presidente Joe Biden. A EE UU puede resultarle más fácil, pese a la oposición de la clase empresarial, pero para aquellos países con un margen fiscal limitado, la clave será “administrar mejor los ingresos, una mayor progresividad fiscal y reorientar los gastos hacia inversiones críticas en salud, cobertura social e infraestructuras” a medio y largo plazo y conteniendo los costes de endeudamiento.
Cooperación
Por último, y aunque sin nombrar a los contendientes, el Fondo considera fundamental resolver las tensiones comerciales y tecnológicas (guiño a EE UU y China, pero también a la UE ante el despliegue de la red 5G), y constata, en el caso explícito de ambas potencias, las tensiones existentes “en propiedad intelectual y ciberseguridad”. También advierte del riesgo de un creciente proteccionismo tecnológico y, especialmente, en lo relativo a suministros médicos o avances científicos o farmacológicos. “Los países deberán cooperar contra el cambio climático, en la digitalización, la modernización de tasas corporativas internacionales y en medidas para limitar la transferencia transfronteriza de beneficios, así como para evitar la evasión fiscal”, concluye el informe.
La mención a las tasas corporativas internacionales parece un guiño de bienvenida a la secretaria del Tesoro de EE UU, Janet Yellen, y su propuesta de un impuesto mínimo de sociedades global para las multinacionales, formulado blanco sobre negro apenas 24 horas antes de que el Fondo revelara su hoja de ruta para navegar en la resaca, aún duradera, de la pandemia.