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Cuando el agua es oro y comer, un milagro

El mecenazgo, las ayudas a la investigación y el voluntariado, signos de identidad de la farmacéutica Merck

Jaime Castro baña a unos niños en Turkana (Kenia), donde Merck ha financiado un pozo.
Jaime Castro baña a unos niños en Turkana (Kenia), donde Merck ha financiado un pozo.Merck
Ana Alfageme

Todas las noches, bajo el cielo imponente de Kenia, dos hombres y una mujer conversaban durante horas. El cuerpo dolorido de acarrear piedras, pintar verjas o cavar en un huerto. La memoria en la piel de los abrazos de los críos que acababan de bañar. A 5.700 kilómetros de casa, Cristina Cabrera, Andrés Navarro y Jaime Castro, empleados del gigante farmacéutico y tecnológico Merck, contemplaban las estrellas y compartían la extrañeza de tener tiempo. Tiempo para escucharse en medio del silencio del pedregal, apenas jalonado de acacias, de Turkana. Durante 15 días de julio habían cambiado su escritorio por un camastro, un grifo de agua y tareas insospechadas —auxiliar a un hombre atacado por un escorpión, impartir charlas sobre higiene o dar clases de matemáticas— en aquel rincón del mundo donde hace falta de todo porque no hay de nada.

Los tres estaban allí como voluntarios porque su empresa había costeado con 15.000 euros la construcción de un pozo que cambió la vida de una comunidad con 70 niños y sus familias. Una sequía de 14 meses hizo que la fuente subterránea llegara antes que ellos. “Si no tienes agua no tienes vida”, cuenta por teléfono la colombiana Alexia Moreno, destacada en Kokuselei dentro de la Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol, que desarrolla localmente los proyectos de la Fundación Emailaikat. Agua es no solo poder beber cuando la temperatura no baja de los 37 grados en invierno; es asearse para combatir el tracoma y los parásitos, es poder comer calabazas o sandías en un lugar donde un adulto solo se alimenta de sangre con leche de cabra.

La innovación, vector clave en las relaciones con el Tercer Sector

MARIETA JIMÉNEZ, PRESIDENTA Y DIRECTORA GENERAL DE MERCK EN ESPAÑA

Merck es una compañía que combina tradición e innovación. Las 50.000 personas que trabajamos en ella nos sentimos orgullosos de formar parte de la organización químico-farmacéutica con más historia del mundo y celebraremos nuestro 350º aniversario en 2018. Es precisamente esta experiencia la que nos hace favorecer un entorno sostenible tanto dentro como fuera de la organización.

Los productos y tecnologías que ponemos a disposición de la sociedad son la llave que nos permite participar en la creación de un mundo mejor. Sin embargo, el compromiso que sentimos trasciende nuestro negocio: uno de los 6 valores corporativos de Merck es la responsabilidad. Por ello, apoyamos a entidades sin ánimo de lucro enfocadas a generar cambios globales y locales, y nos ilusiona contribuir a que estos sucedan.

Las compañías podemos aprender del Tercer Sector y debemos aportarle soluciones ajustadas a sus necesidades actuales. La contribución de Merck en España y la Fundación Merck Salud a través de actividades de mecenazgo y acciones sociales con ONG suma 1,35 millones de euros y nuestros voluntarios dedican más de 2.500 horas anuales a participar en estas actividades.

En el caso de Merck, nuestra dilatada experiencia acompañando a colectivos vulnerables, como los pacientes, es un valor que facilita nuestra relación. Además, gracias a que promovemos la diversidad entre los empleados como fuente de innovación y defendemos la integración en los 66 países en los que tenemos presencia, podemos nutrirnos de realidades muy diferentes que nos permiten tener una visión clara del mundo actual.

La apuesta de Merck y la Fundación Merck Salud por la RSC ha generado una cultura que se manifiesta en el compromiso individual de los empleados, grandes embajadores de nuestros valores. Ellos son los artífices de nuestro Programa de Voluntariado corporativo en España, que responde a su necesidad de participar en acciones con un impacto social real. Desde su nacimiento, este programa ha desarrollado numerosos proyectos que se enmarcan en sus seis líneas estratégicas de actuación. Les invito a conocer algunos de ellos y a disfrutarlos con la misma ilusión que nosotros.

Cristina, Andrés y Jaime son tres de los voluntarios de la empresa que, junto a la Fundación Merck Salud, lanzó esta iniciativa en 2015. “No solo estamos aquí para trabajar, tenemos un compromiso con la gente”, mantiene la directora de Recursos Humanos, Telva Arroyo. La Responsabilidad Social Corporativa (RSC), dice, está en el ADN de la compañía. La directiva cita la innovación, la calidad y la mejora continua como sus pilares, algo que se logra con “integridad, valentía, respeto, logro, transparencia y responsabilidad”.

La fundación es el brazo con el que Merck apoya la investigación biomédica (con 133 proyectos en 69 hospitales) y promueve la bioética y la salud con iniciativas como la formación integral en enfermería oncológica, explica Carmen González-Madrid, su presidenta ejecutiva, quien parece disfrutar hablando del voluntariado: “Este año hemos participado en 15 iniciativas con 2.500 horas”, concreta, “en integración de personas con discapacidad, protección de la infancia, desarrollo de la salud, acción social, ayuda a países en desarrollo y protección medioambiental”.

Los tres voluntarios de Merck, junto al pozo de Kenia.
Los tres voluntarios de Merck, junto al pozo de Kenia.Merck

Un viernes de noviembre en la plaza de Tirso de Molina en Madrid. Las 20.15. Siluetas solitarias, encogidas, deambulan y miran de reojo a unas mujeres que se agachan sobre carritos de la compra y bolsas de súper reutilizables. “¿Quién da los números?”, inquiere un hombre de cara ennegrecida, edad indefinible y demasiada ropa encima.

Blanca es hoy la que todos buscan en esa extraña reunión de extraños, hombres casi todos. Ojos grandes, expresivos. En el bolsillo guarda un rollo de papel con 120 números, que acabarán en pocos minutos en las manos de esa cohorte heterogénea que crece. Las voluntarias colocan sobre un banco un mantel rojo y encima tuppers con comida caliente, naranjas, bollos y unos sobaos que ha traído, como todos los días, un comerciante hindú. Tres asociaciones, Casa Solidaria, Plaza Solidaria y Tus Castillos en el Aire, se turnan para repartir la cena de lunes a viernes a una media de 150 personas. Una vez al mes, Merck releva a todos y se encarga. Es cuando va Olga Sanz, de 34 años. “Impacta mucho el encontrar a esas personas invisibles”, dice. “Pero es genial, ves que la ayuda es directa, que llega”.

Uno de los dos hombres del grupo (15 personas) canta el primer número. Una anciana de cabello muy blanco se acerca a pasitos torpes. La entregan una bolsa de plástico y meten en ella un bocadillo, una naranja, el arroz con huevo y tomate que ha señalado con sus dedos huesudos, un cruasán, el sobao y, por fin, un vaso de zumo. Beatriz, 67 años que parecen 87, se aleja sin dejar de sorber el líquido amarillo. “Es que tengo necesidad”, musita. Ha trabajado en todo. Su marido la espera en casa.

“¡Espinacas con bacalao, macarrones con tomate, lentejas, crema de zanahoria, menestra!”, ofrecen las voluntarias, jubiladas y estudiantes, periodistas, profesoras, médicas, españolas y extranjeras. Ante ellas desfilan un camarero de pelo gris en paro, una embarazada de ojos vidriosos, tres jóvenes bien vestidos que hablan en árabe y dormirán al raso, un pescadero jubilado y con pocos dientes que da las gracias cien veces y dice que se va a casar con todas, rostros que no nacieron aquí y tipos que sí y que nunca pensarías encontrarles en esa fila.

A las nueve, todos ellos, en la dureza de una plaza de granito, habían recibido comida y más de una sonrisa. Un pequeño milagro.

Niños durante una jornada de equinoterapia en Madrid, en la que participaron 23 voluntarios.
Niños durante una jornada de equinoterapia en Madrid, en la que participaron 23 voluntarios.Merck

A otro prodigio asistió Javier Peira, de 51 años, un día de septiembre. Lo cuenta así: “Críos hiperactivos e inquietos se relajaban con los caballos, entraban en un estado como de normalidad”. Acompañó como voluntario a 24 familias de NorTEA, una asociación de padres de niños con Trastorno del Espectro Autista (TEA) que acudieron a una terapia ecuestre de la organización Alpaso. Javier repartió meriendas, hizo un mural con los chavales, les acompañó a subirse a los caballos y a cepillarlos y darles de comer. “Los padres se sorprendían. Alguno de sus hijos no se quería bajar ni dejar a los animales”. Él lo tiene claro: “Esto es crecimiento personal, poner tu granito de arena, dar algo de ti mismo de mayor calidad humana”.

Cuando llegaron 18 ordenadores de España donados por Merck, tanto los escolares de Las Pacayas, en Guatemala, como sus padres, la mayoría campesinos analfabetos, pegaron la nariz a los cristales. Teclados, ratones y CPU, algo nunca visto, fueron alojados en muebles de caoba que los jornaleros prepararon para el nuevo aula de informática. “Ocurrió algo que no esperábamos: se ha reducido el absentismo y el abandono escolar. Ha supuesto un estímulo muy importante”, cuenta el arquitecto español Alejandro Sebastián, de 32 años, fundador de la asociación CONI, que apuesta por la educación como motor de cambio en una sociedad indígena y que ha conseguido crear un prototipo premiado de escuela rural.

Ordenadores donados en una escuela de Guatemala.
Ordenadores donados en una escuela de Guatemala.Merck

Los tres voluntarios de Kenia aprendieron algunas cosas. Que la vida es más sencilla. Que se puede ser feliz sin tener nada. Que no hace falta ser médico o ingeniero para echar una mano. Alexia, la misionera, cree que “te vuelves más generoso y más humilde”. Jaime, de 46 años, ya sabe construir pequeñas presas para retener el agua de lluvia y también que los niños allí nunca lloran, y repiten lo que dices. A Andrés, de 37, le asombró la “fortaleza de las mujeres, siempre en pie, con un bebé recién nacido en brazos y el contenedor de agua gigante encima de la cabeza”. Le dieron tanto que quiso quedarse allí. Cristina, de 44, constató, en medio de aquella “pobreza extrema”, lo afortunada que era “y todo lo que podía ayudar”.

Y todos, todos los días, se acuerdan de Turkana.

Los datos

En España:

1,35 millones de euros en mecenazgo y acciones sociales en 2016

9,4 millones de euros en el mismo año en inversión en I+D+i

210.000 euros anuales en ayudas a la investigación

Un 15% de los 1.010 empleados han participado en alguna actividad de voluntariado este año

En el mundo:

100 millones de niños en África han sido tratados de esquistosomiasis, con medicamentos donados

10% de reducción en su emisión de CO2

Contenido patrocinado elaborado con la colaboración de la marca.

Sobre la firma

Ana Alfageme
Es reportera de El País Semanal. Sus intereses profesionales giran en torno a los derechos sociales, la salud, el feminismo y la cultura. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora jefa de Madrid, Proyectos Especiales y Redes Sociales. Ejerció como médica antes de ingresar en el Máster de Periodismo de la UAM y EL PAÍS.

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