Fea por fuera hermosa por dentro, Lisboa unida contra el despilfarro de fruta
Los agricultores portugueses tiran cada año toneladas de fruta a la basura por razones meramente estéticas, una práctica que combate una cooperativa llamada "Fruta Feia" (Fruta Fea) creada por un grupo de jóvenes en Lisboa.
"Un pequeño arañazo o mancha en la piel de una manzana, por ejemplo, es razón suficiente para que el supermercado no la quiera comprar, por lo que los agricultores se deshacen de ella", explica Isabel Soares, creadora de "Fruta Feia".
Cerca del 30 % de la fruta y hortalizas que se producen en Europa termina en la basura por ser "fea", a pesar de ser de buena calidad y óptima para el consumo, indica Soares en una entrevista con Efe.
En este sentido, "Fruta Feia" ha conseguido que en sólo ocho semanas cientos de lisboetas consuman unas 7 toneladas de naranjas, boniatos, lechugas y puerros "feos" que, de otro modo, habrían acabado en el vertedero.
"Queremos que no se despilfarre comida, que las personas puedan comprar fruta a un precio más asequible y que los agricultores puedan vender una parte de su producción que hasta ahora solo les generaba pérdidas", explica Soares, de 31 años e ingeniera de Medioambiente.
Ahora mismo la cooperativa reparte unos 500 kilos de frutas y hortalizas a sus 150 socios, entre los que hay personas de distintos perfiles sociales como gente mayor, jóvenes, solteros o desempleados que luego la distribuyen entre familiares y amigos.
"Tenemos sólo 150 socios pero en realidad llegamos a muchas más personas", aclara la joven portuguesa.
Todos los lunes por la mañana, Soares y dos compañeros conducen una vieja furgoneta amarilla y recorren las afueras de Lisboa para comprar la fruta y hortalizas que los agricultores no han podido vender a los supermercados.
"Acordamos una cantidad que ambos consideramos justo por debajo del valor de mercado y luego la vendemos a nuestros socios a un precio reducido", explica.
Sobre las dos de la tarde llegan a un centro cultural en el céntrico barrio lisboeta de Intendente para dar paso a la siguiente fase del proyecto: descargar los alimentos y distribuirlos en cestas, actividad para la que cuentan con la ayuda de voluntarios.
Una de las voluntarias es Silvia Aguilar, una madrileña estudiante de Erasmus en Lisboa que acude a este centro porque le parece una iniciativa "muy bonita" y asegura que le gustaría que existiera algo así en España.
Silvia y otros cuatro voluntarios separan las frutas y hortalizas en dos tipos de cesta: una de 4 kilos (que cuesta 3,5 euros), pensada para parejas, y otra de 8 kilos (con un precio de 7 euros) que está destinada a familias.
A partir de las cinco es cuando comienzan a llegar los primeros socios a recogerlas.
"Yo no como la fruta porque sea bonita o sea fea, sino porque está buena y ésta es muy fresca porque está recién traída de los productores", comenta Joao, un socio de la cooperativa que acude por cuarta vez.
"Le he dado fruta fea a probar a mis amigos y les encanta", dice Teresa Guerreiro, una portuguesa de 56 años que acude acompañada de su marido.
Los alimentos que traen cambian cada semana, ya que depende de la temporada de cultivo y de lo que hayan producido los agricultores.
"Es un proyecto muy divertido porque no sé qué voy a comer esta semana hasta que vengo aquí", declara Patricia Campo, una española que reside en Lisboa desde hace tres años.
Para poner en marcha el proyecto, Soares ganó en 2013 un premio de la Fundación Gulbenkian, dotado con 15.000 euros y realizó además una campaña de "crowdfunding" (financiación colectiva) con la que consiguió otros 5.000 euros.
Con ese dinero, más la cuota que cobran a los socios, "Fruta Feia" cubre los gastos de producción, es decir, gasolina, infraestructura, comprar la fruta y el sueldo de Soares.
Uno de los objetivos más importantes de la cooperativa es cambiar la mentalidad de los consumidores, puesto que sólo así conseguirán que las grandes superficies levanten el veto a los alimentos "feos".
El siguiente paso es abrir otro punto de entrega en marzo en Lisboa para poder aumentar su capacidad de distribución, limitada ahora en 150 personas, y poder proveer alimentos a las 320 personas que están en lista de espera para ser socios de la cooperativa.
"Aspiramos a crear una red por todo Portugal con el fin de que deje de existir fruta fea o bonita y se empiece a juzgar el producto por su calidad en vez de por su aspecto", sentencia Soares.
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