Casi 870 millones de personas pasan hambre en el mundo
El estudio, realizado en colaboración con el Programa Mundial de los Alimentos (PMA) y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), destaca además que una amplia mayoría de esas personas, cerca de 850 millones, viven en países en vías de desarrollo.
En 2009 la FAO lanzó la alarma de que el número de hambrientos en el mundo había superado la barrera de los 1.000 millones, mientras que un año después retrocedía hasta los 925 millones.
Con todo, esta agencia de Naciones Unidas con sede en Roma advierte de que los datos difundidos este año no pueden ser comparados con los de las ediciones anteriores ya que se han introducido mejoras en la metodología utilizada a fin de obtener datos más precisos.
La FAO destaca que si se tienen en cuenta las estimaciones a partir de 1990 elaboradas en función de esta nueva metodología, que toma de muestra periodos de dos años, se puede observar un avance en la reducción del hambre más pronunciada de lo que se creía anteriormente.
Sin embargo, advierte de que los mayores progresos se lograron con anterioridad al bienio 2007-2008, tras lo que los avances a la hora de reducir el número de hambrientos se ralentizó y, posteriormente, se estabilizó.
Por tanto, el informe afirma que es posible lograr cumplir con la meta fijada en los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) que persigue reducir a la mitad el número de personas que pasan hambre para 2015, aunque para ello destaca que habría que adoptar medidas destinadas a invertir la desaceleración de los últimos años.
Si se tiene en cuenta la evolución del número de hambrientos por regiones, los mayores progresos se han registrado en el sureste y el este asiáticos, seguidos por América Latina, y en el África subsahariana ha habido avances pero a un ritmo inferior, mientras que, por el contrario, en el oeste de Asia se ha observado un incremento del número de personas malnutridas.
La FAO señala que el crecimiento económico registrado en las últimas décadas ha aportado logros en la reducción del hambre, aunque resalta que para que ese crecimiento incida en una mejora de la nutrición entre los más necesitados es necesario que los pobres participen tanto en el proceso como en sus beneficios.
Asimismo, destaca la eficacia del crecimiento agrícola a la hora de reducir el hambre y la malnutrición, al tiempo que insiste en que tanto este crecimiento como el económico deben permitir una mejor situación nutricional para los menos favorecidos a través de un aumento de oportunidades para diversificar su dieta.
En el informe se establece, además, en que para acelerar la reducción del hambre el crecimiento económico debe ir acompañado de medidas públicas incisivas, con políticas y programas que fomenten un entorno favorable a largo plazo de los más desfavorecidos.
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